En Chile, el negocio de la Educación funciona bajo una fachada irónicamente similar a la de los “casinos populares”.

Los casinos “populares” (o mejor dicho, clandestinos), están prohibidos dado que en Chile no se pueden desarrollar juegos de azar salvo que sean con fines de beneficencia (Polla, Lotería) o regulados por la Superintendencia de Casinos.

El resquicio que utilizan sus propietarios para funcionar es que sus juegos no son de “azar“, sino de “destreza“. Como nuestras leyes son tan eficaces (nótese el sarcasmo), determinarlo requiere un peritaje policial, aunque sea evidente que apostar a un tragamonedas no requiere más destreza que insertar una moneda en una rendija.

Como el asunto pasó de pequeñas máquinas instaladas en almacenes de barrio a verdaderos casinos instalados en pleno centro de las comunas, los Municipios vieron en ello un ingreso muy lucrativo por la vía de impuestos (u otras que quedan a la imaginación) y es así como la mayoría ha optado por “regularlos”, que en realidad es hacer la vista gorda y dejarlos funcionar.

Ahora, en Chile la educación tiene prohibido lucrar. De ahí que, al igual que los casinos, colegios y universidades han encontrado ingeniosos artilugios legales para hacerlo, como crear inmobiliarias que se arriendan a sí mismas los recintos donde operan.

Quizá de ahí venga la novedad de que las empresas, perdón, casas de estudios del consorcio estadounidense Laureate, reconocieran al gobierno de su país, con el fin de mantener a sus inversionistas bursátiles, que no sólo lucran, sino que las reformas chilenas pondrían en riesgo “su negocio”.

Y entonces, golpes en el pecho y rasgamos vestiduras. Sorpresa: de pronto caemos en la cuenta de que sí hay lucro en la educación.

Como era de esperar, las autoridades anunciaron investigaciones para saber si Laureate lucra (que viene a ser como el peritaje para saber si un tragamonedas es juego de azar o destreza) e incluso parlamentarios sugirieron que las sedes de Laureate, que tienen 175 mil clientes, perdón, alumnos, podrían ser cerradas.

Dentro de esta comedia griega de tintes casi parvularios, la única verdadera sorpresa es la fiereza con que se defendió Laureate, que harta de usar una sábana sobre la cabeza decidió encarar a las autoridades y decirles, “sí, lucramos, ¿y qué?”.

“Durante mucho tiempo no teníamos una manera fácil de explicar la idea de que somos una empresa con fines de lucro, pero con el profundo compromiso de beneficiar a la sociedad”, explicó el propietario de Laureate, Douglas Becker.

“Empresas con el profundo compromiso de beneficiar a la sociedad”. Hecha la aclaración, creo que entonces podemos quedarnos tranquilos. Después de todo, tenemos un sinnúmero de organizaciones que operan bajo el mismo ideal de altruismo: AFPs, Isapres, Cajas de Compensación, Mutuales, Clínicas, Aseguradoras, Farmacias, Laboratorios Farmacéuticos, Operadores de Transporte Público, Notarías…

Christian F. Leal Reyes
Director
BioBioChile