El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu están bailando una especie de tango estratégico que parece hasta más dramático que cambalache y los está dejando patéticamente solos, no sólo ante organismos internacionales, sino que también ante sus propios organismos de planificación de defensa y seguridad nacional.

Esto podría entenderse considerando que el yerno de Trump es el principal asesoro de la Casa Blanca en su relación con Israel y la nación palestina.

El pasado 27 de septiembre, el enviado especial de las Naciones Unidas para la gestión de paz en Palestina denunció que Israel hace caso omiso de la demanda de detener las instalaciones de asentamientos israelíes sobre territorios pertenecientes a los palestinos.

Tras el derrumbe definitivo de la intervención internacional contra el gobierno sirio y la derrota del Estado Islámico, para Israel el desenlace implicaba el triunfo de sus más temidos enemigos islámicos, como las poderosas fuerzas iraníes.

La aventura militar contra Siria había concluido con la victorias de Rusia y sus aliados sobre Estados Unidos e Israel y confirmando los alcances colaterales, la implementación de los acuerdos internacionales de paz con Irán ya estaban expresándose en extensa colaboración industrial y comercial con la Unión Europea y los nuevos acuerdos de Irán con China, y de Rusia y las naciones asiáticas del acuerdo de Shangai.

La arremetida de Trump contra el tratado de Irán, está tenido por efecto un peligroso aislamiento de Estados Unidos y creando un anatagonismo entre Washington y sus más importantes aliados.

La decisión de Trump está teniendo por efecto que el peligro de guerra mundial se vuelva más real y más próximo.

En fin, la salida de Estados Unidos e Israel de la Unesco y en América, la grotesca designación de una Corte Suprema alternativa para Venezuela, realizada en una asamblea vacía, parece confluir en un paisaje del cual inesperadamente, desde la bruma, pueden surgir ideas inteligentes para enfrentar a los privilegiados que hasta hoy siguen decidiendo cuándo, dónde y cómo habrá una nueva guerra.