Se dice que el suceso real que inspirara el cuento de hadas de los hermanos Grimm es bastante más tétrico que la ficción y que tiene de todo: envidia, amor frustrado, espionaje empresarial, un feminicidio y para rematar: la bruja no es el asesino. Te invitamos a revisar con nosotros esta versión y a desentrañar la línea que separa la verdad de la ficción.

La historia de Hansel y Gretel es probablemente una de las más populares escritas por los hermanos Grimm, quienes además de lingüistas, investigadores culturales y autores se especializaron en recolectar y publicar las historias del folclor alemán durante el siglo XIX. Entre sus cuentos, famosos en todo el mundo, están La Cenicienta, Rapunzel, La Bella Durmiente y Blanca Nieves.

Ilustración de Ludwig Richter, 1842 (Wikipedia)

Ilustración de Ludwig Richter, 1842 (Wikipedia)

Quién no recuerda aquel pasaje cuando la bruja le pide a Hansel, el cual está enjaulado, que le estire el brazo para ver si ha engordado para comérselo –porque, aparte de corta de vista, era caníbal- y el pequeño astuto asomaba una rama con lo cual la anciana pensaba que no había ganado el peso suficiente. Además del icónico momento de las migajas de pan para marcar el camino, otro episodio bastante más oscuro quedó grabado en la memoria de muchos de los que crecimos escuchando esta historia: cuando los hermanos empujan a la bruja al horno y la queman.

Un desenlace un poco macabro para un cuento dirigido a los niños.

Sin embargo, no hay que sorprenderse demasiado. Cuando los Grimm publicaron la primera versión de estas historias eran bastante más escalofriantes aún, pero luego las revisaron y las “suavizaron” un poco. Si quieres saber más sobre la trama original de dichos relatos puedes leer el artículo Los espantosos orígenes de famosos cuentos infantiles publicado en BioBioChile.

El malvado Hansel

Corría el año 1618, fecha en la cual habría nacido Katharina Schraderin quien se convirtiera en una pastelera famosa por sus tortas y –seguro ya adivinaste- galletas de jengibre. Pero no sólo sus clientes andaban tras sus manjares, otro pastelero llamado Hans Metzler comenzó a cortejarla, pero también a envidiar su éxito.

Katharina nunca se interesó en Hans y decidió cambiarse de ciudad –a su pueblo natal- hastiada de las intenciones de su insistente admirador. Allí, la mujer volvió a hacerse de fama por sus creaciones culinarias, lo cual volvió loco de codicia y desazón al amargado Hans y la denunció en la corte por brujería. Katharina, a quien se le empezó a conocer como la pastelera bruja, fue más adelante liberada por falta de pruebas y regresó a su casa escondida en el bosque. Pero fue seguida por Hans y su hermana Gretel, quienes irrumpieron en su casa y la asesinaron quemándola en uno de los hornos.

Se supone que en 1962 George Ossegg, un profesor y arqueólogo amateur, juntó las piezas del rompecabezas de esta historia, gracias a los resultados de sus investigaciones. Su descubrimiento proponía que los hermanos Grimm se inspiraron en este asesinato originado por la envidia y la rabia de un hombre machista que fue rechazado.

El cuento del cuento

La investigación de Ossegg fue descrita y analizada en más profundidad en el libro “La verdad sobre Hansel y Gretel” (Die Wahrheit über Hänsel und Gretel) de un, en ese entonces, no muy conocido Hans Traxler. Según un artículo de la revista alemana Der Spiegel de julio de 1964 la publicación tuvo un gran eco: 18 casas editoriales compitieron por la licencia del libro, un profesor universitario de Japón pidió comprar los derechos de traducción, los medios hablaban del libro del año, el prestigioso periódico Frankfurter Rundschau lo mencionaba como el primer trabajo arqueológico de hadas en la historia del mundo y Ossegg fue invitado por el departamento de cultura de la ciudad de Recklinghausen a hacer una presentación.

The truth about Hansel and Gretel - Hans Traxler (Amazon)

The truth about Hansel and Gretel - Hans Traxler (Amazon)

Pero el profesor nunca contestó a las invitaciones, porque él mismo –junto con su investigación científica- era un personaje de ficción inventado por Traxler. El hecho es conocido como una de las mayores parodias de la literatura contemporánea, gracias a la cual Traxler ganó el premio Grimm en el año 2012.

Hay ciertos detalles que aparecen en el libro de Traxler que hacen preguntarse cómo la gente creyó esta historia. Por ejemplo, Ossegg supuestamente habría encontrado la casa que habitaba Katharina y hallado su esqueleto, en parte quemado, en un horno. Pero también localizó la receta secreta de las galletas de jengibre en un pequeño cofre escondido en una pared y algunos panecillos carbonizados… hummmmmm.

Por lo demás, se trataba de una receta tomada de un libro de cocina de Dr. Oetker, una compañía alemana que produce polvos de hornear, mezclas para tortas, cornflakes y pizza congelada. Lo cierto es que el descubrimiento parecía muy bueno para ser verdad, con demasiadas coincidencias llamativas.

El libro de Traxler, hoy en día renombrado caricaturista, contenía varios mapas y fotografías que mostraban a Ossegg en distintos lugares como el sitio arqueológico y la casa de la bruja entre otras, pero era nada menos que el autor disfrazado.

Sin embargo, no a todos les pareció graciosa la parodia: según el sitio alemán Frankfurter Allgemeine un abogado lo demandó por fraude y una pareja le exigió que les pagara la bencina que gastaron en un viaje a Spessart (el bosque donde supuestamente estaba la casa de la bruja) siguiendo sus mapas.

En el año 2010 el museo Ulmer, en Alemania, realizó una exposición satírica con las “evidencias” de la investigación arqueológica utilizada por Traxler como unas galletas de jengibre carbonizadas.

Foto María Müssig / Ulmer Museum (del sitio www.swp.de)

Foto María Müssig / Ulmer Museum (del sitio www.swp.de)

En la actualidad la broma de Traxler sigue engañando a blogueros, académicos e incluso medios como el Huffington Post que publicó un artículo el año 2014 llamado “The true stories behind classic fairy tales” (Las historias reales detrás de los clásicos cuentos de hadas) donde dedica un espacio a la imaginaria Katharina Schraderin.