Una obra de danza contemporánea donde lo teatral asoma como una presencia abarcadora, profunda e integral, no sólo por recurrir a la palabra hablada y a textos proyectados, sino porque cada movimiento asume una delicada función narrativa, correlacionada con las proyecciones y la tecnología.

Toda la fuerza de la cultura africana, tan influyente en todo el mundo, destella a través de una enhiesta bailarina y coreógrafa, Germaine Acogny (London Dance and Performance Award; Bessie Award de Nueva York), tal vez más acentuado por los contrastes que abundan.

Porque el título de esta producción de Senegal-Francia sugiere volver a algún instante o punto del lugar que se inicia la vida de la coreógrafa, el origen, su génesis.

Sin psicoanálisis ni regresiones hipnóticas, sino con el recuerdo de sus familiares, especialmente, de la abuela, y con la información instintiva que conservan los genes.

Una travesía con soportes extremos en constante enfrentamiento y complementación, como ocurre cuando asoman lo sagrado y lo pedestre, las aristas de la danza tradicional y las técnicas contemporáneas.

Cronología originaria

Una cortina de hilos metálicos separa la boca del escenario de un espacio intermedio entre pantallas con retroproyecciones humanas y urbanas, alta tecnología que dibuja-desdibuja cierta realidad.

Forman parte de una propuesta, tal vez por eso especialmente innovadora, que deja de lado el frenesí del movimiento visible para que la garra de las pasiones se tense desde el interior del alma y del cuerpo.

La sencillez y naturalidad del comportamiento corporal de la protagonista son instrumentos para conectar una historia personal-familiar tormentosa con la ancha y trágica historia universal de la humanidad.

Así, el primer contacto con la abuela y su palabra –desde que en primer plano lee y escribe en páginas invisibles- provoca en el espectador resonancias que sólo se pueden sentir como el impulso vital que se ha conservado en total silencio.

Este fragmento de la identidad personal, poderoso, delicado y emotivo, además de encender el botón de partida de una cronología lejana, parece estar siempre conectado con la tragedia como habitante de un continente inmensamente rico, saqueado por los países europeos y que, pese a todo, conserva sus raíces.

De ahí en adelante, desde lo remoto al presente la línea del tiempo seguirá avanzando y se manifestará complejas, como cuando dos cojines son golpeados en el suelo hasta que la plumas explotan en el aire como pequeños seres reventados por la ira.

Mikaël Serre, el director franco-alemán, nunca apura el relato, incluso destaca, las pausas y las imágenes congeladas. Menos cuando se anuncia que ve la luz la protagonista, Germaine Acogny.

Matucana 100. 10, 11 y 12 de Enero, 19.00 horas. Entrada entre $ 10.000 y $1 4.000.