Envidia y ambición son dos poderosos ingredientes que Wiliam Shakespeare inyectó en el explosivo cóctel de pasiones en que transformó esta gran tragedia clásica.

Porque el dramaturgo inglés, que también agregó en esta historia, resentimiento y venganza, hizo de “Ricardo III” la obra sobre cómo conseguir el poder total, aplicando hasta el extremo la consigna “el fin justifica los medios”.

Ricardo, jorobado y deforme, como sabe que nunca lo dejarán llegar al trono, planifica desde la sombras una estrategia inteligente y violenta, que pasa por asesinar a su familia y a todos quienes estorban su camino.

De este modo, satisface sus ansias politicas y sexuales… y pierde el apoyo de sus seguidores cuando descubren quien ha estado detrás de los crímenes.

Finalmente, solitario y derrotado en el campo de batalla, paga con su vida el descontrol de sus pasiones, no sin antes ofrecer todo lo que tanto ansió en su vida –el poder, el reino- a cambio de un humilde caballo que lo saque del pantano en que se ahoga.

Claras evocaciones

Esta difícil tragedia, protagonizada por un hombre lleno de complejidades sicológicas, tiene un resultado serio, interesante y entretenido en el montaje de Jacqueline Roumeau (“Pabellón 2. Rematadas”, “Colina 1”), según la adaptación de Ángelo Olivier, Karla Güttner y la propia directora.

El punto de vista de la obra busca dialogar con la actualidad política chilena, donde la corrupción y las ambiciones de poder, al menos hasta ahora, no han vuelto a llegar al exterminio de los adversarios, como en la historia más recientevdel país.

Sobre el escenario se advierte una gran y sólida estructura de fierro con varios planos, que busca otorgar monumentalidad y cercanía con una cárcel (diseño de Chino González, también del vestuario).

Fundamentales son el diseño sonoro y la música de Alejandro Miranda, como la iluminación de Willy Ganga, para crear la atmósfera que acoge los bordes duros y temibles de la realidad, y los efectos fantasmagóricos de la obra shakespereana.

Todo esto tiene sentido, porque la compañía CoArtRe, desde hace 15 años, basa sus propuestas en el trabajo con el mundo cardelario y con ex reos en reinserción social.

Evocaciones que se plasman en el comportamiento corporal del elenco, las armas que se utilizan, las jerarquías personales que se dibujan, en una propuesta cuidadosa, lejos de las caricaturas.

También contempla un factor de primer orden, que tiene sus riesgos: combinar actores y actrices profesionales y no profesionales con trayectoria en escena (ex reos y familiares de fallecidos en el incendio de la cárcel de san Miguel).

Es el caso de Ronald León, una figura valiosa en el desempeño de este elenco ciudadano: aporta a Ricardo III una extraordinaria vitalidad y cierta ferocidad que encaja muy bien con una de las aristas del rol principal.

Gam. Alameda 227. Miércoles, jueves, viernes y sábado, 20.30 horas. $ 5.000 general; $ 3.000 estudiantes y tercera edad. Hasta el 23 de Abril.