Lutz Eigendorf era uno de los mejores jugadores del Dynamo de Berlín, el equipo favorito del régimen comunista de Alemania del Este. Su triste historia se sitúa en la Europa de la Guerra Fría y comienza el 16 de julio de 1956 con su nacimiento, en Brandenburgo.

A temprana edad Eigendorf se integró a la Asociación Alemana de Gimnasia Deportiva y a los 14 años es descubierto por el Dynamo de Berlín, equipo de la policía (importante detalle).

Allí, Luts pasó sus años jugando y paralelamente estudiando ingeniería, aunque cuando llegó a la mayoría de edad y tras finalizar su servicio militar se incorporó a la policía con un cargo de oficina.

Ya en 1974 fue ascendido al primer equipo del Dynamo, donde ocupó el puesto de centrocampista por varios años. Gracias a su buen rendimiento en 1978 fue llamado a la selección de la República Democrática Alemana con tan solo 22 años, y disputaría ahí un total de 6 encuentros.

El poder del deporte para la RDA

El Dynamo de Berlín absorbió en los cincuenta a todo el Dynamo de Dresde (el mejor club de aquel momento) para que fuesen los berlineses los que dominasen con comodidad el campeonato y surtiesen de títulos a los “caprichosos” dirigentes de la República Democrática Alemana.

Detrás de todo aquel montaje estaba la Stasi, el Ministerio para la seguridad del estado, y su director, Erich Mielke. Este personaje tenía claro que el deporte era un instrumento propagandístico de primer orden y Dynamo era esencial para tal tarea.

Una prueba de ello era que el propio Mielke administraba el club. Aún estaba cercano el recuerdo del Mundial de fútbol de 1974 y la histórica victoria de la RDA sobre la la República Federal de Alemania que había sido uno de los momentos de mayor gloria para el bloque comunista.

La Stasi tenía cada vez más claro lo poderoso que era el deporte, de ahí que a finales de los setenta se potenció el Dynamo y se llevó continuamente de gira para medirse con buenos equipos europeos para llevar por el viejo continente la ideología de la RDA, y Eigendorf era fundamental.

Lo apodaban el “Beckenbauer del Este”, una evidente exageración pero que da una idea de sus condiciones como futbolista. Defensa con oficio, de gran técnica y capacidad de mando dentro del terreno de juego.

Todo hacía pensar que el jugador llevaba una vida de ensueño en su club y país, pero la situación era completamente diferente. Eigendorf estaba cansado del modo de vida de la Alemania del Este, de la presión de la Stasi, del control obsesivo sobre todas las personas y cosas, del espionaje entre vecinos.

WITSCHEL / DPA / AFP

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El escape

En marzo de 1979 el Dynamo cruzó el muro para jugar un par de amistosos con equipos de la Alemania Federal. En el viaje de vuelta a casa el bus se detuvo en un pueblo y Eigendorf, aprovechando un descuido de los agentes de la Stasi que siempre les acompañaban en los viajes, salió corriendo y se subió un taxi que lo alejó para siempre de su vida anterior.

El futbolista fue acogido de inmediato en la República Federal de Alemania mientras al otro lado del muro se silenciaba su caso. La noticia generó una furia tremenda en la Stasi y especialmente en Mielke que no estaba dispuesto a que nadie se riese de su sistema.

Eigendorf no tuvo problemas para ganarse la vida gracia a su calidad como futbolista. Fichó al poco tiempo por el Kaiserslautern y comenzó a disfrutar de los lujos que le ofrecía su nueva vida.

Eigendorf en su etapa como jugador del Kaiserslautern

DPA | AFP

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Pero su situación aún no estaba completa, pues su mujer y su hijo aún permanecían en la otra Alemania bajo un completo y estricto control de la Stasi, que trataba por todos los medios forzar a Eigendorf, convertido por entonces en un “símbolo”, a regresar a casa.

Incluso anunciaron su divorcio y el inminente matrimonio de su esposa con otro hombre. Cualquier cosa con tal de sacar al jugador de sus casillas y hacerle volver. Pero el defensa, férreo y duro dentro del campo de juego, se mantuvo firme durante todo el tiempo y trató, con la ayuda de su nuevo club, de buscar la manera de sacar a su familia del país.

No era sencillo porque sus pasos estaban siempre bajo el estricto control de la policía secreta. Fueron pasando los años y Eigendorf endureció su discurso en contra de la RDA, contra el Stasi y contra el Dynamo. Le desesperaba seguir lejos de aquellos a los que más quería y sus palabras en la prensa retumbaban cada día con más fuerza en los muros del régimen comunista.

Pero sus críticas le costarían muy caro, y un 8 de marzo de 1983, los noticieros alemanes abrieron con una noticia estremecedora. Eigendorf había muerto a los 26 años después de estrellar su Alfa Romeo contra un árbol.

WOLFGANG WEIHS / DPA / AFP

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Se dijo que su sangre presentaba un índice de alcohol de 2,2, algo que causó bastante extrañeza en su entorno, pues el jugador no solía tomar alcohol por su condición como profesional.

Crecieron los rumores y se alimentaron toda clase de leyendas sobre las verdaderas causas de su muerte. Pero todo aquello quedó muy claro después, cuando Eigendorf ya era poco menos que un recuerdo.

Tras la caída del muro de Berlín y la desclasificación de buena parte de los documentos de la Stasi se encontró su expediente en el que figuraba una consigna clara: “Maten al traidor”. En los papeles aparecían todas las pruebas que demostraban que el accidente de tráfico había sido un montaje utilizado por agentes de la Stasi para disimular un asesinato. Era un secreto a voces. Mielke había prometido venganza y acabó por cumplirla.