Para nadie es un misterio: la plusvalía va emparentada a la muerte. Cuando un músico famoso fallece, inmediatamente el costo de su obra aumenta. El fenómeno no respeta trayectorias ni parámetros: reediciones, material inédito, versiones en vivo, todo sirve si se trata de explotar la figura de un difunto que cause admiración.

A raíz de la edición de una serie de discos en vivo póstumos de Prince (The purple era, Prince & Friends, The beautiful ones, 3 nites in Miami, Purple reign in New York, Rock in Rio 2), una columna de El País puso en jaque el tema de la publicación post mortem. Para ejemplificarlo, y justificarlo, Diego A. Manrique, legendario periodista de rock y música popular de España, se hizo la siguiente pregunta: ¿por qué no publicar los conciertos donde pifiaron a Prince?

Ocurrió cuando The Rolling Stones lo invitó a telonear dos shows suyos en Los Angeles. Mick Jagger lo había descubierto hace poco y se ajustaba perfecto a la intención del grupo: instruir a su público en la tradición de la música negra.

Prince en uno de sus conciertos en vivo
Prince | Facebook

Según la columna, los shows se sucedieron en 1981, y en ellos, sólo hubo pifias. “Le pitaron, le insultaron, le tiraron de todo. En términos culturales, aquello resultaría tan relevante como Altamont (el “Woodstock del Oeste”)“.

La explicación del suceso encuentra motivos en el racismo y la homofobia de la época: “El 9 de octubre, Prince saltó al Memorial Coliseum de Los Ángeles con el aspecto guarrillo que lucía en la portada de Dirty mind. Funcionó hasta la tercera canción, una invitación a la masturbación, Jack u off. Y surgió una hostilidad tan evidente que Prince, en la siguiente canción, abandonó el escenario y dejó sola a su banda; volvería para el tema quinto y final, perfecto para el momento: Why You Wanna Treat me so Bad?” , escribe Manrique

La historia narra que Prince, enojado por la situación, optó por negarse a tocar en el segundo show, agendado para el 11 de octubre. Ante la insistencia del mismo Jagger y su promotor, Prince aceptó asumir el desafío. Lo que vino fue peor: “Un rechazo tan palpable que Prince huyó a Minneapolis; Jagger y el promotor del evento, Bill Graham, insistieron para que lo intentara de nuevo. Regresó para el segundo concierto, el día 11, y el asunto empeoró. El sector más cerril del personal venía preparado: le lanzaron vísceras de animales, botellas, latas“, cuenta el columnista.

Desde ese día, quedó claro que los fans de los Stones no querían ser instruidos en nada, menos en música negra.