El año 2016 comenzó con David Bowie difundiendo uno de los álbumes más aclamados de su vasta carrera, una señal de la nueva energía creativa de la leyenda del rock. Dos días más tarde, moría tras una batalla secreta contra el cáncer.

Tres meses después, otro ícono del pop, Prince -que hizo un emotivo cover del clásico de Bowie “Heroes” en uno de sus conciertos finales y daba señales externas de vigor- también murió tras una sobredosis accidental de analgésicos.

Para fines de 2016, Leonard Cohen publicó su álbum con el ominoso título de “You Want It Darker” (Lo quieres más oscuro) y el compositor y poeta, que pasó su vida reflexionando sobre la espiritualidad y la muerte, falleció semanas después.

El año pasado, tan trascendente en el frente político, también marca un giro simbólico para el rock, con una generación de ancianos músicos comenzando a abandonar el escenario.

El año culminó con otro hito: el comité del premio Nobel de Literatura admitió al rock como parte de su canon literario, seleccionando al ícono de la música Bob Dylan como el laureado del año y alabando sus “nuevas expresiones poéticas”.

La sensación de una era del rock que termina se sintió también en California en octubre, durante el Viaje al Desierto (Desert Trip), un nuevo festival musical que posiblemente quede en los anales como el más rentable de la historia.

Unos 150.000 fanáticos, desproporcionadamente mayores, acudieron a seis grandes shows de rock, incluidos The Rolling Stones, Paul McCartney y Dylan, bajo el subtexto de que quién sabe por cuánto tiempo más estos grandes septuagenarios seguirán tocando.

Otros grandes músicos que fallecieron en 2016 fueron Maurice White, fundador de la banda estadounidense Earth, Wind and Fire; el líder de los Eagles Glenn Frey; el ícono del country Merle Haggard; dos tercios del trío de prog-rock Emerson, Lake and Palmer (solo queda Carl Palmer); el cofundador de Jefferson Airplane Paul Kantner y Phife Dawg de la banda de hip-hop A Tribe Called Quest.

– Como el jazz en otra época –

Es obviamente una coincidencia que tantos artistas murieran en rápida sucesión. Pero también hay un precedente, el fin de los años ’80 y comienzos de los ’90, cuando fallecieron muchas grandes figuras del jazz.

En un vago paralelo al premio Nobel de Dylan y el reconocimiento del ‘establishment’ que representa, el Congreso estadounidense declaró en 1987 que reconocía al jazz como “un tesoro nacional”.

Los legisladores de la época esperaban mejorar la educación sobre el jazz y su preservación histórica, un proceso bien encaminado para el rock con el anuncio de Dylan a comienzos de 2016 de que su archivo irá a la Universidad de Tulsa, junto a los documentos del músico que más le inspiró, Woody Guthrie, nacido en Oklahoma.

Como con el jazz a fines del siglo XX, las muertes de 2016 llegan en un momento en que los puristas de la música se inquietan de que el futuro tendrá menos álbumes cohesivos como el último trabajo de Bowie, “Blackstar”.

Las grandes estrellas que murieron en 2016 conscientemente hicieron música fuera de los focos.

Bowie vivía con su familia en un penthouse de Nueva York y era raramente visto, Cohen se retiró a Los Ángeles donde pasó tiempo en un monasterio budista y el prolífico Prince se recluyó en su complejo de Paisley Park, en Minnesota.

Bowie y Prince “básicamente en el último par de décadas o estaban aislados o al menos tenían autonomía sobre lo que estaban haciendo”, dijo Theo Cateforis, profesor adjunto de historia y cultura de la música en la Universidad de Syracuse.

“Y eso parece inusual para un artista más nuevo que tiene tanta accesibilidad y del cual se espera que tenga una cuenta Twitter y esté en algún modo de involucramiento constante”, dijo.

“Su muerte nos permite reflexionar sobre cómo eran las carreras en eras anteriores, y que ese tipo de artistas puede ser cada vez menos frecuente en el futuro”, precisó.

– Influencias duraderas –

Pero muchas de las innovaciones musicales de Bowie y Prince perduran. Ambos reconocían la importancia del componente visual en su música y se aprovecharon de MTV en sus primeros años.

Prince y Bowie se hicieron muy conocidos por sus colaboraciones. Kanye West podría ser el paralelo contemporáneo más cercano, dijo Cateforis, ya que el rapero busca su visión a través de la introducción de otros músicos.

Entre los legados más duraderos de Bowie y Prince está la fluidez de sus concepciones de masculinidad. Ambos sugirieron al menos una apertura a relaciones gay y diseñaron estrafalarios vestuarios que hicieron añicos las barreras de género.

Estos dos hombres hicieron un regalo a la masculinidad“, dijo Rob Lindley, un director de teatro y actor que recientemente co-dirigió un concierto con música de Prince y Bowie en el Festival de Humanidades de Chicago.

Dijeron que está bien calzarse tacos y usar mascarilla en las pestañas y aún ser un hombre, y que hay algo realmente rebelde y rock ‘n’ roll y hermoso sobre eso, y nadie lo estaba haciendo antes que ellos“, afirmó.

Lindley, de 43 años, dijo que cuando estaba creciendo escuchaba la frase “se fue demasiado pronto” y pensaba en las muertes de Jimi Hendrix, Janis Joplin, Patsy Cline y Billie Holiday a temprana edad.

“Y luego de repente es tu música” la que muere, dijo. “Ahora es algo personal”.