Esta semana llegó a la cartelera local Poesía Sin Fin, el último filme de Alejandro Jodorowsky, el mismo que tuvo un notable estreno y positivo recibimiento en el Festival de Cannes de este año. Luego de un año viajando por el circuito, la película finalmente aterriza en Chile, donde fue rodada.

La cinta se ubica como una suerte de continuación del anterior filme del chileno, La danza de la realidad, donde el espectador conoce pinceladas de la infancia de Jodorowsky en su natal Tocopilla. Ahora, en Poesía Sin Fin, vemos al autor en su adolescencia, primero como estudiante secundario y luego como alumno del Pedagógico.

"Poesía sin fin"
“Poesía sin fin”

Al momento del estreno, en Francia, en pleno Festival de Cannes, Jodorowsky habló de estos pasajes de su vida para explicar el filme. Parte de esa conversación la publica hoy La Tercera, en una entrevista donde el cineasta reconoce que fue “torturado” por sus compañeros de la época en el Liceo de Aplicación, por ser judío.

En esa época, Chile estaba aislado del mundo. Veían la Segunda Guerra Mundial como si fuera un partido de fútbol, con banderitas: la mitad de Chile estaba con los aliados y la otra mitad con los nazis. Medio Chile, entonces, era nazi. Y yo lo sufrí: me hicieron sentir la condición de judío en el Liceo de Aplicación, donde me torturaban psicológicamente por eso“, contó el cineasta.

Luego, continúa explicando este desconocido pasaje de su vida: “Lo peor es que yo vine a saber que era judío ya de grande: mi padre me lo ocultó siempre y él se hacía pasar por ruso (Jaime Jodorowsky, su padre, era judío-ucraniano). Nunca nos dio, tampoco, una educación religiosa. La primera vez que ocupé un pupitre del Liceo de Aplicación, comprobé que nadie se venía a sentar conmigo”.

Afortunadamente para Jodorowsky, el episodio fue superado con los años:  “Tuve que luchar contra todo eso durante seis años hasta que finalmente llegué a ser presidente de curso. Pero en medio, me pasó de todo. Me acuerdo que engordé mucho y llegué a pesar 100 kilos a los 14 años. No me dejaban saltar la vara en el patio principal del colegio, porque era judío y porque además era gordo. Hasta que hablé con el director. Finalmente empecé a saltar todos los recreos y siempre me caía, provocando la risa y burla generalizada, pero finalmente lo conseguí”.