Una de las tradiciones más antiguas en los matrimonios, es que las novias lleguen al altar con un velo que cubra su rostro. Aunque hoy es solo un accesorio de moda y muchas lo evitan, su origen tiene que ver con la superstición y un simbolismo siniestro.

Los velos aparecieron durante la época del Imperio Romano y se extendió por el mundo, llegando incluso al Imperio Otomano. En ese momento, no se trataba de una tela blanca sino de una roja conocida como flammeum y que cubría desde la cabeza a los pies de la mujer.

Según la revista Harper’s Bazaar, el velo fue diseñado para proteger a las novias de los malos espíritus y demonios, durante el día de su boda, cuando está más vulnerable. El color rojo espantaba cualquier mal que pudiese atacar y ayudaba a la novia a sentirse segura.

Muhteşem Yüzyıl

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Con el tiempo se convirtió en un símbolo religioso de modestia y humildad ante Dios, además de un signo de virginidad. La novia debía llevarlo durante toda la ceremonia y solo al final de ésta su padre o nuevo esposo podían levantarlo para dar inicio a su nueva vida conyugal.

Este gesto además representó que el marido daba su aprobación a la mujer y tomaba posesión de ella como su esposa.

En algunas culturas el velo también se usó era para blindar a la pareja y sus familias durante los matrimonios arreglados, evitando que se avergüencen frente a los invitados por si no les gustaba la forma en que la mujer lucía la novia. Además, se usaban velos pesados y largos, para evitar que ellas pudiesen arrepentirse arrancar de la ceremonia.

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