La obra, un clásico de la dramaturgia italiana, fue escrito en 1931 (en plena época del fascismo) por Eduardo de Filippo (Napolés 1900, Roma 1984).

Brunella Giolivo
Brunella Giolivo

La obra transcurre entre vísperas y los días posteriores de Navidad. Una festividad que debiera unir las familias, hacer aflorar los mejores valores y sentimientos, los mejores deseos y sueños. Pero en este rito, la formalidad no logra mantenerse y las grietas empiezan a mostrar las grietas, las fracturas familiares y humanas ocultas tras las formas. La formalidad y los ritos pasan a ser una forma de “ocultamiento”, de incomunicación.

En Natale in Casa Cupiello aflorar las obsesiones, las pequeñas cosas a las que se aferran estos seres vulnerables para darle sentido a sus vidas. Afloran los conflictos, rompiendo las formalidades, las apariencias. Todo ellos generando una sensación de que, a pesar del histrionismo y de un texto obsesivo y redundante que no para, la incomunicación prevalece. Que las cosas se quedan en las formas, en lo superficial.

Antonio Latella (director) propone una obra donde los tres actos de ésta son abordados en forma muy diversas, unidos por un texto potente.

Así, en el primer acto, delante de una estrella fugaz gigante que ocupa todo frente del escenario, aparecen todos los actores de negro, con los ojos vendados, inicialmente de espaldas, delante de la estrella. Salvo el padre de familia, vestido todo de blanco, de frente, mirando al público. Un mundo que gira en torno al “pater”, al macho. Este acto, en que los actores de negro se van dando vuelta y se van sacando la venda a mendida que les toca hablar en forma individual, en el que sólo hay texto y declamación, nos recuerdan escenas (de teatro como de denuncia en la realidad) de Derechos Humanos, de teatro político.

En el segundo acto, desaparece la estrella (que estaba muy cerca del borde del escenario, dejando poco espacio a los actores), dando profundidad al escenario. En este acto todo es movimiento, parece casi teatro callejero, con música fuerte, con una suerte de carruaje fúnebre tirado por la madre y, pocas veces, por el padre.

El tercer acto (luego de un intermedio) los personajes están vestidos (hombres y mujeres) de negro, en una mezcla de “infanta Margarita” de luto, pintada por Martínez del Mazo, y monja (un traje de austero negro pero con una gran “caja” para darle volumen a la parte inferior del traje). Salvo el médico, de negro, y el padre de familia, semidesnudo sobre una suerte de “cuna” de un pesebre. En el acto prevalece el canto (ópera), donde la forma no calza con el contenido (muchas veces irrelevante o sin sentido).

Los tres actos presentan lenguajes diversos, resaltando la potencia del texto y que, más allá de las formas y del tiempo, hay temas esencialmente humanos que trascienden.

Natale in Casa Cupiello es una obra napolitana, con expresiones y un lenguaje local. Y sin lugar a dudas, más allá de la inclusión de un pasaje del Barbero de Sevilla y a la ópera, hay una serie de otras referencias culturales (como la atmósfera del tercer acto, que rememora al Caravaggio y a esa España oscura, feudal, tan proclive al luto) que sólo captamos parcialmente.

Larga y a ratos agobiante (como pueden ser las relaciones familiares), Natale in Casa Cupiello muestra, en clave “napolitana”, problemas universales, invitando a reflexionar en las diferencias culturales dentro de Occidente (por ejemplo comparándola con la obra King Size, de Suiza, que también se presenta en Santiago a Mil 2018) como dentro de la misma Italia.

Resulta sobresaliente la densidad de contenido y contemporaneidad, sin renunciar al sentido original de la obra, que logra Antonio Latella con el texto de De Filippo. Así surgen, por ejemplo, temas de género, la precariedad material oculta por las formalidades, la incomunicación, todo ello planteado con referencias culturales profundas.