La siguiente reflexión surge de una anécdota vivida en la comuna Godoy Cruz (Mendoza, Argentina) el año 2010. Recomiendo leerla completa antes de comentar.

Mientras se desarrollaba el Mundial de Fútbol en Sudáfrica, en Godoy Cruz se reunieron varios municipios de Latinoamérica en torno al tema de la convivencia, los conflictos, violencias y delincuencia. Además del anfitrión, asistieron funcionarios de Peñalolén, Rosario (Argentina), Montevideo (Uruguay), Medellín (Colombia) y algunos más que no recuerdo (posiblemente Bogotá y alguno de El Salvador).

En un pequeño descanso entre ponencias y capacitaciones, se produjo una pequeña discusión sobre un tema contingente en ese momento en Argentina: las parejas homosexuales, su estatus legal y el derecho a adoptar niños.

Como los presentes provenían de varios países, con culturas diferentes (a pesar del marco común) y con posiciones políticas y religiosas en algunos casos antagónicas, el ambiente se empezó a tensar rápidamente.

Argumentos políticos, de derechos, religiosos y sociales se mezclaron con valores, cómo debían ser las relaciones de pareja y las sexuales, los modelos de formación de los niños, el rol de la familia… las posibilidades de desbordarse o de caer en un precipicio se hicieron inminentes.

Entonces, un Policía Municipal de Rosario, un hombre alto, fornido, de tez clara, cabellos y bigote rubios, como esos policías rudos de las películas o series “Hollywoodenses”, pero con una mirada amable, en voz baja pero no tímida, pidió la palabra y dijo algo más o menos así:

“Chés, los he estado escuchando y respeto mucho sus argumentos, sus ideas. Yo tengo muchos años de calle, de estar en contacto con delincuentes, con gente necesitada, con niños de la calle. Con gente que la pasa mal. Sólo quiero que se pregunten con quién creen que estaría mejor un pibe abandonado, ¿con una pareja de hombres que se aman y lo quieren o en una de las instituciones que tenemos para acogerlos?”

Se hizo el silencio. Éste se extendió un largo rato, supongo que algunos buscando argumentos para rebatir, otros tratando de rearmar la “estantería” caída, otros simplemente avergonzados o tal vez mirando con admiración a este policía que había transformado su experiencia en sabiduría.

El policía volvió a hablar, y remató diciendo más o menos así: “He vivido muchas administraciones, todas con buenas intenciones, con buenos principios. Pero ¿de qué sirven si no los pueden llevar a cabo? Pensemos en el bien de los niños mientras cada cual ve cómo hacer realidad lo que piensa.”

En resumen, el Policía Comunal de Rosario invitaba a pensar desde los principales “afectados” o “beneficiarios” de las medidas o políticas que se discuten y promulgan, desde la posibilidad práctica, concreta, de poder llevarlas a cabo de buena forma, y desde lo que cada cual está dispuesto a hacer para que esos discursos se hagan realidad.

Es muy importante discutir -de buena forma- sobre los diversos temas -aborto, matrimonio igualitario, adopción, etc, etc- que mueven a la sociedad, y es bueno hacerlo con realismo y considerando qué puede asumir cada cual.

En definitiva, nos invitó en forma simple y amable a hacer un cambio cultural: Mirar la realidad desde las personas, desde lo posible y desde nuestro compromiso personal antes de supeditarla y tratar de adaptarla a nuestras creencias (abstractas). Toda una lección.