Parecer ser más fácil reconocer una adicción en el resto, que en nosotros mismos, y por eso quizás muchas veces apuntamos con el dedo a los demás, sin darnos cuenta que estamos tan atrapados como ellos.

Algo así es lo que sucede con la dependencia a los celulares, vemos todo el tiempo gente quejándose de que sus amigos y familiares no paran de chequear sus smartphones, sin notar que hacen exactamente lo mismo.

Para graficar cómo es realmente la vida cotidiana actual, el fotógrafo estadounidense Eric Pickersgill, capturó una serie de retratos donde aparecen personas en situaciones comunes junto a sus teléfonos y otros dispositivos digitales, con el fin de mostrar cómo la adicción a la tecnología nos tiene simplemente “jodidos”.

Pero Pickersgill -quien se reconoce a sí mismo como “un adicto más”- decidió darle un giro a las imágenes con el fin de hacerlas un poco más impactantes, y quitó todos los teléfonos y dispositivos de las fotos.

“La conexión de las personas a los dispositivos ha sido rápida e inalterable. El uso del smartphone en la vida diaria ha hecho que las tareas tomen menos tiempo. Los lugares lejanos y las personas se sienten más cerca que nunca. A pesar de los evidentes beneficios que estos avances tecnológicos han traído a la sociedad, las implicaciones sociales y físicas se están revelando lentamente”, señala el artista en su sitio web oficial sobre la exposición llamada Removed (removido).

El profesional explica que así como la fotografía transforma la experiencia vivida en una fotografiable, realizable, y reproducible, los dispositivos personales están cambiando nuestro comportamiento, integrándose al paisaje, transformándose en una especie de extensiones de nuestro cuerpo. De hecho, hoy son utilizados como una “señalización de ajetreo e inaccesibilidad a los extraños”, mientras una fuerza adictiva promueve la división de la atención entre los que están físicamente contigo y los que no, comentó Eric.

El fotógrafo señaló que la idea de este trabajo surgió mientras estaba sentado en un café en Nueva York, junto a una familia, donde todos estaban desconectados entre sí y no hablaban mucho. “El padre y sus dos hijas tenían sus propios teléfonos. La mamá no tenía uno o eligió guardarlo. Ella se quedó mirando por la ventana, triste y sola en compañía de su familia más cercana. El papá miraba hacia arriba de vez en cuando para comentar alguna información que encontró en línea”, relató.

Eric dijo que le entristecía cómo el uso de la tecnología mermó la interacción, teniendo un impacto social importante y aseguró que ver a esta familia despertó algo en su consciencia.

“Fue uno de esos momentos en los que ves algo tan increíblemente común, que te sobresalta a la conciencia lo que está sucediendo realmente y es imposible de olvidar. Veo esta familia en el supermercado, en las aulas, al lado de la carretera y en mi propia cama, mientras me duermo al lado de mi esposa. Descansamos espalda con espalda en nuestros lados, mirando a nuestros pequeños y fríos dispositivos iluminados, todas las noches”, comentó.

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