Al menos 34 personas murieron y otras 125 resultaron heridas en un atentado con coche bomba en el centro de Ankara este domingo, poco más de tres semanas después de un ataque suicida que dejó 29 muertos en la capital turca.

“La detonación fue causada por un vehículo repleto de explosivos cerca de la plaza Kizilay“, anunció la oficina del gobernador en un comunicado.

La explosión se registró a las 18:45 locales (13:45 en Chile) en esta animada plaza situada en pleno corazón de Ankara, que alberga numerosos comercios y una estación de metro y por la que transitan muchas líneas de buses.

Numerosas ambulancias fueron enviadas al lugar del atentado, según imágenes de las cadenas de información turcas, que también mostraron varios autobuses totalmente calcinados.

El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, convocó una reunión de seguridad para esta misma noche con los principales ministros concernidos y los responsables de los servicios de seguridad, informó la agencia de prensa Dogan.

Las primeras constataciones apuntan a un atentado suicida“, declaró un responsable de los servicios de seguridad turcos que pidió anonimato.

Al menos 23 personas murieron en el acto, las otras durante su traslado al hospital, lo que demuestra la violencia de la explosión, según la cadena CNN-Türk.

Los heridos, “una decena de los cuales se encuentran en estado grave”, fueron trasladados a 10 hospitales de la capital, indicó a la AFP una fuente médica.

El atentado no ha sido todavía reivindicado.

El 17 de febrero, un atentado suicida con coche bomba reivindicado por un grupo disidentes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, separatistas kurdos) contra autobuses que transportaban personal militar dejó 29 muertos cerca del lugar de la explosión de este domingo.

Este grupo, los Halcones de la Libertad del Kurdistán (TAK), asumió la responsabilidad del ataque tres días después y amenazó con otros, en particular contra lugares turísticos turcos.

EROL UCEM | AFP

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Advertencia

El viernes, la embajada de Estados Unidos en Ankara había difundido un mensaje a los ciudadanos norteamericanos presentes en Turquía advirtiéndoles de un “posible atentado terrorista” en la capital en el barrio donde se registró la explosión del 17 de febrero.

El presidente islamo-conservador turco Recep Tayyip Erdogan atribuyó, “sin la más mínima duda”, ese atentado a los combatientes kurdos sirios de las Unidades de Protección Popular (YPG), con el apoyo del PKK.

El jefe del Partido de Unión Democrática (PYD), brazo político del YPG, Saleh Muslim, y uno de los responsables del PKK, Cemil Bayik, rechazaron esas acusaciones.

Turquía vive desde el verano pasado en estado de alerta máxima tras una serie de mortíferos atentados, cuatro de los cuales fueron atribuidos por las autoridades al grupo Estado Islámico (EI).

El más mortífero, ocurrido el 10 de octubre pasado, fue perpetrado por dos kamikazes que se hicieron estallar en medio de manifestantes de la causa kurda ante la estación central de Ankara, con un trágico saldo de 103 muertos.

El 12 de enero, 12 turistas alemanes perdieron la vida en otro atentado suicida en el barrio turístico de Sultanahmet en Estambul.

Acusado durante mucho tiempo de complacencia hacia los grupos rebeldes más radicales en guerra contra el régimen de Damasco, el gobierno turco se unió el pasado verano (boreal) a la coalición antiyihadista y multiplicó las detenciones para luchar contra las células del EI en su territorio.

Turquía está sacudida, además, desde julio pasado por la reanudación del conflicto kurdo. Intensos combates oponen a sus fuerzas de seguridad con el PKK en numerosas ciudades del sureste del país, poblado por una mayoría de kurdos.