Un estudio elaborado por la Superintendencia de Educación, entre los años 2013 y 2014, señala que se recibieron 1.456 denuncias por discriminación al interior de algún establecimiento educacional. De estos casos, el 51% corresponde a menores que sufren déficit atencional.

Si bien puede ser una cifra alarmante, muchos expertos discrepan en que todos los casos correspondan efectivamente a déficit atencional. Como explica la psicóloga y académica de la Universidad San Sebastián, Ximena Rojas, “hoy estamos frente a un sobrediagnóstico del déficit atencional, y de ahí provienen las denuncias de niños que se sienten discriminados. Ello, porque las escuelas tienen un parámetro de lo que significa ser buen o mal alumno o qué es buen o mal desempeño. Todo lo que se aleje de ese parámetro, de alguna manera necesitaría un diagnóstico, porque escapa a lo que los establecimientos pueden abordar efectivamente”.

La experta añade que “los establecimientos educacionales han ido de a poco comprendiendo que la diversidad es la normalidad y no se trata de hacerle un espacio a la diversidad dentro de todo lo que se hace, sino que es lo normal, por lo que el currículum, las evaluaciones y todo debe estar acomodado a ello. Esto permitiría que no siempre es el niño con síndrome de déficit atencional quien se debe ajustar a un contexto, sino que el contexto también se ajusta, pero porque es lo que debe pasar”.

La docente explica que la causa radica en que “hoy no existe una línea clara para que los niños con déficit atencional tengan un diagnóstico con un único protocolo. Así, a algunos los diagnostica el neurólogo, a otros el profesor y a otros un psicólogo, pero este es un tema que debe ser multidisciplinario. El déficit atencional es pensado como un tema individual de cada niño, pero para mi gusto es un problema sistémico, que lo tiene la escuela, lo tiene la familia y también lo tiene el niño. El déficit atencional existe en la medida que la escuela es como es. El desafío es entonces, conjugar todos estos factores para abordarlo, porque de lo contrario el niño se ve muy afectado. El daño que se puede hacer por un mal diagnóstico y un tratamiento poco adecuado a un menor, puede ser caótico para su futuro”.

Diagnóstico

Para la académica de la Facultad de Psicología USS, la etapa del diagnóstico es fundamental para no afectar el normal desarrollo del niño y establecer el tratamiento correcto y oportuno. “El diagnóstico debe ser multidisciplinar y muy acabado para no cometer el error de confundir algún comportamiento determinado con déficit atencional”.

Este tratamiento, según señala Rojas, lo deben realizar fundamentalmente profesionales de tres áreas: neurología, psicopedagogía y psicología, cada uno evaluando el impacto o la amplitud de lo que el menor tiene comprometido. Esta última es relevante porque los niños que han sido sometidos a varios exámenes y pruebas, es probable que se vean a sí mismos como “enfermos de algo”.

Todo lo que ocurre con el entorno les va reforzando lo que ellos van entendiendo de sí mismos; así, su autoestima se puede ver dañada, lo que hace que cualquier dificultad que tenga el niño, se vea abultada y aumentada a sus ojos”.

En ese escenario, la psicóloga considera fundamental que en el proceso de diagnóstico, el niño sea sometido al mínimo estrés posible, evitando que deambule de colegio en colegio y de médico en médico o que sea sobreintervenido.

Asimismo, es un proceso en que la familia también se ve afectada, pues “muchas veces se frustra por no poder atender adecuadamente a uno de sus hijos. Por lo tanto, también necesita contención y un espacio –ojalá el colegio- que sea acompañador y contenedor de la situación, donde no se responsabilice solo al niño ni a la familia, sino que el establecimiento se haga parte en este proceso y no solo derive”.

Por eso, Ximena Rojas recomienda estar muy informado, porque hay colegios que en prekinder empiezan a diagnosticar déficit atencional, y en ese nivel, “nunca un niño puede ser diagnosticado. Recién en primero básico se podrían levantar algunas alertas”, advierte.

Medicación

Respecto del uso de los remedios, la académica de la Universidad San Sebastián afirma que “está un poco demonizado el tema de los medicamentos”.

Explica que “hay casos en que el niño ve y siente que las cosas no le están resultando, que no puede, que su esfuerzo no vale la pena; por lo tanto, no se siente bien consigo mismo. En ese caso, es necesario y fundamental que ese niño comience a tener éxitos, porque en la medida que los tiene, se va a dar cuenta por si solo que sí puede, porque además tiene que seguir rindiendo en el colegio. El esfuerzo que deben hacer estos niños es enorme, porque además están estresados por su situación escolar. En esos casos, el medicamento efectivamente sí es importante para poder regularlos y poder permitirles empezar a tener esos éxitos en el colegio. En la edad escolar es ser buen o mal alumno es central para la autoestima, demostrar que son buenos “en algo”.

¿Cuándo consumir un fármaco?

“La evaluación va muy de la mano de las familias, porque hay algunas que comienzan por medicaciones y tratamientos naturales, como las flores de Bach, cambian a los chicos de uno a otro colegio y hacen todos los intentos, pero en ese tránsito el niño se estresa y sufre, por lo tanto, es cada familia la que debe establecer ese equilibrio y decidir en qué momento usar remedios. Es importante que los apoderados estén informados de cuál es el colegio que están mirando, preguntar que experiencias hay, como lo hacen, cuáles son las estrategias”, explica la profesional.

Finalmente, Ximena Rojas señala que cuando el niño efectivamente tiene déficit atencional, deben operar “algunas cosas que son importantísimas: paciencia, porque son niños que necesitan más tiempo que otros; conocer herramientas que sean asertivas para evitar que el niño enfrente pequeños fracasos que luego va acumulando; y tercero, mucho cariño por la profesión docente: deben ser empáticos con el menor, porque todo lo que le va pasando al niño, le va devolviendo autoimagen. Se deben trabajar habilidades blandas, resiliencia que les permita a los niños encontrar lo suyo y sentirse exitosos en ello”.

“Hay adultos que han tenido déficit atencional y son muy exitosos, porque han encontrado el trabajo justo, que los mantiene inquietos, en movimiento, conversan con gente, están en multiplicidad de tareas, labores muy ligadas a la creatividad, solución de problemas permanente o bien han ido aprendiendo a suplir estas desconcentraciones momentáneas”, reflexiona la académica de Psicología de la Universidad San Sebastián.