Hace 80 años, el 15 de abril de 1938, se inició la Convención Presidencial del Frente Popular, constituido por los Partidos Radical, Socialista, Comunista, Democrático, la Confederación de Trabajadores de Chile, CTCH, y contaba además con la adhesión del Movimiento de Emancipación de la Mujer, MEMCH.

De esta Asamblea que agrupaba a un más de un millar de delegados distribuidos en 400 radicales, 300 socialistas, 160 comunistas, 120 demócratas y 120 de la CTCH, tendría que surgir el abanderado que representara una amplísima unidad popular y nacional para derrotar al candidato de la derecha, detrás del cual se agrupaban los intereses del autoritarismo oligárquico.

Como era una convocatoria diversa, la más audaz iniciativa de alianza política de la primera parte del siglo lo que aconteciera en sus sesiones era fundamental. En el marco de la unidad, cada fuerza luchaba por su propia identidad y representación. De hecho en la primera votación no hubo candidato que alcanzara la mayoría requerida. El “chovinismo” partidario alejaba la unidad.

En ese contexto, Marmaduke Grove, líder y candidato de potente respaldo popular, pidió la palabra ante el Congreso Extraordinario del Partido Socialista que se reunía en paralelo y planteó la prioridad esencial: que no cabía más opción que la unidad, pidiendo el retiro de su nombre en favor del candidato radical para asegurar el triunfo y derrotar a la derecha. Así fue acordado, planteado ante el Frente Popular y proclamado Pedro Aguirre Cerda, qué pasó a la historia como un gran Presidente de Chile.

En consecuencia, Grove trazó una línea de conducta que ha marcado el socialismo chileno hasta hoy: unir y no dividir a las fuerzas populares, poner el interés general como lo primordial, por encima de lo particular, por relevante que este pueda parecer. Al tomar esa posición el líder del socialismo, don “Marma”, como le llamaba el mundo popular, determinó el resultado de los comicios presidenciales de 1938. La derecha oligárquica fue derrotada.

Esa mirada hace mucha falta ahora. En especial, en estos meses en que la puesta en marcha del gobierno de derecha es factor de disputas en las fuerzas democráticas, tanto de centro como de izquierda. Cada día hay un exabrupto y no precisamente para denunciar o criticar, por ejemplo, la exoneración de funcionarios públicos u otros abusos de los muchos que ocurren a diario, sino que para acometer duramente en contra de alguien del propio campo opositor.

Además, el hábito de actuar en función del perfilamiento individual devino en factor decisivo de la dispersión del ancho y variopinto campo de fuerzas del centro y la izquierda.

Al pensar que sobresalir a título personal daría el liderazgo esperado, las fuerzas se gastaron al interior del bloque de centroizquierda y se perdió la voluntad unitaria necesaria para ganar, aumentó la separación entre los diversos ingredientes de la actual oposición y no fue viable una opción compartida.

Ahora el gobierno se aprovecha de esas secuelas y recurre al viejo método de dividir para reinar al decidir a dedo quienes son sus interlocutores. Así no hay respeto a los partidos de oposición y ese trato selectivo de favorecer a unos e ignorar a los otros, en rigor, nada tiene de práctica republicana.

Con ello, Piñera al invitar a ciertos personeros de oposición a integrar comisiones asesoras del gobierno atenta directamente contra el rol del Congreso reciente electo, y más aún, es notoria la voluntad política de socavar el rol institucional de la mayoría allí existente. Como el gobierno está en minoría en el Parlamento, hace un proto-parlamento a la medida de sus propios intereses y objetivos.

La práctica de estas Comisiones ya se ha probado reiteradas veces, tienen mucho de mediático y poco de productivo, ensalzan la figura presidencial y menoscaban la del Parlamento. Dicen que escuchan a la ciudadanía cuando están saturadas de tecnócratas que hacen lo que sus jefes les ordenan. En suma, es preparar un resultado hecho a la medida del que detenta el poder.

No se trata de quitar a nadie su rol personal, pero cuando ese factor contradice el interés general, una visión fundada en el “derecho” de cada cual a mantener una conducta que lesiona el propósito colectivo no podrá ser fecunda al quebrar en su esencia la legitimidad de una política: actuar a favor de una perspectiva superior, que trascienda lo individual o mezquino.

En la crisis de legitimidad que se abrió en la política chilena y al recrudecer las acciones individuales como errada ruta a seguir, evocar y subrayar una conducta de unidad como la de Marmaduke Grove en 1938, que se retiró para proclamar a Pedro Aguirre Cerda, resulta ser un potente estímulo para reiterar que el interés general es principal en la ética democrática y que aquellos que así lo practican son los grandes líderes políticos de una nación.

Camilo Escalona
Expresidente del Senado y expresidente del PS