La crisis por la marea roja no sólo golpea a las familias de la Isla de Chiloé, sino que a muchas otras comunas y pequeñas localidades que basan su diario vivir en la extracción de productos del mar. Bahía Mansa es una de ellas, tal como otras caletas del litoral osornino, donde sus habitantes hasta la fecha se encuentran de brazos cruzados al no existir especies que extraer, pero también por la desconfianza instalada en el consumidor.

Hasta la fecha, cerca de 200 personas llevan comiendo más de diez días en una olla común en el galpón de la caleta, a pasos del muelle, que sólo muestra lanchas en reposo, en una tensa calma ante la incertidumbre sobre la duración de la catástrofe.

Si bien han sido los pescadores los que mediáticamente han aparecido como los más afectados, cierto es que hay otros grupos vinculados a la recolección de productos del mar que también lo pasan mal.

Tal es el caso de las recolectoras de orilla, que por estos días lo único que tienen son las ganas de salir a trabajar, pero no pueden hacerlo al contaminarse por primera vez, dicen, las algas que recogen, en un precario trabajo para el cual sólo cuentan con sus manos y un saco, según relató Ernestina Pailapichun, una de ellas.

Para los pescadores, el problema no es el bono, pues finalmente están conscientes de que el dinero se acaba; la oportunidad aparece con otras pesquerías actualmente en veda, como la Mantaraya.

Más aún cuando, según sus cálculos, no más de diez personas han recibido el beneficio de $750 mil pesos del Gobierno, incluso un vendedor de leña, cuestión que más que molestia les causó risa.

Según Marcos Estrós, presidente del Sindicado de Trabajadores de Bahía Mansa, los bonos son solo un paracetamol para la gran enfermedad que sufre el mar, que aseguran no es por marea roja, sino por la contaminación.

La liberación por un tiempo de la captura de la mantaraya se ha apropiado de la discusión entre los pescadores, tal como lo hacían junto a un bote pesquero, el cual reparaban con la mirada puesta en la posibilidad de que algún día pueda salir a la pesca.

Según sus cálculos, si es que Sernapesca autoriza un tiempo su captura, podrían subsistir hasta ocho meses, superando la crisis.

Para Marcelo Guzmán, secretario del sindicato de pescadores, se debe hacer la diferencia entre los pescadores, principalmente de acuerdo al tipo de embarcación y la distancia en la que pescan.

Y es que las cuotas de pesca son regionales, como la mantaraya, por lo que también están en desventaja al no poder salir mar adentro por lo frágil de sus botes. De ahí a que piden que la liberación de las pesquerías sean de acuerdo a la realidad local de cada caleta.

Sin embargo, el dirigente reparó en que finalmente es la parcelación del mar lo que provoca el problema mayor, pues como hay determinados sectores autorizados para especies en particular, muchas veces deben salir prácticamente a “robarse” entre sí, para poder subsistir.

Por el momento se encuentran a la espera de la solución del conflicto en Chiloé, de brazos cruzados sin poder trabajar al estar contaminados los moluscos y algas, parte importante de la producción de Bahía Mansa.

Pero también cuentan la incertidumbre de no saber cuándo podrán retomar su vida normal, afectada por un fenómeno natural que nunca antes habían visto, por lo que no creen que sea marea roja, sino por el uso intensivo del mar por parte del sector industrial.