No tenía colmillos filudos, ni le mordía el cuello a las doncellas pero este siniestro príncipe de Rumania era capaz de untar la “marraqueta” del desayuno con la sangre de sus víctimas. En BioBioChile te detallamos la historia de uno de los hombres más oscuros que ha pisado la faz de la tierra.

Gabriel García Márquez, el maestro del realismo mágico, contaba que la mayoría de sus historias y personajes, por fantásticos que fueran, tenían origen en la realidad. Por ejemplo, El Amor en los Tiempos del Cólera fue inspirado por la historia de amor de sus propios padres; y la potente estrofa con la que da inicio a su más afamada novela recuerda cuando su propio abuelo le enseñó el hielo cuando era niño: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” (Cien Años de Soledad).

Del mismo modo, historiadores concuerdan en que el escritor irlandés Bram Stoker se inspiró en un hombre de carne y hueso, que vivió en el siglo XV, para darle forma a su personaje más famoso: Drácula. No te entusiasmes demasiado: Vlad III –más conocido como Vlad Tepes que quiere decir El Empalador – no era un vampiro, aunque al parecer sí gustaba de beber la sangre ajena (la de sus víctimas) untando con ella el pan de la merienda (¡Yikes!).

Son varias cosas las que conectan al príncipe de Valaquia (una región en Rumania colindante a Transilvania) con el personaje de ficción: Vlad Tepes nació en Transilvania (¿vecinos también con el Conde Pátula? ), era un hombre que no conocía la piedad, aunque a gusto personal da la sensación de que el protagonista de la novela gótica era capaz de sentir más conmiseración que su versión humana; y su nombre completo era Vlad III Drácula.

Retrato de Vald III del Palacio de Ambras, pintura al óleo, 1560

Retrato de Vald III del Palacio de Ambras, pintura al óleo, 1560

La primera mujer de Vlad Tepes, murió en el año 1462 durante una de las tantas guerras con Turquía. Cuenta la leyenda que mientras Drácula se encontraba en el campo de batalla un arquero lanzó una flecha a través de la ventana del castillo de Vlad advirtiendo que el ejército enemigo se estaba aproximando. Al leer el mensaje, la mujer se lanzó desde una torre al río que corría más abajo y hoy dicho río se llama Râul Doamnei (the Lady’s River) en su memoria.

Vlad Tepes, 1488

Vlad Tepes, 1488

Y si recuerdas cómo comienza la película de Francis Ford Coppola (1992) , basada en la novela de Stoker, es justamente con Drácula yendo a la guerra defendiendo el Cristianismo (del mismo modo que Vlad) y a su prometida recibiendo una flecha con una carta con el falso mensaje de que su amado había muerto en la batalla y lanzándose al vacío luego de leerla. Hecho que explicaría la transformación del personaje.

Dracula Francis Ford Coppola

Dracula Francis Ford Coppola

Más malo que el natre

Cuando Vlad III tenía tan sólo 11 años fue entregado por su propio padre junto a su hermano de 7 años como prisioneros políticos, para garantizar la cooperación de Valaquia con la corte del sultán otomano Murad II. Aunque no se pueda ganar el premio al mejor padre del año, en defensa de su progenitor el sitio Live Science propone la teoría de que en realidad se trató de una emboscada y el gobernante rumano no habría tenido otra salida.

Esta experiencia llenó a Vlad III de odio hacia los otomanos y su mayor objetivo fue liberar su tierra de la influencia de Alemania, Hungría y Turquía. Así es que cuando fue dejado en libertad después de 5 años –y luego de enterarse de la muerte de su padre- su primer cometido fue recuperar el trono.

En una época en que las guerras iban y venían, Vlad gobernó en 1448 perdiendo el trono tras sólo de un par de meses de reinado, para luego recuperarlo en 1456 y regir hasta 1462 y volver a conquistarlo en 1476 hasta su muerte en el mismo año (referencia Enciclopedia Británica).

Vladislaus Dracula por Nikolaus Ochsenbach, 1600.

Vladislaus Dracula por Nikolaus Ochsenbach, 1600.

Su fama sanguinaria y cruel la adquirió por sus oscuras prácticas a la hora de infringir castigos a sus enemigos: métodos como mutilación, destripado, despellejamiento y hasta hervirlos vivos. Se dice que también asaba a los niños y obligaba luego a sus madres a comérselos. Pero su castigo preferido, y que le diera el seudónimo de “El Empalador”, consistía en sentar a sus víctimas vivas en un palo afilado para que poco a poco éste les atravesara el cuerpo hasta salírseles por la boca.

Además, este vil hombre era conocido por invitar a banquetes para luego asesinar a los asistentes y al parecer no tenía corazón, ni tampoco estómago porque era capaz de terminar su cena en medio de los cadáveres (referencia History How Stuff Works ). También convidaba a sus súbditos más pobres a comer para luego incendiar el lugar con ellos adentro: malo del verbo malo.

German woodcut | Dracula cena entre cadaveres

German woodcut | Dracula cena entre cadaveres

El sitio Live Science relata que en 1456 un grupo de otomanos tuvo una audiencia con el cruel príncipe, quienes se negaron a quitarse el turbante por motivos religiosos –lo que para Vlad III era una falta de respeto hacia su persona- así es que el siniestro gobernante quiso asegurarse de que nunca más pudieran removerlos mandándoselos a clavar a la cabeza.

 Vlad, El impalador

Vlad, El impalador

En 1462 Vlad III estaba en guerra con los otomanos y su ejército envenenó pozos, quemó cultivos e infiltró hombres enfermos en las filas enemigas para contagiarles las pestes. El suceso que lo hiciera pasar a la historia, por su carácter despiadado, fue mandar a empalar a 20 mil otomanos derrotados en las afueras de la ciudad de Targoviste instalando un verdadero bosque de cadáveres.

Sin embargo, el oscuro hombre no era inmortal como el Drácula de Bram Stoker, encontrando su final a los 45 años en una batalla contra el ejército húngaro en 1476. Algunos estudiosos sostienen que el historiador Hermann Bamburger posiblemente le haya traspasado información a Stoker sobre la naturaleza sanguinaria de Vlad, pero no existe evidencia concreta que respalde dicha teoría.

Una vez más la realidad supera a la ficción, el príncipe rumano no necesitaba dormir en un ataúd o no verse reflejado en un espejo para que un escalofrío nos recorra la espalda al leer los macabros hechos que cometió durante su, menos mal, corta vida.