El argentino Nahuel Pérez Biscayart no anhelaba ser actor: la interpretación fue un fortuito salvavidas con el que surcó la adolescencia. De ahí, se dejó llevar por la corriente hasta desembarcar gloriosamente en Cannes, con el filme “120 pulsaciones por minuto”.

Su figura menuda engaña. De enormes ojos azules, el actor de 31 años camina dando pequeños saltos, como si danzara, desbordando una vitalidad magnética. “Soy un tipo que hace de todo sin saber por qué”, confiesa sonriente, al día siguiente de ser recompensado como mejor actor en los premios del cine francés de la prensa extranjera.

Pérez Biscayart también está nominado como actor revelación en los César, los “Óscar franceses”, por el mismo papel en “120 pulsaciones por minuto”, del francés Robin Campillo. En él, interpreta a un enfermo de sida, militante en una asociación que en los años 90 lucha porque la sociedad deje de ignorar esa epidemia.

La película ganó el Gran Premio del Festival de Cannes y es la favorita de los César, junto a “Nos vemos allá arriba”, de Albert Dupontel, y coprotagonizada por… Pérez Biscayart.

En este filme taquillero en Francia, el actor desempeña el papel de un soldado de la Primera Guerra Mundial, que habiendo perdido su boca, se reinventa fabricando unas máscaras dignas de la Comedia dell’Arte.

Estos dos roles hicieron del argentino el “actor del año”, según el semanario cultural Télérama.

El detalle que lo cambia todo

Ambos personajes “son precursores en su época. Protagonizan actos heroicos sin que los filmes lo cuenten de esta manera. Esto me gusta mucho: cómo una pequeña decisión en tu vida puede cambiarlo todo”, explica.

Asegura que su destino lo guía el azar, como cuando durante una breve estancia en Francia recibió una inesperada llamada de la directora de casting de “120 pulsaciones por minuto” para proponerle el papel de Sean.

“Soy un pez, me dejo llevar”, asegura. Una flexibilidad que lo ha convertido en un actor global, abierto a rodar bajo las órdenes de cineastas argentinos como Fabián Bielinsky (“El aura”) y Pablo Fendrik (“La sangre brota”), pero también de Alemania, Bélgica… hasta el punto de lanzarse en una película sin hablar la lengua.

Sucedió con “Au fond des bois” (2010), del francés Benoît Jacquot. Interpretaba a un hombre de los bosques, que hablaba una especie de dialecto inventado. “Escribía anotaciones que pegaba en las paredes, ya que no comprendía qué decían mis compañeros de reparto”, recuerda.

Más tarde, en París, solo necesitó tres meses para dominar el francés, que sumó al inglés y a sus nociones de chino, ruso y alemán.

La supervivencia del viajero

Pérez Biscayart, nacido en Buenos Aires, carece de domicilio fijo. “Ahora paso mucho tiempo en Francia debido a las dos películas. Tenía una pequeña base en Argentina, pero cada vez menos porque viajo mucho”.

Viajar “es como una supervivencia continua. Hay algo que me inspira y me hace sentir más vivo”, dice, en francés.

Ese mismo impulso vital lo condujo a descubrir el arte dramático, cuando trataba de sobrevivir a la adolescencia en un “colegio muy triste” argentino, en el que pese a todo sacaba “las mejores notas”.

En esa etapa de “transición, la sociedad te trata de formatear. Yo sufría mucho, entre los seres humanos no sucedía nada”. Se apuntó a un taller de teatro: “Allí nos podíamos mirar los unos a los otros. Había vida”.

“Aprendí a seguir mi instinto”, a improvisar, agrega.

Por ello, años después disfrutó a lo grande rodando “Nos vemos allá arriba”, donde llevar una máscara fue como una liberación.

“Hoy en día todo se centra en la mirada, en la belleza del rostro de los hombres y sobre todo de las mujeres ¡menuda carga!”.

Llevar una máscara va “contra todo lo que quiere un actor y me pareció algo formidable”. “Si prohíbes una parte de tu cuerpo, la otra se enciende”.

Cita con Almodóvar

Traumatizado por la muerte de un amigo en un accidente, Pérez Biscayart cambió de colegio para estudiar Bellas Artes. Pero un anuncio en un tablón para participar en una serie de televisión le llevó a los 16 años a lanzarse como actor.

“¡Me van a pagar para ser libre!”, asegura que pensó.

El próximo en retribuirlo, ¿podría ser Pedro Almodóvar? Ambos se vieron en Madrid hace unos días. “No puedo revelar los detalles” del encuentro, dice enigmático.

Por ahora, Pérez Biscayart lee varios guiones “mexicanos, brasileños, argentinos”. Hollywood le tienta, pero también “Corea, Rumanía, Rusia, Congo… depende del proyecto, no de la nacionalidad”.