La decisión Egipto de devolver a Arabia Saudí dos pequeñas islas cercanas a la península del Sinaí ha desatado una ola de protestas, entre airadas e irónicas, en las redes sociales y en los medios del país.

El inesperado anuncio sobre la devolución de los dos islotes deshabitados de Tiran y Sanafir se produjo el sábado durante una visita histórica a El Cairo del rey Salman de Arabia Saudí, salpicada de grandes promesas de inversión.

Tres días más tarde, esta decisión suscita todavía la cólera de ciertos comentaristas en las cadenas de televisión -partidarias, por lo habitual, del presidente egipcio Abdel Fata al Sisi- y en las redes sociales.

Los internautas acusan al gobierno de mercadear con estas dos islas del mar Rojo a cambio del apoyo sin fisuras de Riad.

“¡Acércate, acércate amigo! la isla está a mil millones, las pirámides a dos mil, y de regalo te llevas dos estatuas”, ironizaba en Twitter el célebre humorista Basem Yusef, añadiendo, ya en un tono más serio que “nuestro problema no es con quien compra, él ya sabe cuál es su interés; nuestro problema es con quien vende”.

En reacción a las críticas, el gobierno sacó el sábado un comunicado, según el cual Riad “solicitó a Egipto que garantizara la protección de las dos islas, que le pertenecían, en 1950″. “Los expertos aseguran que, efectivamente, ambas se encuentran en aguas territoriales saudíes”, añadía.

Importancia simbólica

“Tenemos derecho a oponernos a la falta de transparencia del gobierno egipcio”, consideraba el domingo en Twitter el politólogo Amr Hamzawy, por lo general, crítico con el poder. “Pero acusarlo de ceder un territorio sin considerar la historia y la posición de ambas islas, es mostrar falta de objetividad”.

Para ciertos egipcios, las dos islas tienen ante todo una importancia simbólica, por estar ligadas a las cuatro guerras entre Egipto e Israel. Situadas estratégicamente a la entrada del golfo de Aqaba, permiten controlar el acceso al puerto israelí de Eilat gracias al estrecho de Tiran.

De hecho, fue el cierre de ese estrecho decidido por el panarabista Gamal Abdel Naser lo que precipitó la guerra israeloárabe en 1967, permitiendo a Israel que ocupara la península del Sinaí y ambas islas estratégicas.

El acuerdo de paz de Camp David, firmado en 1979 por los dos bandos beligerantes, autorizó a Egipto a recuperar sus territorios aunque le prohibía instalar tropas en ellos.

Arabia Saudí se comprometió a respetar “todos los acuerdos” respecto a las dos islas, pero el parlamento egipcio debe aún aprobar la transferencia de los dos territorios previsto en un acuerdo de demarcación de las fronteras marítimas firmado durante la visita del rey Salman.

El texto se apoya en un decreto presidencial del expresidente Hosni Mubarak, derrocado en 2011 por una revuelta popular, y que había validado en 1990 la transferencia de las dos islas informando de ello incluso a Naciones Unidas, ha insistido el gobierno.

Aspiraciones de poder saudí

“El error del gobierno es que no ha informado al pueblo de que había discusiones en marcha con Arabia Saudi para demarcar las fronteras“, considera Mustafá Kamel al Sayid, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Americana de El Cairo. “Ni bajo (el gobierno de) Mubarak, ni de Al Sisi”, subrayó.

A su juicio, “este acuerdo responde a las aspiraciones de poder saudí, que quiere presentar a su país como la primera potencia de Oriente Medio”.

La Arabia Saudí sunita se encuentra en una pugna de poder sin precedente con el otro peso pesado de la región, el Irán chiita, mientras se enfrentan en guerras por procuración en Yemen y Siria.

La importancia de las dos islas, que no son habitables, “es más histórica que otra cosa”, desdramatizaba el periodista y analista saudí Jamal Khashogi.