El libro El auge de los robots, Martin Ford, aborda el complejo escenario que rápidamente está creando el masivo reemplazo de trabajadores –muchos calificados- por robots.

Texto de Rafael Guiloff

Martin Ford es un empresario tecnológico y comentarista en tecnología de las más importantes revistas de los EEUU. En este libro Ford apunta a la amenaza, ya presente, de la acelerada sustitución del trabajo humano por el de máquinas dotadas de inteligencia artificial y los escenarios previsibles en estas circunstancias.

Las máquinas, presentes en la industria desde hace trescientos años o más, acostumbraban a ser herramientas que mejoraban la productividad del trabajador. Ahora las máquinas son trabajadores. Un aparato dotado de inteligencia artificial y capaz también de aprender y desarrollar algoritmos nuevos para incrementar sus capacidades, lo puede hacer todo sin la asistencia de participación humana.

El problema económico que suscita el reemplazo de los trabajadores por máquinas es que, según Martin Ford, rompería el círculo virtuoso de la productividad del trabajo humano: salarios crecientes y aumento del gasto de los consumidores.

Esta tendencia ya es observable en los EEUU donde, según estadísticas oficiales, en términos reales, la participación de las remuneraciones que, hasta mediados de los años ’70, seguía una tendencia creciente, paralela a la de la productividad del trabajo, desde esa época se ha estancado, no registrando casi crecimiento alguno, en tanto la productividad no ha interrumpido su crecimiento.

La mayoría de las tareas, de una u otra manera, son rutinarias y predecibles, no son realmente creativas, siendo así susceptibles de ser desempeñadas por máquinas. Casi no hay sectores productivos donde las máquinas no estén incursionando o estén por incursionar. A diferencia de los aparatos meramente mecánicos, los dotados de inteligencia artificial pueden hacerlo mejor y más eficientemente que los humanos.

Las tareas que se suponía más difíciles de rutinizar, desempeñadas por los humanos con las mayores calificaciones, gracias a los avances de los algoritmos utilizados, pueden ser realizadas ahora por máquinas.

Un ejemplo de esta tendencia es el caso de Wall Street, el centro financiero de los EEUU, que en 2000 empleaba a 150.000 personas y en 2013 había bajado a 100.000, aumentándose exponencialmente el volumen de las transacciones en ese período. Por otra parte, en la industria, a nivel global, entre 1995 y 2002 desaparecieron 22 millones de puestos de trabajo. Según el autor, hay dos sectores en los cuales, hasta ahora, se están defendiendo mejor de la sustitución por equipos inteligentes, cuales son la educación superior y la salud. Se aprecia la resistencia de estas áreas en los costos crecientes que ellas muestran.

A diferencia de otras grandes revoluciones en el tipo de empleo en la historia humana reciente, como cuando el trabajador agrícola se convirtió en operario industrial y esté pasó a ser ejecutivo en el área servicios, las máquinas o robots no abren nuevas opciones de empleo, las sustituyen y no dejan ventanas abiertas para que el trabajador se reinvente y se desarrolle en otro tipo de trabajo. Económicamente esto es fatal para un sistema económico como el que conocemos, donde las remuneraciones por el trabajo se convierten en consumo de los objetos producidos por las industrias, haciendo que estas subsistan y se desarrollen. Así, el empleo es el mecanismo principal mediante el cual el poder de compra se distribuye.

En un mundo donde casi no habría trabajadores humanos, muy pocos recibirían salarios y solo una parte exigua de la producción podría venderse, excepto a los más ricos, a los dueños del capital. No obstante los dueños de altos ingresos, siendo relativamente pocos, no comprarían las grandes cantidades de objetos que las fábricas están en condiciones de producir. Esta proyección lleva a Ford a puntualizar que la solución de un futuro productivo y laboral dominado por las máquinas sería instituir una remuneración base a todos los ciudadanos. De esta manera, la gente tendría ingresos como para consumir y las industrias tendrían a quien venderle sus productos. De no buscar una solución a esta situación de un futuro sin trabajo, la mayoría de la humanidad quedará deprivada de derechos y de recursos.

Coincidentemente con estas poco optimistas proyecciones de “El Auge de los Robots”, recientemente Jack Ma, fundador de la mayor empresa global de comercio electrónico, Alíbaba, advirtió que la sociedad tiene que prepararse para décadas de sufrimiento debido a la irrupción de internet en la economía y que el mundo tiene que cambiar los sistemas de educación y resolver cómo trabajar con robots, para ayudar a suavizar el dolor causado por la automatización y la economía de Internet, que está impactando a todas las industrias.

Pareciera que, en un futuro no muy lejano, los humanos tendremos muy poco que hacer en las actividades productoras de bienes y servicios y como consecuencia de ello, las fuentes de ingreso de las personas serán muy escasas. La esperanza está en que los robots nos ayuden, abriendo un espacio para que nos relacionemos mejor entre nosotros, libres de las cotidianas tareas materiales. La pregunta es: ¿A cuales escenarios posibles conducirán estas tendencias?