El destacado músico, compositor y creador del estilo TaTap para guitarra, parte en una nueva y larga gira que lo tendrá dos meses.

La gira parte el 5 y 6 de octubre en Budapest, Hungria, para ir luego a Viena, Austria, y con las ciudades alemanas de Worms, Dortmund, Düsseldorf y Berlin. El 24 de octubre estará en la Feria de la Música en Shangai y termina el 3, 4 y 5 de diciembre en Japón, invitado a tocar con la Orquesta Filarmónica Geidai de la Universidad de Tokio.

Desde hace muchos años Andrés Godoy se presenta en diversos escenarios de Europa y, hace cuatro años, en varios países de Asia. Sin embargo, hace casi un año y medio, tuvo que suspender la gira del 2015 por una grave dolencia en su hombro izquierdo que le hizo perder casi completamente su movilidad (es importante tener presente que Godoy perdió su brazo derecho en un accidente cuando era adolescente).

Luego de un largo y trabajoso proceso de recuperación, Andrés Godoy parte en una nueva gira.

A continuación, adjuntamos una carta de Andrés Godoy en la que escribe sobre su gira, sus luchas y motivaciones.

Afiche gira, Andrés Godoy (c)

Carta de Andrés Godoy

Never Give Up Tatap Tour 2016 es el título que Huang Chia Wei (de Taiwan), el productor estrella del Fingerstyle Asiático, le dio a mi próxima gira. El mágico, trabajólico y budista Chia Wei me ha llevado 4 años seguido a China, Japón, Malasia, Taiwan, Hong Kong.

A mis 62 años, le he hecho empeño a todo lo cultural-musical a mi alrededor. Algunos dicen que soy maestro, inspiración y motivador anónimo de varias generaciones de creadores de norte a sur del país, pero estoy lejos de creerme una pizca de eso. Soy un porfiado nomás y no sé hacer nada más, soy un inútil en cualquier otra cosa. Admiro a los jardineros. Hago lo que hago porque lo quiero hacer, si no lo hiciera estaría en depre….

Pero la verdad, soy un total desconocido para la mayor parte de los chilenos, como muchos otros artistas compatriotas (sin ser patriotas en el sentido facho). Lo que pasa es que lo cultural está al final de las necesidades, no es parte de la canasta de ningún político, ni de los ricos del país. Para ellos la cultura es la cultura del dinero, de los “arreglines”; el país está en deuda con la cultura nacional, somos un país que apenas sabe leer. Más allá de las estadísticas Ocde, nos hemos ido transformando en analfabetos en la sensibilidad, expertos en ponerse en los zapatos de otros.

A mi edad, una persona “normal” soñaría con jubilarse entre tecitos, mates, vacaciones y juegos de carta. Sin embargo es mi corazón el que empuja, es ese niño que aún habita en mi viejo y gastado cuerpo y que sabe que la armonía y la felicidad son hechos reales porque los sintió, los vio, los amasó en los ojos y las manos cuando cabro chico y simplemente tiene la convicción de que existen. En un niño la felicidad es ciencia, después cuando crecemos nos pasamos toda la vida tratando de repetir esa experiencia y, justo al revés, ese sentimiento genuino de la niñez se aleja más y más de nosotros y nos vamos poniendo más y más tristes, desheredados de toda alegría, de todo orgullo, de toda sabiduría y

Me acuerdo que en octavo básico a veces me atrevía a salir adelante del curso y tocaba con la boca así, como ahora se hace con beatbox, canciones de Los Shadows, por ejemplo, o de Tijuana Brass, Jerry Lee Lewis, los Beatles. Para la época eso era ser peor que un harcorethrash. De hecho, mi segundo apodo fue “electrónico“, no por como entendemos lo electrónico, sino por mi habilidad para imitar los sonidos de los instrumentos. Era muy divertido hacer con la boca guitarras, baterías, trombones….

Así es la cosa en mi barrio: mientras en el patio de mi casa toco “Sputnik” preparándome para la gira, haciendo ejercicios, la vecina del lado derecho escucha reggaeton y la del izquierdo Leo Dan a “todo chancho“. A veces, por allá atrás, suenan los Jaivas….. Cuando se vive en la “pobla”, esa es la ley. Si tienes un equipo moderno dale al máximo, si te compraste un autito, ocupa toda la calle, mata a tu vecino.

En realidad esa manera de ser, esa cultura del éxito de tener cosas, de acumularlas, es la que nos está volviendo locos, “zombies”. El que tiene quiere y acumula más, el que no, se esfuerza por salir de abajo. Muchas veces a eso le llaman emprendimiento. Muchas veces a eso le llamo codicia. Este es un país donde la codicia se apoderó de todos nosotros.

Mira esta canción: Hija-jo la compuse hace 31 años atrás, en plena dictadura, para mis hijos Celeste (psicóloga) y Bruno (baterista y compositor de Sinergia). Les hice esa canción como una canción de cuna aquí, en esta misma casa en (la comuna de) La Florida baja. Ahora tiene seguidores en Youtube. Me da risa tanto afán por tener seguidores. Las canciones florecen y si tienen semilla dejan huellas. Todo ha sido pura autogestión, todo el rato autogestión, no dejarse vencer porque no te pescan, o dan bola, porque no te tocan en la radio, ni menos te invitan a la tele, autogestión para combatir la tontera existente y mantenerse vivo sin renunciar a lo que amas.

No esperaba mejorarme del último colapso que me dio en abril del 2015. Se me cortó el tendón del hombro izquierdo: “Noooo, es mucho, como tan mala “cuea””, pensé. Fue tragicómico, era para llorar y reir, me la comí entera, pero no me eché en los huevos o en las lágrimas. Vi varios documentales de personajes de una fuerza interior descomunal, titánica. Necesitaba ver si al menos podía descubrir, aunque fuese con microscopio, una paliducha sombra mía en lo que ellos hicieron. Hellen Keller, Michel Petrucciani, Pat Martino, Django Reindhardt, Gabriella Brimmer, Braille, Hawkings entre otros, fueron los que, con sus batallas, sus porfías, y mi familia y unos pocos amigos de corazón, los que me re-inyectaron convicción, creatividad, pasión. Sin duda yo tenía dosis muy pequeñas de esas fuerzas que empujan y empujan, pero saber de esas historias me convenció de que debía cuidarme, recuperarme y volver, no importa cómo, pero volver al camino. Por eso encuentro raro que a mi edad y desde tan lejos, justo desde el otro lado del mundo, haya personas capaces de verme e invitarme.

Desde que empezaron a invitarme a festivales de fingerstyle en Alemania, Italia, Francia, Austria, hace 10 años atrás, no he parado. Cada año voy dos veces a hacer conciertos, masterclass en teatros, cafe, fests, universidades, colegios… no paro.

Y, acá en Chile, inventamos con el Mauricio Padilla y Bruno Godoy la Escuela de Producción Musical (EPM) para cabros solistas, bandas emergentes, de comunas y regiones en Balmaceda Arte Joven.

Hace 4 años se agregó a esa ruta de Europa, la de Asia, con teatros llenos de chinos o japoneses, malasios o taiwaneses escuchándome. Normalmente son teatros pequeños, de 400 personas. Quizás no es mucho, pero para mí eso es multitudinario, son como miles. Aquí en Chile no van 30 personas si hago una tocata. No me quejo, es una simple y asumida constatación, por eso acá, para sobrevivir, para “parar la olla”, me dedico mucho a la gestión, la asesoría cultural y a la producción musical. Soy más conocido como gestor o productor que como músico. De hecho, ahora estoy organizando una Fundación. Sé que no me queda mucho hilo en el carrete y me gustaría dejar algo organizado para mucho talento anónimo que anda por ahí y que no se dan cuenta que esos programitas de la tele como “The Voice” y otras tonteras les hacen pebre la imaginación y la creatividad a los cabros.

Ahora voy de nuevo a Europa. Parto con sendos conciertos el 5 y 6 de octubre en Budapest. Luego vienen Viena, Worms, Dortmund, Düsseldorf y Berlin.

Y de ahí, el 24 de octubre, parto a la Feria de la Música en Shangai y termino el tour el 3, 4 y 5 de diciembre en Japón, invitado a tocar con la Orquesta Filarmónica Geidai de la Universidad de Tokio.

Ese ojo, el ojo de afuera que mira desde tan lejos y te ve y le da valor y respeto a lo que haces, eso podría ser considerado casi un milagro. Pero no es así, para mi es justo una coincidencia universal, entre alguien que tiene un sitial de maestro en el mundo y alguien que trabaja anónimamente, sin esa aspiración. Y, de pronto, ese ojo, esa conciencia, se cruza con ese trabajo que puede ser el tuyo o de otro y abre una puerta para que lo que haces se desarrolle y explote. Pero hay que estar atentos, porque justo ahí aparecen las pirañas, los “amiguis”, todos esos que siempre te dieron la espalda o te chaquetearon: Chile está lleno de esa plaga.

Hay un profe de música brillante en Chiloé, el Pato Rebolledo, que está haciendo una revolución en la educación desde las puras ganas y la inventiva personal. Y aquí en Santiago “no pescan”. Incluso se atrevió a pedir tipo crowdfunding -pero directo- para comprar instrumentos para los niños.

Esas burocracias que trabajan en los ministerios dan pena, los pobres viven en mundos de estadísticas, papeles, reuniones, comisiones y promesas que no se cumplen. Esa historia, como la historia del Christian Gálvez o del Orión Morales, de Igor Saavedra o del Mauricio Garay Cid, que hacen patria desde sus talentos, desde sus maravillas, deberían cuidarse má. Pero nuestra política cultural es demasiado ciega.

Admiro a personajes como Huang Chia Wei, Peter Finger que se juegan por molinos de viento. Ellos han inventado nuevos circuitos musicales, nuevas tendencias y tengo la inmensa fortuna de circular por allí.

Me llamó el maestro Isao Matsuchita, director de la Facultad de Música de la Universidad de Tokio, Director de la Orquesta Filarmónica Geidai, Presidente de la Liga de Compositores de Música de Vanguardia de Japón. Hace unas semanas atrás, don Isao vino a Chile tres días. Nos encontramos y arreglamos lo que será mi presentación en Tokio en el final de la gira y tuve la oportunidad de conocer la humildad, la simpleza de un sabio…. maravilloso. Lo recibo como un regalo de la vida, como una señal de que hay personas que siempre podrán verte, aunque estés hundido en el abismo. Pero si en esa derrota aún te queda algo de poesía, pasión, convicción, será esa energía la que te regresará al camino de la creatividad y el empuje hacia la armonía, hacia lo bello, hacia aquello que te emborracha como si fuese el paraíso y que te hace sonreír como un niño a tus 62.

Andrés Godoy (c)

Sputnik

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