Aunque no está tratado de manera explícita, el tema de la impunidad en un sentido amplio se advierte en El Hotel, décimo noveno montaje de la fructífera compañía Teatro La María, fundada el año 2000 (El apocalípsis de mi vida, El pelícano, La tercera obra, Los millonarios).

Aquella que disfrutan numerosos y envejecidos criminales de la dictadura militar… Pero también quienes se hacen los lesos y/o profitan del actual estado de cosas.

Que todos estamos en el mismo saco parece exclamar este montaje donde todo es gozar para sus personajes, una comedia negra en la que nadie castiga ni es castigado por su trayectoria ni tiene sentimientos de culpa… camino propicio para olvidar.

Y como la obra, por propia definición, carece de conflicto, la narración se desplaza por una rutina circular, constante y repetitiva, cuyo envoltorio es un interminable y decrépito festín, con harto sexo, alcohol… e impunidad.

Soportes y alternativas

La compañía Teatro La María se ha hecho conocida por utilizar ciertos recursos escénicos que identifican su quehacer. Entre otros, la construcción de una recia y exagerada visualidad escénica que coexiste con la reflexión crítica sobre la realidad político-social del país, la violencia presente en todos sus rincones, el fracaso de sus proyectos y la siempre difícil de definir identidad nacional.

En El Hotel, texto de Alexis Moreno, codirigido con Alexandra von Hummel, por propia declaración en escena, se transita por lo esperpéntico, de modo que a sus cuatro personajes, decadentes represores en etapa terminal, se les presenta con una corporalidad y actitudes propias de la vejez, pero muy subrayadas, que buscan provocar repulsión.

Para acentuar lo estrafalario, los instalan en la Antártica, lejos de todo: allí se orinan, tienen achaques de todo tipo y padecen Alzheimer… Junto con vivir una delirante y eterna fiesta, bien provista por un par de enfermeros-carceleros.

Un rasgo asimilable a lo performático tiene el trabajo actoral en los cuadros que conforman la obra y que narran episodios híper cotidianos de estos personajes que disfrutan de una inconsciencia total.

Con todo esto se busca acentuar lo descabellado y repulsivo, el encierro, lo fuera de la realidad en que están sus personajes como el desarrollo mismo del relato escénico.

Incluso la sonoridad de la obra es exagerada y efectista, como si fueran ruidos, acompañantes ideales para una secuela de gestos y conductas en la misma cuerda.

La gran cantidad de garabatos, anunciado desde la primera escena, aunque forma parte de una opción autoral coherente con lo formalidad extrema y reiterada que traspasa la propuesta, al final también contribuye a diluir el objetivo demoledor y cruel que se busca.

Teatro de la Palabra. Crucero Exéter 250. Fono 2 27327212. Jueves, viernes y sábado, 21.00 horas. Entrada general $ 6.000; estudiantes y tercera edad $ 4.000. Hasta el 1 de Octubre.