En estos tiempos es absolutamente indispensable hablar en lo que se llama lenguaje políticamente correcto. Eso aunque no tengamos claro en qué consiste tal supuesta corrección política.

¿Para qué preocuparse del significado? Basta con aceptar las pildoritas de frases hechas que circulan por las redes sociales y los celulares, y funcionan como pieza de lego para armar un artefacto que pueda sonar razonable, juvenil y fashonable, o sea a la moda pero en inglés, claro.

El problema es que el uso de esas frases hechas y conceptos predigeridos termina por producir una tremenda confusión política, valórica y hasta religiosa.

Lo que nos resulta más desalentador es que ahora en forma abrumadoramente mayoritaria, la política mundial se desarrolla en términos de democracia. Una democracia que muchas veces no es más que un disfraz, pero que de un modo u otro, implica ceder a lo que exigen las grandes mayorías.

En términos reales, las grandes mayorías de hoy ya no exigen democracia, exigen dinero, platita para zambullirnos en el consumo.

Hablando del buen negocio, las últimas semanas no han sida nada de buenas en todo el mundo, particularmente en Estados Unidos, donde en dos días las principales bolsas de valores han sufrido pérdidas muy fuertes.

Escucha la columna de Ruperto Concha a continuación: