Por primera vez, el dramaturgo Antonio Zisis y el destacado director Cristián Plana (“Comida alemana”, “Paso del norte”) exhiben en conjunto sus capacidades y habilidades escénicas a través de una obra que alude a la subversión de los valores.

Luego de “Vorágine”, “Llaves y cerraduras” y “La muerte de la imaginación”, Zisis perfecciona el dinamismo del diálogo cotidiano que caracteriza a sus propuestas.

Y aunque en sus textos anteriores juguetea con lo críptico -no simplifica los rincones más complejos y ocultos del ser humano-, sus relatos siempre tenían sentido y mostraban el punto de vista de un escritor joven con gran proyección.

Dioses suicidas
Dioses suicidas

Esta vez, no asoma en plenitud el gran tema que hurga a través de cuatro personajes: que con la acción suicida, consciente y libre, se logra la ansiada y absoluta libertad humana, terminando con la esclavitud ideológica y emocional respecto de cualquier dios.

Más aún: que al poner en práctica esta idea, tal vez sólo reservada para unos pocos, se llegaría a un plano superior, a transformarse en dios, por la vía de vencer el dolor y el miedo a la divinidad oficial, algo muy distinto a los típicos suicidas, que se matan por ser incapaces de resistir.

Debate inconcluso

A través de personajes de conductas bastante pedestres y decadentes, y en el formato de comedia negra, se plantea esta obra que enuncia temas que se han expresado en grandes tendencias filosóficas.

Entre trago y trago de whisky, algo de música, canto y erotismo, dos parejas heterosexuales de vida acomodada sueltan sus discursos y ciertos gustos larvados hacia una o un miembro del otro dúo.

Tal vez para identificar, contradecir o acentuar el debate –o para ridiculizar conductas, no las ideas- el director acepta el disfraz que usan (vuelven de una fiesta temática), lejos del perfil cotidiano.

Alvaro Espinoza, gran cruz pectoral, sotana y solideo blancos papales; Celine Reymond, túnica medio hippie de Jesús a punto de ser crucificado; Víctor Montero, solemnidad en traje oscuro a lo Salvador Allende; Camila Moreno, con chasquilla y elegante vestido tipo Cleopatra.

Dioses suicidas
Dioses suicidas

Quizás este contexto hace que se advierta bien la decadencia nihilista de personas bien educadas y elegantes, que se agreden y juegan a la ruleta rusa para matar el ocio y el aburrimiento.

Y que quede a medio instalar el debate ideológico, por naturaleza complejo y vital, lo mismo que la fuerza e intensidad emotiva y corporal que provoca, esa conmoción interna para quienes la idea del suicidio es de verdad trascendente.

No es problema de actuación –el elenco se desempeña bien en el perfil que prevalece-, sino de una propuesta que sólo insinúa un debate en cuyo centro está trasgredir de verdad los límites morales convencionales y destruir las filosofías que le atribuyen a dios todo el dominio sobre las personas.

El sentido profundo de Raskolnikov (“Crimen y castigo”) y Kirilov (“Los endemoniados”), ambos de Fedor Dostoievski, referencias de esta obra.

Sala UFT. Pocuro 1935. Jueves, viernes y sábado, 21.00 horas. Entrada general $ 6.000; estudiantes y tercera edad $ 3.500. Hasta el 9 de Septiembre.

Dioses suicidas
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