Esta columna fue escrita por Rony Núñez Mesquida P.

Introducción sobre un llamado de Lomas de Zamora.

Recibo un llamado telefónico cuyo código de área ya es conocido: Capital Federal, Provincia de Buenos Aires, específicamente de Lomas de Zamora, uno de los bastiones del Kirchnerismo. La tensión se evidencia en el ambiente, aunque me encuentre del otro lado de la cordillera, el resultado evidencia varias cuestiones preliminares que vale la pena repasar.

Una Argentina que se atrevió a condenar a las juntas militares que la sometieron a años de dictadura y represión política. Criminales como Videla y compañía terminaron sus días en las rejas. Una Argentina que hizo frente a los fondos buitre y cuya deuda se encuentra en el olvido a niveles del año 1976, nada pareciera que tiene que ver con esta elección.

Vuelvo mi atención a mi amigo argentino, que me pregunta si tengo información de otros canales que no sea la prensa oficial, a lo cual le contesto que no. Su pregunta devela una inquietud que ya se veía venir: el primer triunfo electoral desde la vuelta de la democracia para una derecha no menemista, es decir, una presidencia donde Mauricio Macri no es exponente ni del Radicalismo ni del Peronismo.

Macri y Boca Juniors.

La primera vez que escuché de Macri fue referido a “un ingeniero que se hizo cargo de la presidencia de Boca Juniors”, el club de futbol más popular de la Argentina, locales en el Estadio Alberto J. Armando, donde Diego Maradona tiene un palco particular y Riquelme se retiró como el mejor “10” que he visto jugar, precisamente en la era Macri donde, además, se ganó todo: Copa Libertadores, Sudamericanas, Intercontinentales, etc. El perfil del ingeniero Mauricio Macri ya destacaba por su eficiencia en la administración de los recursos en la mejor escuela para hacer política, la de un club que mueve no sólo pasiones, sino poder y muchos recursos, lo que le permitió a Macri forjar la cantidad suficiente de contactos con el gran empresariado, aquel que se enriqueció en dictadura con la vieja receta de las privatizaciones, de la cual, la familia Macri no es ajena.

Fue precisamente la vitrina del futbol, así como lo fue Colo Colo para Sebastián Piñera, la que le permitió, desde un pequeño partido, ganar la Jefatura de la ciudad de Buenos Aires en dos períodos consecutivos y empezar la construcción de un relato simple pero efectivo de un cambio frente al gobierno del ‘Frente Para La Victoria’, encabezado primero por Néstor Kirchner y luego por Cristina Fernández, un frente de izquierda que le da modernidad y estabilidad a una Argentina cansada de políticas de ajuste y recetas del Fondo Monetario Internacional, de corralitos a los ahorristas y políticas privatizadoras de los activos del estado, es decir, la receta de los Chicago Boys, como se conocieron y se conocen por estos lares.

Las causas del ascenso del modelo Macri.

Hace un año y medio, ni el más optimista de los militantes de la derecha argentina, hubieren imaginado lo que ocurrió el día de ayer: en una muy estrecha victoria, Mauricio Macri obtiene el 51.68% de los votos frente al 48.32% del candidato oficialista Daniel Scioli, en el inédito contexto de una segunda vuelta, donde la dinámica de la construcción del cambio se impone a el legado de un kirchnerismo que, sin embargo, posee mayoría en ambas cámaras del congreso. Efectivamente, la ‘Cámpora’ se hace fuerte en la Cámara de Diputados y obtiene una mayoría también en el Senado de la República, por lo cual la defensa del legado de Néstor y Cristina se peleará voto a voto cuando el nuevo presidente quiera, o más bien deba, negociar la agenda legislativa.

Sin embargo, el olfato de Macri se anota varios goles en la construcción de su triunfo. Primero, se alía con la ‘Unión Cívica Radical’ y con el grupo de ‘Carrió’, los cuales, sumados al partido de Macri, el PRO, le otorgan un cierto aparato partidario de sustento, que complementó el de la alianza “Cambiemos”. Todos estos grupos políticos se apoyan en el común denominador de sacar al kirchnerismo del poder.

Por otra parte, el desgaste y la lucha fratricida del gobierno de Cristina con el grupo Clarín y la Nación, quienes muchas veces se transformaron en cajas de resonancia del Macrismo, hicieron mella en la imagen del gobierno, quien, en sus contradicciones internas, permitieron que un tercero en disputa en la primera vuelta, el también Peronista Sergio Massa, un otrora kirchnerista, se desmarcara y optara por el camino propio, significando una merma importante de votación desde el peronismo, lo que se evidenció en ciudades históricas de esta tendencia, como Rosario o Córdoba, se perdieran y votaran no por el cambio a Macri en segunda vuelta, sino como un ajuste de cuentas al interior del Justicialismo Peronista (que se abre ahora en, al menos, tres vertientes en disputa). Es decir que los índices de descenso de la cesantía, reajustabilidad de las pensiones, o pobreza extrema nada tuvieron que ver, en cuanto corolario de la obra kirchnerista, evidenciando una subordinación de la economía a la política, con un resultado que sorprende y que seguirá sorprendiendo, y que abre en Argentina un cambio de paradigma que no predecía nadie hace apenas un año y medio.

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