Mario (Luis Dubó) es uno de esos deleznables uniformados que hicieron el trabajo sucio de represión política, planificado por los civiles y militares que se tomaron el poder en 1973.

Ahora, ya mayor, tiene pesadillas y quiere olvidar su pasado criminal como asesino y torturador. Y no puede, ya que tiene una fuerte presión en la joven mujer de la cual se ha enamorado (Valentina Acuña).

Ella sólo busca que el hombre supere su cobardía y asuma su pasado y, de paso, sane la relación de pareja que se ha convertido en un campo de batalla, donde reina la violencia verbal, la miseria y el desprecio.

Los DD.HH. y la herida que todavía supura en Chile por falta de justicia constituye el esqueleto de Lobo, de Patricio Yovane, también director del montaje, junto a Andrea García-Huidobro.

Lobo
Lobo

Fuerza y sensualidad

A un formato de teatro realista-naturalista responde este montaje, con las repercusiones de los crímenes de lesa humanidad en la sociedad y en los victimarios.

Lobo instala al ex torturador en un cuarto oscuro y muestra la soledad que lo aplasta, lo que se advierte desde que ingresa a la semipenumbra del montaje, un acertado diseño integral de Mary Ann Smith.

Es casi madrugada… El hombre llega a la habitación, mira desconfiado, apaga una luz y, meticulosamente, se saca y dobla la ropa, deja el reloj en el velador, se pone el pijama, va al baño, apaga la luz y se acuesta a dormir.

Un peso rutinario que el ex torturador resiente en sus huesos, según el rol del destacado actor Luis Dubó que sabe moverse en la cuerda realista.

Esta vez, construye un personaje de psicología básica desde la corporalidad, con gestos y miradas elocuentes que acusan temores, desesperación y cariño por la pareja.

De ahí en adelante, el texto es superado por la presencia de la joven que interpreta Valentina Acuña, como si de improviso al escenario llegara un ciclón de fuerza, emociones y conflictos.

En este quiebre asoma el punto de vista de la obra sobre los DD.HH., el ángulo distinto para alumbrar nuevas aristas y rincones de temas que a menudo son abordados.

Lobo
Lobo

Sin abandonar el tono realista, la joven parece ser una obsesión o una construcción mental en la vida del exmilico, si la habitación fuera una celda (en momentos, eso parece ser).

Y si el agente represivo fuera un expreso que ahora está en su covacha, la mujer adquiere peso real, aunque también se proyecta como una alegoría fantasmal que agobia al hombre con furor y que no puede sacárselo de la cabeza…

La gran presencia escénica de la actriz le da otra dimensión a la propuesta: suma fuerza expresiva y matices como personaje real o fruto de la imaginación, sensualidad, conciencia, sed de justicia, un perfil que parece no nacer del texto, sino de una brillante actuación.

Una propuesta con tema vigente -las conductas en escena son parte de la sociedad actual-, tensión dramática y actuaciones que llegan al corazón y a la mente.

Instituto Arcos. Victoria Subercaseaux 99. Fono +569 5128 0763. Martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, 20:30 horas. Hasta el 28 de enero.