Para ver los pasos de la evolución no es necesario acudir únicamente a libros o bibliotecas, también puedes comprobarlo con tu propio cuerpo. Es lo que nos puede confirmar el palmar largo, un músculo que refuerza la teoría de la evolución.

Para poder comprobarlo basta que pongas tu brazo en una superficie plana y mirando hacia arriba, luego juntas el dedo pulgar con el meñique y en caso se levante una estructura, es porque tiene la herencia de nuestros antepasados, los chimpancés y orangutanes.

Este tendón, ubicado entre dos músculos flexores (carpi radialis y carpi ulnaris), sirve mucho para nuestros parientes, quienes pueden sujetarse mejor a las ramas de los árboles. Como los humanos no hacemos eso –al menos no como actividad diaria ni de supervivencia– nuestro cuerpo lo conserva aunque sin mucha utilidad.

El tendón ha dejado de existir en el 10% y 15% de las personas, lo que hace prever su desaparición para los próximos siglos. Quienes lo poseen no son menos evolucionados y más hábiles que los que sí.

Otras herencias de nuestros antepasados

Pero lejos de ser el único vestigio, existen otros en nuestro cuerpo que están en retirada pero aún mantenemos. Es lo que pasa con las muelas del juicio (terceros morales), que aparecen entre los 17 y 20 años.

En su momento fueron muy necesarios para la cantidad de comida dura que debíamos digerir, pero hoy no y de ahí que además nunca encaje con nuestras bocas. En algunas personas incluso no llega a aparecer.

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Mover las orejas es otro vestigio, ya que para muchos mamíferos es fundamental para identificar el origen de un sonido, ya sea para resguardo o caza. En nuestro caso no, pues no necesitamos moverlo para saber de dónde viene.

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Al término de la columna existe una cola, de 3 a 5 vértebras (varía según la persona), llamada coxis. Se estima que es una reminiscencia de la cola de nuestros antepasados.

Cuando somos embriones la tenemos muy notoriamente, sin embargo en el crecimiento desaparece. Pero hay casos registrados de bebés que han nacido con esta cola desarrollada, producto de no haberse completado la eliminación.

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La piel de gallina sirve a los mamíferos peludos, quienes consiguen regular su temperatura. En otros casos como método de defensa para asustar a depredadores, al verse más corpulentos.

En el humano solo para demostrar que tenemos frío. O cuando escuchamos algo que nos llega a emocionar.

Puedes revisar todas estas pruebas de evolución en este video de Vox.