En el texto de la dramaturga Leyla Selman están presentes tres vertientes de nuestra cultura popular: Violeta Parra, en cuyas décimas se inspira la obra; el mundo social que en Chile muchas veces se esconde o ignora: la condición de huacho, el desamparo, la marginalidad, simbolizado en la ausencia de algunos de los padres; y una arista de la chilenidad a través de la música y el baile folclóricos.

Y si a esto se suma la mirada sensible y penetrante de una mujer y dramaturga sobre la sociedad actual y la hábil claridad y firmeza del destacado director Rodrigo Pérez, se logra un montaje vital que llega a través de la palabra hablada y del cuerpo actoral, pero también por los ecos que provocan las resonancias musicales y la danza.

Un trabajo de la cia. TeatroReconstrucción, de Concepción, cuyo despliegue en escena tiene como soporte a siete actores, tres bailarines, un músico y dos técnicos.

Con todo el elenco siempre a la vista, la puesta en escena dispone de un narrador que marca las etapas principales de un relato con aires de documental, coreografías, música en vivo y discursos que buscan atrapar emociones y razones.

Y una historia: un joven con una sola misión-obsesión en su cabeza -ser una estrella mundial del ciclismo, su fortaleza y debilidad-, cuyo entorno familiar y vecinal lo zarandea aprovechándose de su ingenuidad e inmadurez.

Intensidades y variantes

Por lo veloz que es, a este joven lo apodan “El pájaro de Chile”, título de la obra que también, tal vez, se deba a que el único recuerdo que tiene de su madre -que abandonó el hogar y a su padre-, es un libro con las décimas de Violeta, voz y canto del país.

Demás está decir que la pobreza familiar y sus consecuencias facilitan la manipulación de este personaje y sus deseos de una vida distinta, especialmente, a través del papá, el verdadero protagonista de la obra, interpretado por Patricio Ruiz.

"El pájaro de Chile" | Juan Ríos Molina
“El pájaro de Chile” | Juan Ríos Molina

El actor tiene intensidad y refleja en su cuerpo una procedencia social como también una evolución dramática sin histrionismos ni excesos.

Su rol avasallador alude a una sencillez llena de frustraciones y prejuicios, confusiones, lucha interna por la forma de enfrentar el mundo que lo rodea, con debilidades que se confrontan con sus fortalezas, amor, desamor, ambiciones desmedidas…

El elenco funciona bien en lo colectivo y coral; la danza, en tanto, asoma como un curso paralelo que parece faltarle algo para entroncarse o independizarse del cuerpo de la obra.

La propuesta en música y canto, de Cristóbal Troncoso, es de primer nivel: refresca y vitaliza, sugiere presentes y atrapa lo ancestral y mítico: son ritmos y variantes sonoras que aluden a colores y valores trascendentes, que envuelven lo sicológico y las emociones.

Algo de esto tiene también la sorpresiva, funcional y simbólica utilería de la obra: bancas de madera que el elenco ocupa, trabajadas con cuidado y conservando su color natural… y su misterio. Un acierto.

C. C. Gabriela Mistral (Gam). Alameda 227. Viernes a domingo, 19.30 horas. Enteada general $ 5.000; estudiantes y tercera edad $ 3.000. Hasta el 30 de Abril.