Una obra cíclica, ya que pese a la rabia larvada y algunas explosiones emocionales –anunciadoras de una posibilidad de cambios drásticos de vida-, los personajes mantendrán sus expectativas y sentimientos como opciones frustradas.

Lo singular en este drama radica en que el autor les atribuye cierto grado de conciencia respecto de lo que cada uno es, como también deseos de lograr objetivos, al tiempo que los perfila como seres que, finalmente, retornan a sus incómodos, pero definidos modos de vida.

Este ambiente humano propone Tío Vania, según el escritor Rafael Gumucio, cuya adaptación busca aproximar el texto clásico de Anton Chéjov (1860-1904) -una historia al interior de una familia de campo rusa- a la actual sociedad chilena.

Una premisa que contempla una visión sintética del relato original y un aire más contemporáneo y, por tanto, más controvertido, con la dirección de Álvaro Viguera.

La historia tiene a Vania como protagonista, un hombre que, junto a Sonia, su sobrina, ha pasado la vida administrando la hacienda de su cuñado, el profesor Serebriakov, sacrificio que justifica porque admira sus textos de crítica de arte.

Sin embargo, cuando el intelectual viaja al campo con su joven y bella esposa Elena, descubre que es un hombre falso, vacío y fracasado, por lo que Vania se desilusiona y lamenta haberse postergado.

La presencia de la pareja ha trastocado la vida diaria de familiares y amigos. A esto se agregan sentimientos cruzados, como el de Vania y su gran amigo, el doctor Ástrov, enamorados de Elena, que reconoce estar con un marido que vive de las apariencias.

El estallido final viene en una noche de tormenta que obliga a todos a estar encerrados en la casona: en medio de borracheras y declaraciones, intento de homicidio, amenazas de suicidio y renuncias, el profesor y su esposa regresan a la ciudad, mientras que Vania y Sonia vuelven al trabajo en la hacienda… como siempre.

Algunas sugerencias

La adaptación de Gumucio sugiere que estos personajes de campo podrían entenderse como aristócratas en decadencia, gente que no está aislada de lo que ocurre en la ciudad.

Son personas que han construido un entorno falso, pero concreto, esos que hacen lucir confiados y desenvueltos frente a la vida. Y que lo único que esconden son las frustraciones más profundas.

Tal vez eso explica que todo lo que hacen y dicen sea de manera directa, con cierto desparpajo, sin tantos prejuicios en sus relaciones. Incluso los conflictos que van surgiendo van asomando poco a poco hasta hacerse explícitos.

La dirección gestiona toques de humor en medio del drama, tal vez asumiendo la historia original chejoviana como una gigantesca mirada irónica del autor.

Un elenco avezado desarrolla con agilidad y sentido del espectáculo una adaptación que parece fustigar una visión de la realidad que se apoya en un repertorio de respuestas inmediatistas, más que filosóficas, cuyo doble estándar coincide con la conducta social chilena.

Teatro UC. Jorge Washington 26. Entrada general $ 10.000; adultos mayores $ 6.000; súper jueves $ 7.000, miércoles populares $ 5.000. Hasta el 7 de abril