La comunidad musulmana de San Bernardino respira intranquilidad: aún en shock por la masacre que algunos de sus miembros cometieran el jueves, ahora temen represalias en su contra y esperan que se refuerce la seguridad a pocas horas de la plegaria de los viernes.

“Absolutamente, hay un gran temor a represalias. Es la realidad que vivimos”, asegura Abed Ayoub, director del Comité Árabe-Estadounidense Contra la Discriminación, tras la matanza de 14 personas en un centro para discapacitados de la ciudad, en una de las peores tragedias de este tipo en la historia de Estados Unidos. 

“Necesitamos tener precaución dado el ambiente que existe tras lo ocurrido en París hace unas semanas”, afirma en relación a la ola de atentados que dejaron 130 muertos en la capital francesa.

La pequeña ciudad de San Bernardino, situada al este de Los Ángeles y donde viven 210.000 personas, ha acaparado toda la atención después de que Syed Farook y su esposa Tashfeen Malik mataran a 14 personas e hirieran a otras 21 en un centro para discapacitados mentales.

Las autoridades sospechan como principal móvil una disputa en el entorno laboral del hombre, de 28 años, pero no descartan que se trate de un acto terrorista relacionado con un caso de radicalización del islam. 

El viaje que Farook hizo en julio del año pasado a Arabia Saudí para casarse con Malik, un matrimonio arreglado por internet, ha avivado las dudas.

Uno de los imanes de la mezquita a la que acudía con frecuencia el sospechoso descarta rotundamente esta hipótesis.

“Nunca vimos signos de radicalización” en él, dice a la AFP Mahmood Nadvi, encargado además de conducir las lecturas en el templo Dar Al Uloom Al Islamiyah, situado en un barrio humilde con vistas privilegiadas a las montañas de San Bernardino.

Gasser Shehata, un egipcio de 42 años con un taqiya en la cabeza (un sombrero musulmán), lo recuerda como “un hombre reservado, tímido, tranquilo, simple”. 

Farook contó a sus compañeros de rezo que se había casado con una mujer de origen pakistaní en La Meca, la ciudad santa del islam situada en Arabia Saudí. La pareja, que murió durante un enfrentamiento con la policía, tuvo a una niña hace seis meses.

En las últimas tres semanas no fue a la mezquita. Luego llegó la terrible noticia de la matanza.

“Los actos que vimos no representan lo que dice el Corán. Mataron a hermanos y hermanas”, condena Nadvi totalmente indignado. “Si alguien se vuelve loco, ya no representa ninguna religión”.

El templo recibió horas después del tiroteo un mensaje anónimo con amenazas. 

“Hemos pedido a la policía que mañana garantice la seguridad de la mezquita” para el rezo del viernes, explica a la AFP Nizaam Alí, un estudiante universitario de 23 años que viste una túnica hasta los pies, un gorro blanco y barba espesa.

Hasta 300 hombres suelen reunirse en el templo para la plegaria del viernes, la más importante de la semana. Aunque en la zona hay más lugares de culto, esta cifra refleja el tamaño pequeño de la comunidad musulmana. 

“Seguimos sin entender por qué lo hizo. Lo tenía todo para ser feliz”, se lamenta Shehata.

Los vecinos de Farook en la localidad cercada de Redlands tampoco daban crédito a lo sucedido.  Ekram, una tunecina de 32 años, nunca vio a la pareja, a pesar de vivir a pocos pasos. 

Desde los atentados en París reconoce que va con más cuidado, a pesar de que su barrio siempre ha sido muy seguro.  “Tengo miedo pero no le hemos hecho nada a nadie, así que espero que la gente nos trate igual”, reconoce mientras se retoca el velo blanco.

Sin apenas tiempo para terminar la frase se da de bruces con la realidad: “¡Terrorista!”, le grita un hombre mayor blanco desde un coche.