La frustración, en estos casos, es un riesgo latente si se considera que “para los estudiantes en etapa escolar, el rendimiento es súper importante a nivel de autoestima”, destaca la académica USS, Daniela Muñoz Iubini.

“Ya tenemos noviembre encima. Así es que, la verdad, darse cuenta ahora que un niño debe cambiar la estrategia para no repetir de curso, es bastante tardío”. Así de tajante es la psicóloga y docente de Pedagogía en Educación Diferencial de la Universidad San Sebastián, Daniela Muñoz Iubini.

Es que ya por estas fechas, muchas familias piensan que deben enfocar sus esfuerzos en ayudar a sus hijos “a pasar de curso”. Pero, si el estudiante no ha tenido un buen rendimiento durante todo el año y, principalmente, no ha aprendido los conocimientos necesarios, las probabilidades de superar este dilema y mejorar las notas a un nivel de excelencia, son escasas.

“Tal vez con cambiar la estrategia de estudio, el niño sí tenga mejores resultados. Pero si la expectativa es muy alta y no conseguir los cambios esperados se considera un fracaso, es mejor definir una nueva mirada a estos casos”, recomienda la experta.

Es que en estas situaciones, la preocupación debe estar enfocada en no generar un mal peor. De esta manera, se debe apoyar al estudiante de modo que no deje de lado los estudios, pero que igualmente se sienta recompensado por sus esfuerzos.

“Para los estudiantes en etapa escolar, el rendimiento es súper importante a nivel de autoestima”, destaca Muñoz. Esto, porque se sienten identificados con sus calificaciones, de manera que un estudiante de nota 4.0 se siente como tal y uno de 7.0, se siente un 7.0. “Por esto, es importante también generar expectativas cercanas a la realidad, para que no terminen en frustraciones”, dice.

Lo importante es que el estudiante aprenda. “Hay que pensar qué tanto nos sirve salvar el año en esta fecha: si pasó con un 4.0, ¿adquirió los conocimientos necesarios para poder rendir el año siguiente?”.

“Está comprobado, desde la neurociencia, que las personas más felices tienden a desarrollar dopamina, que mejora las habilidades cognitivas y, por ende, la atención. Así es que el niño que es más feliz, tiene más probabilidades de aprender mejor”, fundamenta la académica USS, frente a lo cual “quitarle la presión a la nota, pero mejorar el proceso de aprendizaje” se posiciona como un camino bastante amable.

“Finalmente, el objetivo de toda la educación es que sean personas integrales, que sean felices y que sepan superar los obstáculos para que posteriormente puedan sortear los desafíos que nos impone la sociedad”, agrega Muñoz.

Las razones nos dan las herramientas adecuadas

Adquirir hábitos de estudio y conocer las capacidades que tienen los niños y adolescentes a la hora de aprender, es clave. Así lo afirma la psicóloga y docente de Pedagogía en Educación Diferencial USS.

Además, recomienda que se identifique el problema con tiempo, para encontrar una solución adecuada. Por lo general -dice-, puede tratarse de dificultades del aprendizaje; que se están utilizando estrategias poco apropiadas a la personalidad del estudiante; o bien, que se están presentando dificultades ambientales o contextos familiares/sociales que están afectando su rendimiento.

“Una vez reconocido el problema, es mucho más fácil encontrar una solución adecuada, ya sea a nivel de apoyo tutorial, con suplementos alimenticios y/o farmacológicos, o sustento a nivel emocional de un experto”, comenta.