Filarmónica de Santiago brinda un “Requiem” de Fauré, sentido y respetuoso

Archivo | Agencia Uno
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En el tercer concierto de la Temporada 2016 de la Orquesta Filarmónica de Santiago en el Teatro Municipal de Santiago, se ha ofrecido un concierto especial de Semana Santa, los días 22, 23 y 24 con obras de Próspero Bisquertt, Gabriel Fauré y Felix Jacobo Mendelssohn, bajo la dirección musical del joven maestro chileno Paolo Bortolameolli.

El “Réquiem” de Fauré, una de las misas para difuntos más sublimes en el mundo de la música, fue el atractivo principal de la velada, en la cual la Filarmónica de Santiago, bajo la batuta del joven director chileno Paolo Bortolameolli, el Coro del Teatro Municipal que conduce Joge Klastornick y los talentosos solistas Patricia Cifuentes y Patricio Sabaté, nos invitaron a una reflexión sobre la vida y la muerte en el arte, en vísperas de Semana Santa. El programa incluyó también la obra “Procesión del Cristo de Mayo” del compositor nacional Próspero Bisquertt, y Sinfonía n.° 3 en La menor, op. 56 “Escocesa” de Mendelssohn.

Partamos por alabar el buen momento porque atraviesa el joven directo nacional Paolo Bortolameolli, con una batuta segura, una aplicación total a lo que hace y la trasmisión de la idea de lo que los compositores del concierto querían exponer.

El programa de la velada de la Filarmónica de Santiago se inició con la obra “Procesión del Cristo de Mayo, del compositor chileno Próspero Bisquertt (1881-1959), Premio Nacional de Arte 1954, también autor de la ópera “Sayeda”, y del “Preludio lírico” para orquesta, entre otras obras importantes.

Descrito como un cuadro sinfónico con un lenguaje ecléctico por el propio Bortolomeolli, brinda compases con sonidos impresionistas y armonías postrománticos, considerados por el director, como un tema buen acompañante en esta ocasión, para el “Requiem” de Fauré.

Se ha señalado que esta obra (París 1931), invita a una contemplación del mundo, desde un prisma romántico e idealista. La nostalgia, estado que cruza a gran parte de la producción musical chilena y que ha sido analizada no sólo desde la estética, sino también desde la antropología y la sociología, aparece enmarcada en proporción tripartita de conflicto y conclusión, junto a ese claroscuro armónico propio del clasicismo y romanticismo, que sirve de andamiaje estructural para escribir el relato. Con un ritmo de andante, bien estructurado, esta “Procesión…” sobresale por su cohesión y estructura sinfónicas.

Como tema central del concierto, el “Requiem” de Fauré, esencialmente emocionó. Sus siete movimientos motivaron la sugerente y etérea textura de las voces, totalmente entregadas a un respetuoso ofrecimiento de paz y belleza espiritual. Muy bien el coro y también los solistas. El tema del “Libérame”, interpretada por el barítono Sabaté junto al coro, resultó excelso en gran medida.

Esta misa de Fauré destaca por su intimismo. Es una de las más populares misas de réquiem. Fue escrita entre 1886 y 1888 e interpretada por primera vez en la Iglesia de la Madeleine a comienzos de 1888 en unos servicios fúnebres, y, en mayo de ese año, ya como concierto. Considerada como una de las más hermosas misas de réquiem, es interpretada habitualmente por coro y orquesta. Para Bortolameolli, “es de una madurez espiritual muy profunda. Ofrece una visión distinta de la muerte, no desde el miedo, sino que desde una noble aceptación”.

En la última parte de la velada, Bortolameolli y sus músicos, brindaron una maciza ejecución de la Sinfonía n.° 3 en La menor, op. 56, “Escocesa” de Félix Jacobo Mendelssohn, una obra que el genial compositor alemán dedicó a la Reina Victoria. La “Escocesa”, compuesta después de la brillante Sinfonía “Italiana”, que lleva el número cuatro, destaca por su su perfección formal y el fondo subyugador de su melodía. Música descriptiva -el espíritu escocés y su ambiente están recogidas en ella, como rodeados de una bruma poética e impalpable- esta Sinfonía preludia lo que, andando el tiempo, será musicalmente, el poema sinfónico.

Suave, refinada y lírica, se abre con un brillante y melancólico andante con moto, al que sigue, en forma de sonata, un allegro un poco agitato, en cuyos últimos acordes aparece de nuevo la frase del andante inicial. Seguidamente, y también en forma de sonata, estalla el vivace non troppo, “evocador del mundo de los gnomos y trasgos, tan caro al estro poético de Mendelssohn”. Auténtica “romanza onírica sin palabras”, es el bellísimo adagio del tercer tiempo, que antecede al alallegro vivacísimo igualmente en forma de sonata y que da paso, a su vez, al solemne allegro maestoso assai, con el que se pone punto final a la Sinfonía.

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En el tercer concierto de la Temporada 2016 de la Orquesta Filarmónica de Santiago en el Teatro Municipal de Santiago, se ha ofrecido un concierto especial de Semana Santa, los días 22, 23 y 24 con obras de Próspero Bisquertt, Gabriel Fauré y Felix Jacobo Mendelssohn, bajo la dirección musical del joven maestro chileno Paolo Bortolameolli.

El “Réquiem” de Fauré, una de las misas para difuntos más sublimes en el mundo de la música, fue el atractivo principal de la velada, en la cual la Filarmónica de Santiago, bajo la batuta del joven director chileno Paolo Bortolameolli, el Coro del Teatro Municipal que conduce Joge Klastornick y los talentosos solistas Patricia Cifuentes y Patricio Sabaté, nos invitaron a una reflexión sobre la vida y la muerte en el arte, en vísperas de Semana Santa. El programa incluyó también la obra “Procesión del Cristo de Mayo” del compositor nacional Próspero Bisquertt, y Sinfonía n.° 3 en La menor, op. 56 “Escocesa” de Mendelssohn.

Partamos por alabar el buen momento porque atraviesa el joven directo nacional Paolo Bortolameolli, con una batuta segura, una aplicación total a lo que hace y la trasmisión de la idea de lo que los compositores del concierto querían exponer.

El programa de la velada de la Filarmónica de Santiago se inició con la obra “Procesión del Cristo de Mayo, del compositor chileno Próspero Bisquertt (1881-1959), Premio Nacional de Arte 1954, también autor de la ópera “Sayeda”, y del “Preludio lírico” para orquesta, entre otras obras importantes.

Descrito como un cuadro sinfónico con un lenguaje ecléctico por el propio Bortolomeolli, brinda compases con sonidos impresionistas y armonías postrománticos, considerados por el director, como un tema buen acompañante en esta ocasión, para el “Requiem” de Fauré.

Se ha señalado que esta obra (París 1931), invita a una contemplación del mundo, desde un prisma romántico e idealista. La nostalgia, estado que cruza a gran parte de la producción musical chilena y que ha sido analizada no sólo desde la estética, sino también desde la antropología y la sociología, aparece enmarcada en proporción tripartita de conflicto y conclusión, junto a ese claroscuro armónico propio del clasicismo y romanticismo, que sirve de andamiaje estructural para escribir el relato. Con un ritmo de andante, bien estructurado, esta “Procesión…” sobresale por su cohesión y estructura sinfónicas.

Como tema central del concierto, el “Requiem” de Fauré, esencialmente emocionó. Sus siete movimientos motivaron la sugerente y etérea textura de las voces, totalmente entregadas a un respetuoso ofrecimiento de paz y belleza espiritual. Muy bien el coro y también los solistas. El tema del “Libérame”, interpretada por el barítono Sabaté junto al coro, resultó excelso en gran medida.

Esta misa de Fauré destaca por su intimismo. Es una de las más populares misas de réquiem. Fue escrita entre 1886 y 1888 e interpretada por primera vez en la Iglesia de la Madeleine a comienzos de 1888 en unos servicios fúnebres, y, en mayo de ese año, ya como concierto. Considerada como una de las más hermosas misas de réquiem, es interpretada habitualmente por coro y orquesta. Para Bortolameolli, “es de una madurez espiritual muy profunda. Ofrece una visión distinta de la muerte, no desde el miedo, sino que desde una noble aceptación”.

En la última parte de la velada, Bortolameolli y sus músicos, brindaron una maciza ejecución de la Sinfonía n.° 3 en La menor, op. 56, “Escocesa” de Félix Jacobo Mendelssohn, una obra que el genial compositor alemán dedicó a la Reina Victoria. La “Escocesa”, compuesta después de la brillante Sinfonía “Italiana”, que lleva el número cuatro, destaca por su su perfección formal y el fondo subyugador de su melodía. Música descriptiva -el espíritu escocés y su ambiente están recogidas en ella, como rodeados de una bruma poética e impalpable- esta Sinfonía preludia lo que, andando el tiempo, será musicalmente, el poema sinfónico.

Suave, refinada y lírica, se abre con un brillante y melancólico andante con moto, al que sigue, en forma de sonata, un allegro un poco agitato, en cuyos últimos acordes aparece de nuevo la frase del andante inicial. Seguidamente, y también en forma de sonata, estalla el vivace non troppo, “evocador del mundo de los gnomos y trasgos, tan caro al estro poético de Mendelssohn”. Auténtica “romanza onírica sin palabras”, es el bellísimo adagio del tercer tiempo, que antecede al alallegro vivacísimo igualmente en forma de sonata y que da paso, a su vez, al solemne allegro maestoso assai, con el que se pone punto final a la Sinfonía.