Los talibanes afganos anunciaron este martes el inicio de su “ofensiva de primavera”, una señal de que no tienen intención de negociar con el gobierno de Kabul, cuyas tropas sufrirán la segunda temporada de combates sin el apoyo de la OTAN en el terreno.

Debido a un invierno suave y a la postura agresiva de la nueva dirección del movimiento, los talibanes no han hecho ninguna tregua invernal este año y los combates son particularmente feroces en Helmand, una provincia meridional controlada en buena parte por los insurgentes y de donde procede la mayoría del opio afgano.

La situación es dramática para el ejército afgano, que debe combatir solo desde el fin de la misión de combate de la OTAN a finales de 2014.

Para la llamada “Operación Omari”, que toma el nombre del mulá Omar —fundador del movimiento talibán cuya muerte fue dada a conocer el año pasado— los insurgentes anunciaron en un comunicado su intención de “lanzar ataques de gran envergadura contra posiciones enemigas en todo el país”.

Contactado por la AFP, Dawlat Waziri, portavoz del ministerio afgano de Defensa, aseguró que “las fuerzas afganas están prepararas para enfrentarse al enemigo.

Pero el analista político Harun Mir advierte de que este podría ser uno “de los peores años para Afganistán en términos de violencia y sangre derramada”.

En su comunicado enviado a la AFP y publicado en internet, los talibanes anunciaron operaciones “ejecutadas por mártires contra feudos enemigos”, es decir, atentados suicidas como los que suelen cometer contra la policía y el ejército afgano, que consideran “lacayos” de las fuerzas extranjeras.

El pasado lunes 12 soldados murieron en el este del país en un atentado reivindicado por los talibanes, que empezaron su insurrección tras la caída de su régimen, en 2001.

Pero los islamistas también tienen como objetivo a los 13.000 soldados de la Otan que todavía están en Afganistán, a los que quieren “desmoralizar y obligar a irse del país”.