La semana anterior estuvo llena de incertidumbre. Estados Unidos sin poder hacer nada, mira cómo tropas turcas están masacrando a las fuerzas kurdas, aliadas, protegidas y armadas por la potencia mundial.

Los kurdos a su vez, se sienten traicionados por Washington. Más al sur, los rebeldes pactaron retirarse, sin combatir más, de sus plazas fuertes cercanas a Damasco, con lo que el ejército leal sirio asume el control hasta la frontera con Jordania.

Y todos saben que Turquía jamás habría osado incursionar en territorio sirio, sin haberlo consultado previamente con Rusia. Y, en tanto, también China y la India han surgido como nuevos aliados del presidente sirio Basher Assad.

Por su parte, la OTAN está aflojando su presencia en Europa Oriental, bajo la figura de redistribuir sus fuerzas para combatir al Estado Islámico en el norte de Irak… en fin, unas noticias aparentemente neutras en un sangriento tablero de ajedrez.

Y sin embargo, apenas perceptibles tras el estruendo de los grandes titulares, otras noticias paliduchas, aparentemente débiles, exigen que les prestemos atención porque encierran peligros más graves que las bombas.

Son noticias sobre el fracaso mundial de la persecución de la riqueza fácil, del desprestigio global de los partidos políticos y su diarrea de leyes a menudo torpes, y, sobre todo, de la previsión social, la pensión de retiro que le espera a la gente de todas las naciones, desde el corazón de Europa hasta acá, en la colita de Sudamérica.

Escucha la crónica completa de Ruperto Concha a continuación: