Moribundo durante un tiempo, el movimiento islamófobo alemán Pegida, que el lunes cumple un año, tomó impulso con la crisis de los refugiados que alimenta su discurso cada vez más radical.

“Los ciudadanos no deberían seguir a quienes salen a las calles llenos de odio y de hostilidad hacia los demás”, dijo la canciller Ángela Merkel en una entrevista este sábado a Frankfurter Allgemeine Zeitung.

El líder de Pegida, Lutz Bachmann, ha llamado a sus tropas a una nueva manifestación el lunes en Dresde (este).

El movimiento de los Patriotas Europeos contra la islamización de Occidente (en alemán, Pegida) fue lanzado el 20 de octubre de 2014 en la capital de Sajonia, en la ex RDA comunista, por este antiguo delincuente de 42 años, pero ya no tiene “nada que ver” con lo que era, explica a la AFP Nele Wissmann, investigadora del Instituto francés de relaciones internacionales (Ifri).

Inicialmente era “más bien ‘antiestablishment’” y estaba compuesto por un núcleo de extrema derecha y muchos electores decepcionados con los partidos tradicionales. Pero desde este otoño, se radicalizó para convertirse en un movimiento de ultraderecha (…) centrado en los refugiados”, añade.

Símbolo de este endurecimiento fue la horca enarbolada el lunes en la última manifestación, “reservada” a Merkel y a su vicecanciller Sigmar Gabriel. La imagen suscitó indignación en Alemania y desató la apertura de una investigación.

Desde hace unas semanas, la dirigente alemana se convirtió en el blanco predilecto de Pegida, opuesto a su política de mano tendida a los refugiados.

Pegida registró un avance fulgurante en el invierno de 2014-2015, pasando de unos cientos de simpatizantes a finales de octubre a 25.000 manifestantes a finales de enero después de los atentados yihadistas contra la revista francesa Charlie Hebdo.

Los manifestantes arremetían contra el islam, los extranjeros y los refugiados. Desfilaban bajo el lema “Somos el pueblo”, entonado antes de la caída del Muro de Berlín por los opositores al régimen de la ex RDA.

Meses después, minado por las querellas internas y por las extravagancias de su líder Lutz Bachmann, el movimiento vivió horas bajas con cortejos poco concurridos que desfilaban ante una indiferencia casi generalizada.

Su presencia en otras ciudades alemanas también se había reducido y los intentos de exportación a Austria, Suecia o Dinamarca tampoco prosperaron. En el verano muchos observadores no apostaban nada por Pegida.

Pero entonces entró en juego la crisis migratoria. Alemania prevé acoger entre 800.000 y un millón de personas en 2015.

El 7 septembre el movimiento congregó a 5.000 personas en Dresde. Las semanas siguientes las cifras siguieron subiendo, estabilizándose entre 7.500 y 9.000 manifestantes, según los recuentos.

Teniendo en cuenta el contexto migratorio, que podría haberle permitido movilizar a mucha gente, se trata de “una renacimiento pequeño”, relativiza Timo Lochocki, analista del centro de análisis German Marshall Fund.

‘Vacunados’ contra Pegida

Nele Wissmann estima sin embargo que “el desencadenante” se produjo el 4 de septiembre, cuando Merkel abrió las fronteras para dejar pasar en Alemania a los migrantes que llegan de Hungría.

“El tema (de los refugiados) está en todas partes. Pegida aprovecha (esta) situación y cierta confusión en el gobierno, en el que Merkel comienza seriamente a verse criticada por su propio campo” conservador por su política de puertas abiertas, añade la investigadora.

Los ataques cometidos en los últimos meses contra los centros de acogida de refugiados, sobre todo en el este del país, preocupan a las autoridades. Temen que la radicalización creciente de grupos como Pegida desemboque en violencia o terrorismo de extrema derecha, una hipótesis considerada creíble por los servicios de inteligencia alemanes.

El futuro de Pegida se decidirá quizá en las urnas: el movimiento ya presentó una candidata en junio pasado en Dresde (10%) y Lutz Bachmann anunció su intención de fundar un partido.

Pero, por su Historia, “los alemanes están vacunados contra un movimiento como Pegida”, afirma Nele Wissmann. “Pegida, radicalizándose, excluirá a los opuestos a la violencia y por lo tanto seguirá siendo minoritario”.