“Para no volverse loco” de aburrimiento, Yaza, estudiante afgano, se aferra a su escoba, y barre y barre, en el gimnasio de Berlín donde está albergado con otros 168 refugiados.

En Alemania hay decenas de miles como él, corroídos por la falta de actividad durante meses, a la espera de saber qué va a ocurrir con su demanda de asilo.

“En Kabul, estudiaba economía pero aquí no puedo trabajar mientras no haya obtenido mi permiso de residencia”, cuanta a la AFP este joven de 24 años, llegado a Alemania hace tres meses.

Yaza que “huía de los talibanes”, esquiva el aburrimiento limpiando el suelo de este polideportivo al que lo mandaron nada más llegar al país de sus esperanzas.

‘Der, die, das’

Al fondo de la inmensa sala, bajo la canasta de baloncesto, resuena un pop árabe en torno a jóvenes iraquíes y sirios, vestidos con ropa deportiva y zapatillas. Sueñan con trabajar, pero a falta de trabajo improvisan torneos de fútbol en el interior del recinto.

Idriez, de 22 años, procedente de la ciudad siria de Latakia, intenta estudiar un poco de gramática alemana. “Der, die, das”, repite, ante un tablero en el que voluntarios han escrito las declinaciones alemanas.

“Quiero retomar aquí mis estudios, pero para ello necesito hablar alemán”, explica, concentrado en su libro “German for beginners”, alemán para principiantes.

Él también espera y espera. Los días son todos iguales en este centro de acogida del barrio de Prenzlauer Berg, al ritmo de la distribución de comidas, tres veces por día. Y nada más. Por la mañana y a mediodía: pan, queso, aceitunas y huevo duro, invariablemente. Por la noche, un plato caliente.

Los niños son rápidamente escolarizados pero los jóvenes y las mujeres deben esperar varios meses para iniciar sus clases de alemán, propuestas por el Estado.

Hasta entonces, los refugiados viven casi a puerta cerrada, sin contacto, o muy poco, con la sociedad alemana.

“El proceso de integración, como las clases de alemán, debería debutar en la medida de lo posible lo más rápidamente, pues ello es determinante para que la integración sea un éxito” subraya Thomas Liebig, economista de la OCDE encargado de las migraciones internacionales.

700.000 personas esperando

Pero ante el 1,1 millón de refugiados que entraron en Alemania en 2015, la administración está abrumada por la multiplicación de casos a tratar, especialmente en Berlín, donde además se la acusa de incuria.

La oficina federal de migraciones y de refugiados (Bamf) reconoció recientemente que la situación es inaceptable.

Unas 370.000 demandas de asilo estaban aún en suspenso a fines de 2015, y además entre 300.000 y 400.000 migrantes no han podido ser “registrados individualmente”, un procedimiento indispensable antes de iniciar el trámite de la demanda de asilo.

Algunos migrantes, hartos de la falta de perspectivas, tiran la toalla. Cerca de 1.970 iraquíes han dejado voluntariamente Alemania desde el pasado otoño boreal.

Según la cancillería alemana, el retroceso militar del grupo yihadista Estado Islámico (EI) explica este fenómeno. Pero hay otra razón a la que aluden algunos refugiados: la interminable espera.