Sinfónica de Chile rinde sentido homenaje a Bach y Mozart

Leonid Grin, CEAC (c)
Leonid Grin, CEAC (c)
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La Cantata “Ich hatte viel Bekümmernis”, BWV 21 de Johann Sebastian Bach y la Sinfonía N° 40 en Sol menor de Wolfgang Amadeus Mozart fueron las obras que la Orquesta Sinfónica de Chile interpretó en el concierto denominado “Cantata y Sinfonía” que ofreció el reciente fin de semana en el teatro del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile, CEAC.

El maestro ruso Leonid Grin volvió a dirigir a la agrupación orquestal de la Universidad de Chile, tras el buen éxito alcanzado junto al Ballet Nacional Chileno y el Coro Sinfónico, con la puesta en escena del “Réquiem de Guerra” de Britten, en octubre pasado.

En líneas generales, Grin y sus dirigidos, brindaron una presentación muy digna, de pleno compromiso con ambos autores, la cual obtuvo el pleno respaldo del público en los dos temas abordados, muy diferentes por lo demás.

La primera obra contó con la participación de la Camerata Vocal, dirigida por Juan Pablo Villarroel, agrupación de cámara integrada por 16 cantantes profesionales, quienes forman parte del Coro Sinfónico desempeñándose allí como instructores vocales. Asimismo actuaron, la destacada soprano Claudia Pereira, el tenor Felipe Catalán y el barítono Sergio Gallardo, este último de gran experiencia lírica en la última temporada del Teatro Municipal de Santiago.

La Cantata 21 –como se le conoce popularmente- se caracteriza, entre otra cosas, por ser una pieza abundantemente orquestada. El texto, atribuido a Salomo Franck, está inspirado en la epístola del tercer domingo de la Trinidad y en los salmos. Compuesta en dos partes, su tema es la redención del alma afligida del coro inicial, en el que se expresa una profunda pena y luego el reconocimiento del poder de Cristo para brindar consuelo. Toda la cantata representa, por tanto, un recorrido desde las tinieblas a la luz.

Fiel representante de la madurez musical de Bach, la obra tuvo puntales destacados en la orquesta, entre ellos -una vez más, el oboista estadounidense Jeremy Kesselman y las maderas y cuerdas en general. En la parte vocal, agradó particularmente, la labor interpretativa de Sergio Gallardo y la solidez del canto de Claudia Pereira, junto a la concentrada expresión, no muy brillante eso sí, de Felipe Catalán, con mucha dedicación a los pasajes en que fue solista. La camerata mostró su experiencia y muchas voces de calidad, en especial en la parte femenina.Buena dirección de su titular, Juan Pablo Villarroel.

El tema principal de la Sinfonía N° 40 de Mozart es una de las melodías más popularizadas y arraigadas en el imaginario sonoro colectivo. Si bien resulta muy frecuente enmarcar a Mozart dentro del Clasicismo, el carácter de esta sinfonía constituye en muchos aspectos una obra romántica: fuertes contrastes, episodios con una gestualidad grandilocuente y exaltada.

La Sinfónica vivió aquí una jornada muy feliz, en el total de la obra, tan escuchada en diferentes niveles de auditores, con una conducción, sabia diríamos de Grin, quien al final se inclinó ante la grandeza de Mozart y brindó un emotivo “encore” del primer movimiento de esta atractiva Sinfonía.

Los cuatro grupos de familias de la orquesta cumplieron en forma impecable. En las maderas, sobresalieron oboes y clarinetes, dentro del ovacionado plantel, con excelentes solistas.

Al final, Grin -muy emocionado- se dirigió al público y señaló, “esto es Mozart”.

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La Cantata “Ich hatte viel Bekümmernis”, BWV 21 de Johann Sebastian Bach y la Sinfonía N° 40 en Sol menor de Wolfgang Amadeus Mozart fueron las obras que la Orquesta Sinfónica de Chile interpretó en el concierto denominado “Cantata y Sinfonía” que ofreció el reciente fin de semana en el teatro del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile, CEAC.

El maestro ruso Leonid Grin volvió a dirigir a la agrupación orquestal de la Universidad de Chile, tras el buen éxito alcanzado junto al Ballet Nacional Chileno y el Coro Sinfónico, con la puesta en escena del “Réquiem de Guerra” de Britten, en octubre pasado.

En líneas generales, Grin y sus dirigidos, brindaron una presentación muy digna, de pleno compromiso con ambos autores, la cual obtuvo el pleno respaldo del público en los dos temas abordados, muy diferentes por lo demás.

La primera obra contó con la participación de la Camerata Vocal, dirigida por Juan Pablo Villarroel, agrupación de cámara integrada por 16 cantantes profesionales, quienes forman parte del Coro Sinfónico desempeñándose allí como instructores vocales. Asimismo actuaron, la destacada soprano Claudia Pereira, el tenor Felipe Catalán y el barítono Sergio Gallardo, este último de gran experiencia lírica en la última temporada del Teatro Municipal de Santiago.

La Cantata 21 –como se le conoce popularmente- se caracteriza, entre otra cosas, por ser una pieza abundantemente orquestada. El texto, atribuido a Salomo Franck, está inspirado en la epístola del tercer domingo de la Trinidad y en los salmos. Compuesta en dos partes, su tema es la redención del alma afligida del coro inicial, en el que se expresa una profunda pena y luego el reconocimiento del poder de Cristo para brindar consuelo. Toda la cantata representa, por tanto, un recorrido desde las tinieblas a la luz.

Fiel representante de la madurez musical de Bach, la obra tuvo puntales destacados en la orquesta, entre ellos -una vez más, el oboista estadounidense Jeremy Kesselman y las maderas y cuerdas en general. En la parte vocal, agradó particularmente, la labor interpretativa de Sergio Gallardo y la solidez del canto de Claudia Pereira, junto a la concentrada expresión, no muy brillante eso sí, de Felipe Catalán, con mucha dedicación a los pasajes en que fue solista. La camerata mostró su experiencia y muchas voces de calidad, en especial en la parte femenina.Buena dirección de su titular, Juan Pablo Villarroel.

El tema principal de la Sinfonía N° 40 de Mozart es una de las melodías más popularizadas y arraigadas en el imaginario sonoro colectivo. Si bien resulta muy frecuente enmarcar a Mozart dentro del Clasicismo, el carácter de esta sinfonía constituye en muchos aspectos una obra romántica: fuertes contrastes, episodios con una gestualidad grandilocuente y exaltada.

La Sinfónica vivió aquí una jornada muy feliz, en el total de la obra, tan escuchada en diferentes niveles de auditores, con una conducción, sabia diríamos de Grin, quien al final se inclinó ante la grandeza de Mozart y brindó un emotivo “encore” del primer movimiento de esta atractiva Sinfonía.

Los cuatro grupos de familias de la orquesta cumplieron en forma impecable. En las maderas, sobresalieron oboes y clarinetes, dentro del ovacionado plantel, con excelentes solistas.

Al final, Grin -muy emocionado- se dirigió al público y señaló, “esto es Mozart”.