A diferencia de Europa, el cine de arte y ensayo persiste en América Latina con directores que aportan una mirada genuina, según Édouard Waintrop, delegado general de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, que este año seleccionó cuatro cintas latinoamericanas.

Pájaros de verano, de los colombianos Ciro Guerra y Cristina Gallego, abrirá el 9 de mayo la sección, que también exhibirá Los silencios, de la brasileña Beatriz Seigner; Cómprame un revólver, del mexicano Julio Hernández Cordón; y El motoarrebatador, del argentino Agustín Toscano.

A fines de marzo, Waintrop habló con la AFP en Toulouse (sur de Francia), en una entrevista en que repasó la historia de la Quincena -una sección no competitiva creada a raíz de Mayo del 68 para desmarcarse de la competición oficial-, y alabó el cine latinoamericano.

Pregunta: ¿Qué destacaría de los inicios subversivos de la Quincena?

Respuesta: Justamente, lo que ha desaparecido, su efervescencia. La Quincena nació adosada a un movimiento mundial del cine, a la par con un movimiento político. La gente quería cambiar el cine y el mundo. Era una época en que el cine se devoraba, era la principal actividad de ocio.

P: ¿Queda algo de ese espíritu fundador?

R: Lo único que mantiene es su libertad respecto a las instituciones masivas de cine. Sigue siendo francotiradora.

Pero su libertad es frágil, vigilada. La sección oficial querría desembarazarse de la Quincena. En cualquier caso que no tuviera la misma independencia.

P: La Quincena puede jactarse de haber descubierto a directores como Martin Scorsese, Ken Loach y Sofia Coppola. ¿Cree haber revelado a cineastas de la misma talla?

R: Hay quienes ya habían llegado a un cierto nivel y que fueron rechazados por la sección oficial de forma alucinante. No, por ejemplo, de Pablo Larraín. Sobre los nuevos cineastas, puedo apostar por Thomas Cailley, Jeremy Saulnier y, por descontado, por Damien Chazelle (“La La Land”).

P: ¿Cómo evalúa el cine latinoamericano?

R: Hay una persistencia de un cine de arte y ensayo que en Europa o bien está cayendo en un exceso artístico o bien busca adaptarse al público.

En América Latina, todavía hay directores con temperamento e incluso por descubrir (en Europa), como Francisco Lombardi.

Si miramos a Sebastián Lelio, Pablo Larraín o la nueva ola argentina y la comparamos con la precedente que es la de Francisco, vemos que hay una continuidad. Hay unas capacidades increíbles para hablar de la realidad tomando sendas formidables.

P: ¿Cómo organiza su misión de selección de filmes?

R: Recibimos unos 1.500 filmes, aunque yo sólo veo parte de ellos. De estos, veo un 30% hasta el final.

Es una pena que vendedores y distribuidores se olviden de que empiezo a ver las películas en agosto: en ese momento las veo todas de principio a fin. Me parece una idiotez que la gente, por el hecho de que no quiere sufrir demasiado tiempo, nos traiga las películas en el último momento. Entonces se procede al sacrificio de filmes, porque no podemos verlos en buenas condiciones.

P: En su primera edición, la Quincena contaba con 65 filmes. Este año, sólo 20.

R: Los espectadores han cambiado. En esa época veían 5 filmes al día.

P: ¿Por qué se va después de siete años al frente de la Quincena?

R: Porque me dijeron que me fuera. Creo que era demasiado independiente (respecto a la Sociedad de Realizadores de Filmes (SRF) que organiza la Quincena, ndlr).

P: ¿Cree que en el futuro la Quincena creará un premio?

R: Yo era contrario a ello. Como hay premios para todo, la gente sólo recuerda la Palma de Oro. Tienen razón, es el único que debería existir.

Pero estoy seguro de que mi sucesor (el italiano Paolo Moretti, ndlr) acabará por ceder. Si no es este, será otro.