Casi un siglo después de la última vez que se programó en Chile, esta obra francesa se está representando como último título de la temporada lírica del Municipal de Santiago, y aunque es posible tener reparos con distintos elementos de la puesta en escena, el desempeño de la orquesta, coro y solistas permite apreciar la belleza y profundidad de la partitura de Hector Berlioz.

Por Joel Poblete.

Una variada, atípica y novedosa temporada lírica está llegando a su fin en el Municipal de Santiago. Aunque regresaron clásicos tan emblemáticos como “La traviata” y “La bohème”, los otros cuatro títulos programados para este 2016 han sido particularmente atractivos en buena medida porque no se ofrecen tan frecuentemente en Chile: se estrenó en nuestro país la versión operística de “Auge y caída de la ciudad de Mahagonny”, de Weill, mientras “La Gioconda” de Ponchielli regresó tras más de tres décadas de ausencia, y el “Tancredo” de Rossini, que sólo se había escenificado acá en el siglo XIX cuando aún no se inauguraba el Municipal, al fin se cantó por primera vez ahí. Y en estos días, cerrando la temporada de ópera, es posible disfrutar el regreso de una obra maestra que está de vuelta tras casi un siglo de ausencia en ese escenario: “La condenación de Fausto”, de Hector Berlioz.

Esta obra, que tuvo su premiere mundial en París en 1846, sólo se había ofrecido en un puñado de temporadas en el Municipal tras su debut local en 1905, la última de ellas en 1918, y siempre cantada en italiano, por lo que la función de estreno del elenco internacional que se ofreció este miércoles 02 en francés, fue la primera vez que se interpretaba en Chile en su idioma original.

Definida originalmente por Berlioz como “leyenda dramática”, esta pieza es considerada por unos como un oratorio que funciona mejor como obra de concierto, mientras para otros es una ópera con todas las de la ley. Inspirada en el legendario “Fausto” de Goethe -el mismo argumento que ya dio origen a creaciones musicales de diversos géneros y épocas, incluyendo dos célebres óperas como “Fausto” de Gounod y “Mefistófeles” de Boito-, ofrece un desfile de variadas y por momentos breves escenas que aunque van contando una historia, no presentan un desarrollo tan marcado o profundo en lo teatral, al menos según los parámetros habituales del género lírico. Y quizás por lo mismo más de alguien le ha cuestionado sus méritos escénicos.

Pero considerando la inobjetable belleza de la música de Berlioz, llena de matices y detalles formales, audacias rítmicas y soberbia creación de atmósferas, finalmente esas críticas no tienen mayor peso en el contexto total de esta obra maestra. Buena parte de los aciertos de la partitura se vieron reflejados en la dirección orquestal de Maximiano Valdés al frente de la Filarmónica de Santiago; este maestro chileno ya ha demostrado buena sintonía con el repertorio lírico francés cuando ha dirigido en el Municipal títulos como “Romeo y Julieta”, “Fausto”, el inolvidable estreno en Chile de “Diálogos de carmelitas” y hace dos años otro regreso de una ópera que no se escenificaba hace un siglo en ese escenario, la “Lakmé” de Delibes.

En su lectura Valdés resaltó el refinamiento, el lirismo y la efusión romántica de la obra, si bien algunos momentos clave, como la electrizante cabalgata al infierno cercana al desenlace, no tuvieron toda la fuerza y energía necesarias, aunque probablemente esos detalles se modifiquen en el transcurso de las siguientes funciones. De todos modos el director se mantuvo atento al equilibrio entre los solistas, la orquesta y el coro, como siempre bajo la dirección de Jorge Klastornik y acá en una obra particularmente demandante para el conjunto de voces, que en esta ocasión fue acompañado por las voces infantiles del Coro Crecer Cantando, preparadas musicalmente por Cecilia Barrientos. Aunque las masas corales estuvieron tan sólidas como es costumbre, considerando las exigencias de la partitura se echó de menos aún más potencia y equilibrio, especialmente en la apoteosis final, factor que también de seguro irá perfeccionándose a medida que se sucedan las funciones.

Lo musical contó además con un trío protagónico de cantantes internacionales que debutaban en Chile, a los cuales se sumó muy acertadamente el bajo-barítono chileno Sergio Gallardo, cantando muy bien el breve rol de Brander, que sólo aparece en una escena. El protagonista fue encarnado por el tenor Luca Lombardo, quien por ser francés ofreció una excelente pronunciación de lo cantado, pero a pesar de contar con una atendible trayectoria en importantes escenarios, en lo vocal no estuvo siempre a la altura de las exigencias del rol, especialmente en la por momentos ardua zona aguda, que cuando pudo resolvió con falsetes y en ocasiones estuvo al borde de la desafinación; su material sonó algo gastado y cansado, y actoralmente pareció parco y displicente, tal vez contagiado por el opaco carácter que el propio Fausto demuestra a lo largo de la obra.

Mucho mejor se mostró el Mefistófeles del bajo-barítono estadounidense Alfred Walker, de una voz de color atractivo y buena proyección a pesar de no derrochar volumen, quien no fue todo lo demoníaco, socarrón y a la vez seductor que se podía esperar, pero de todos modos se lució en el personaje. Y la cantante que mejor impresión dejó en el elenco fue la joven mezzosoprano polaca Ewelina Rakoca-Larcher, quien todavía tiene detalles que ir perfeccionando, pero aportó una voz de hermoso timbre, buen volumen y canto sensible y delicado, lo que también proyectó en lo escénico como una convincente Margarita; su emotiva interpretación de la sublime “D’amour l’ardente flamme” fue uno de los puntos altos de la función.

Si lo musical tuvo buenos elementos, lo escénico presentó factores que de seguro no convencerán por igual a todos los espectadores, como las eclécticas y curiosas coreografías de Jose Vidal o el vestuario de Loreto Monsalve, quien si bien puede justificar sus derroches de imaginación aprovechando la presencia de personajes fantásticos, a medio camino entre lo kitsch y lo que para más de alguien puede parecer mal gusto, tuvo algunos trajes que no le hacían mucho favor a los protagonistas, como los de Margarita y Mefistófeles.

La puesta en escena estuvo a cargo del experimentado y prestigioso arquitecto, diseñador de escenografía, director de teatro y ópera y académico Ramón López, quien ocasionalmente además de encargarse de la escenografía e iluminación, ha estado a cargo de la dirección teatral en algunas producciones de ópera, misión que no abordaba en el Municipal desde hace más de una década.

López decidió dar de corrido toda la ópera, con sus cuatro actos y varias escenas desfilando sin intermedios a lo largo de más de dos horas. El resultado puede sentirse un poco pesado para parte del público, pero permite un desarrollo coherente y acentuado de la trama, aunque es ineludible que las ya señaladas limitaciones teatrales de la obra puedan quedar al descubierto si la puesta en escena no desarrolla lo mejor posible las situaciones argumentales. Salvo las coreografías, los desplazamientos y movimientos de solistas y coro fueron bastante convencionales y esquemáticos y no aportaron mayor frescura a lo teatral. Apoyada por una iluminación que pudo ser más sutil y elaborada, la despojada y casi inexistente escenografía tuvo como principal acierto el uso de un enorme espejo cuya posición permitía interesantes juegos visuales al mezclar su punto de vista con lo que el público veía directamente en escena, aunque esta idea no se aprovecha o aprecia de la misma manera dependiendo del sector donde estén los espectadores.

El aporte visual extra fueron las proyecciones de videos a cargo de Delight Lab, algunos muy logrados, sugestivos y atractivos (como el ya mencionado momento solista de Margarita, o la invocación a la naturaleza de Fausto), otros menos satisfactorios, pero que ayudaban a ambientar las diversas escenas en poco tiempo e incluso se permitían evocaciones pictóricas con referencias a maestros como Caspar David Friedrich y El Bosco. En general quedó la sensación de que una obra tan valiosa e interesante en lo musical merecía una puesta en escena más potente y consistente, en especial considerando que no se daba hace casi un siglo en nuestro principal escenario lírico.

Las próximas tres funciones con elenco internacional de “La condenación de Fausto” serán el sábado 05, martes 08 y viernes 11, y además habrá representaciones con otro reparto, el llamado elenco estelar, el miércoles 09 y sábado 12.