La historia de la sociedad contemporánea esconde episodios un tanto escalofriantes, de los cuales muchas familias han sido protagonistas en algún minuto de sus vidas. Y dentro de esta categoría el clan Kennedy no está al margen, pues en el siglo pasado fue parte de un escándalo que pese a ocultarlo por mucho tiempo, finalmente salió a la luz.

Se trata de lo ocurrido con Rosemary Kenedy, quien nació el 13 de septiembre de 1918 en el seno de una familia conservadora.

Obligada a retrasar el parto por una enfermera, debido a la ausencia de un médico en el lugar, Rose (madre de Rosemary) se vio obligada a resistirse y no pujar hasta que llegara el profesional. Tal situación marcó a la madre del presidente John Fitzgerald Kennedy, quien sintió siempre que de sus nueve hijos, Rosemary “era diferente”. Así lo relató Elizabeth Koehler-Pentacoff, sobrina de la monja que cuidó a la pequeña en el convento durante 30 años, en el libro The Missing Kennedy (La Kennedy perdida). En esa misma publicación, se reveló que a las semanas del parto, la lactante apenas lloraba y siempre estaba en silencio, algo anormal para una bebé.

Esto se condice con un artículo publicado en 1975, donde la madre de Rosemary reconocía cómo recibió en 1925 la noticia de un grupo de profesionales de que su hija padecía retraso mental, según consigna el diario español El Mundo.

Frente a tal diagnóstico, la primera reacción de la madre del clan fue entrar en shock. Incluso en su autobiografía Times to Remember dejó de manifiesto que su hija había dado sus primeros pasos más tarde de lo habitual y que tenía problemas de concentración y escritura, algo de lo cual la madre se siente responsable. Así también lo cuenta Elizabeth Koehler-Pentacoff en el libro The Missing Kennedy, quien indica que la mujer creía que las dos horas que la enfermera mantuvo la cabeza de la bebé dentro del cuerpo de Rose fueron catastróficas para la niña.

A estos relatos, se suma el de la publicación The Hidden Kennedy Daughter</a> (La hija Kennedy oculta), escrita por Kate Clifford Larson, donde se documenta y relata toda la vida de Rosemary, cuya infancia fue muy diferente a la de un niño “normal” y especialmente a la de sus hermanos.

La hija “de la sonrisa perfecta”, como la describe en uno de sus artículos la revista People , permaneció en la casa del clan Kennedy hasta que cumplió los 16 años y después fue internada en el convento Elmhurst Sacred Herat durante dos años.

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Una foto publicada por Rosie Kennedy (@rosemary.kennedy) el

Al regresar con su familia, Rosemary había cambiado su actitud y su comportamiento, algo que para el padre era un verdadero martirio, pues los caprichos y los intentos de escaparse de casa de la chica aumentaban a diario, generando más de un dolor de cabeza para el hombre.

Cuando la muchacha cumplió 20 años, su padre figuraba como embajador en Gran Bretaña, cargo importante para él, quien empezó a preocuparse por las salidas nocturnas de la joven y del riesgo de que ésta pudiese quedar embarazada y con ello acabar con su carrera política, manchando el honor de la familia.

Por dicha razón, a su regreso de Londres el patriarca analizó la posibilidad de probar la técnica psiquiátrica experimental conocida como Lobotomía, con el fin de frenar a su hija y un posible embarazo no deseado.

Tras meditar el tema y los peligros de éste, conversó con su esposa Rose y pese a la negativa que mostró la mujer por esta horrorosa intervención, el hombre organizó en 1941 la operación, siempre con la idea que tras el procedimiento su hija se convirtiera en una persona “normal”.

Sin embargo, según cuenta el libro de Koehler, la situación de Rosemary empeoró considerablemente, pues al someterla a esta terapia, la joven dejó de hablar y sufrió daños serios en su movilidad, quedando completamente dependiente. Por esta situación, dos años más tarde tuvo que ser internada en el Centro St. Coletta , donde -para mantener su tratamiento (y el secreto)- fue aislada por dos décadas de la vista de sus padres, hermanos y familiares.

Este fue uno de los grandes secretos de Joseph Kennedy, pero tras su muerte en 1961 el asunto salió a la luz pública. En ese momento, Rose (la madre) visitó a su hija, rompiendo así el paradigma de que Rosemary se había mudado al Medioeste donde se desempeñaba como profesora.

Según el libro de Larson, esta macabra historia logró sensibilizar a la familia, quienes comenzaron a visitar a Rosemary e incluso a llevarla a casa por temporadas para contribuir en la mejora de su estado de salud.

Muchas son las controversias que se generaron en la opinión pública en torno a la vida y muerte de Rosemary Kennedy, quien falleció en 2005 a la edad de 86 años por causas naturales en el Fort Memorial Hospital de Nueva York, transformándose en el quinto fallecimiento del clan y el primero debido a causas naturales.

Pero todos se preguntarán ¿En qué consiste esta brutal intervención que causó el trágico estado de salud de la tercera hija del clan Kennedy?

Este modelo de operación tuvo sus inicios en 1935 en Estados Unidos y su proceso consiste en meter una aguja en el cerebro y posteriormente agitarla. Práctica que en su momento fue considera como una cura mágica frente a determinadas patologías de carácter psiquiátricas.

Es cosa de ver la Colección Wellcome de Londres, donde se esconde una serie de curiosidades médicas consistentes en una barra de acero de 8cm con un mango de madera. “Todas estas horripilantes cosas son instrumentos de lobotomía. Nada sofisticado”, explicó la archivista Lesley Hall a la cadena británica BBC Mundo.

Un peligroso método

Por miles de años existieron terapias un tanto extrañas, dolorosas y bastante aterradoras, entre ellas la trepanación, la cual consistía en hacer un agujero en el cráneo con el propósito de que salieran los malos espíritus que se habían apoderado de la persona.

La lobotomía compartía elementos en común con aquella macabra técnica “médica”, pero a la vez era una operación distinta. El neurólogo portugués y padre de la lobotomía, Egas Moniz, pensaba que los pacientes con conductas obsesivas tenían problemas en los circuitos del cerebro, razón por la que muchas familias sometían a este duro tratamiento a sus hijos, hermanos y sobrinos para terminar con tales comportamientos.

People.com

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A raíz de tales problemas psiquiátricos y de los estudios asociados a los resultados que provocaba la lobotomía, precisamente en 1935 en un hospital de Lisboa se pensó haber encontrado la cura a dichas patologías mentales.

“Decidí cortar las fibras conectivas de las neuronas activas”, escribió el experto en una monografía titulada “Cómo llegué a hacer una leucotomía frontal” y que más tarde publicó BBC, donde reveló que la técnica original fue modificada, pero la idea básica se mantuvo intacta.

La idea adaptada por los especialistas en la materia consistía en perforar el cráneo e introducir un instrumento denominado leucótomo en el cerebro. Elemento que tras ser insertado el profesional lo movía de un lado a otro y de esa forma se cortaban las conexiones establecidas entre los lóbulos frontales con el resto del cerebro del paciente.

Tras someterse a esta terrible intervención, el padre de la lobotomía reportó mejoras considerables en su primeros 20 pacientes, haciendo que la operación se promoviera entre el resto de los expertos en el área, entre ellos el neurólogo estadounidense Walter Freeman, quien se convirtió en un impulsor del proceso, llevando a cabo el primer tratamiento en EE.UU durante 1936.

Debido a los logros obtenidos en el área de la medicina, la lobotomía comenzó a ser vista como un antídoto milagroso en Reino Unido, zona en que los cirujanos hicieron que la operación se popularizara a tal magnitud que había doctores, como el británico Sir Wylie McKissock, que según contó su anestesista Terry Gould llegó a realizar alrededor de 3 mil intervenciones de este tipo.

Frente a tal magnitud, cuenta el diario español ABC, el psiquiatra británico John Pippard le hizo seguimiento a cientos de pacientes atendidos por McKissock y encontró que alrededor de un tercio se benefició, un tercio no tuvo cambios considerables, mientras que otro tercio empeoró tal como ocurrió con Rosemary Kennedy.

Tras estos resultados, muchos médicos que en su momento realizaron tal tipo de intervención, se comenzaron a oponer a esta práctica. “No creo que ninguno de nosotros estábamos realmente cómodos poniendo una aguja en el cerebro y agitándola, sobre todo sabiendo que en muchos de esos pacientes su salud comenzó a empeorar”, son parte de las declaraciones recogidas por el medio de noticias.

Disminución de esta peligrosa operación

Después de 14 años de su aparición, precisamente en 1949 Egas Moniz ganó el Nobel por inventar la Lobotomía, sin embargo, en tal periodo la peligrosa intervención comenzó a declinar.

Si bien la idea de hacer agujeros en el cráneo para curar enfermedades viene desde tiempos remotos, después de las investigaciones realizadas John Pippard, a mediados de los años 50 esta práctica cayó considerablemente, primero porque los pacientes no presentaban cambios radicales y en muchos casos solo empeoraban, y segundo, porque hicieron su aparición una serie de fármacos efectivos para cuadros psiquiátricos.

Henry Marsh, quien hoy en día es un eminente neurocirujano, confesó al diario español El País que la operación sencillamente no era la mejor alternativa para la época. “Era muy mala medicina, mala ciencia, pues era claro que nunca se le hizo un seguimiento apropiado a los pacientes y cuando esto ocurrió se comenzaron a ver los efectos negativos que tuvo en muchas personas”, indicó.

“El hecho de que los habían arruinado totalmente como seres humanos sociables probablemente no importaba en su momento, y eso quedó de manifiesto con un integrante del clan Kennedy quien a raíz de esta peligrosa operación empeoró en su estado de salud”, concluyó el experto.