“Hemos ignorado cómo funciona el 99,7% de la vida en el planeta y no podemos permitírnoslo porque nuestra dependencia del reino vegetal incluye -además del aire, la comida y los fármacos- la energía (los combustibles fósiles son depósitos orgánicos)”, dice Stefano Mancuso, neurobiólogo vegetal, quien ha dedicado sus últimos años a indagar sobre el mundo vegetal.

Mancuso, en entrevista con La Vanguardia, explica didácticamente cómo las plantas poseen sentidos similares a los humanos y muchos más, que históricamente hemos pasado de largo.

“Las plantas tienen nuestros cinco sentidos y quince más. No tienen ojos y oídos como nosotros, pero perciben todas las gradaciones de la luz y las vibraciones sonoras”, indica Mancuso.

Según el experto de la Universidad de Florencia, son “ciertas frecuencias, sobre todo las bajas (entre los 100 Hz y los 500 Hz), favorecen la germinación de las semillas y el crecimiento de las plantas hacia la fuente de ese sonido, que equivale a frecuencias naturales como la del agua que corre, pero hablar o cantar a las plantas es perder el tiempo”.

A pesar de carecer de una nariz, cuentan con “olfato y gusto” que “son muy sensibles“. “Perciben las moléculas químicas, es su modo de comunicación, cada olor es un mensaje. Y tienen tacto, basta ver a cámara rápida cómo palpa una planta trepadora”.

La comunicación además es efectiva en momento de amenaza. “Se comunican con otras plantas de la misma especie a través de moléculas químicas volátiles, mandan por ejemplo mensajes de peligro. Si un insecto se le está comiendo las hojas, la planta produce al instante determinadas moléculas que se difunden kilómetros y que avisan de que hay un ataque en curso”, detalla.

La defensa además, se activa aumentando “moléculas venenosas o producir proteínas indigeribles para el insecto. Muchas plantas al ser comidas por un insecto emiten determinadas sustancias para atraer a otros insectos que lo depreden”.

Swallowtail Garden Seeds (cc) / Flickr

Swallowtail Garden Seeds (cc) / Flickr

Otra característica notada a través de investigaciones científicas, es su “cuidado parental”. “En un bosque denso, para que un árbol recién nacido adquiera cierta altura para poder hacer la fotosíntesis y ser autosuficiente han de pasar al menos diez o quince años durante los cuales será alimentado y cuidado por su familia”.

Todo lo anterior gracias a una inteligencia que nace desde su cerebro, que cubriría todo su cuerpo. “Las neuronas son las únicas células en los animales que producen y transmiten señales eléctricas. En las plantas, la mayor parte de las células de su cuerpo lo hacen, y en la punta de las raíces tienen muchísimas. Podríamos decir que toda la planta es cerebro”, concluye.