Es difícil que alguna vez antes, un presidente de Estados Unidos haya sido humillado con una descortesía tan grave. Pero le tocó a Barack Obama, en su visita a Riad, la capital de Arabia Saudita, el miércoles pasado.

Su Majestad, el rey Salman fue personalmente a recibir, a la bajada del avión, a todos y cada uno de los dignatarios invitados a la Conferencia Regional del Oriente Medio. A todos y cada uno, menos al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien sólo fue recibido por un funcionario del Ministerio de Relaciones.

Más adelante, cuando el rey recibió al presidente, las imágenes de prensa muestran al rey Salman muy echadito para atrás, mientras Obama aparece en actitud obsequiosa y simpática.

En los hechos, Barack Obama destacó que la alianza entre Estados Unidos y Arabia Saudita sigue siendo tan fuerte como siempre. Pero luego, inmediatamente después de la visita del presidente Obama, Arabia Saudita confirmó la condena a muerte del activista shiíta Yusof al-Mosheykhas, encarcelado y torturado, fíjese Ud., por “haber tenido opiniones terroristas”.

Estados Unidos y la Unión Europea había pedido con insistencia la liberación del activista, y para muchos, aquella condena a muerte sólo fue parte de una teatral muestra de desprecio hacia las críticas occidentales.

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