La mayoría de los padres buscan lo mejor para sus hijos, pero muchas veces sin darse cuenta cometen errores que dañan a los niños.

El doctor en psicología y autor de varios libros sobre crianza, Robert Firestone, escribió un artículo para el portal especializado Psychology Today, donde expone algunos comportamientos que perjudican a los pequeños y que algunos no notan.

“En mi observación de las familias, he tomado nota de innumerables ejemplos de padres bien intencionados que tienen un comportamiento que es insensible, fuera de sintonía, o perjudicial para sus hijos, mientras ellos creen sinceramente que los aman y tienen los mejores intereses en el corazón”, dice el experto.

El profesional asegura que muchos padres se ponen a la defensiva cuando les dicen que hirieron a sus hijos, porque están seguro de que los aman e lo hicieron lo mejor que pudieron.

“Es cierto que hicieron lo mejor que podían, pero muchas veces simplemente no fueron capaces de ver realmente a su hijo como una persona independiente ni conocieron sus necesidades. No importa qué tan bien intencionado sea, mucha gente lamentablemente no está preparada para la tarea de criar a hijos”, asegura el profesional.

A continuación, el experto indica algunas formas en que los padres dañan a sus hijos sin darse cuenta.

1. Muchos padres tienen una imagen negativa de sí mismos y, la extienden a sus hijos

“Si no pueden amarse a sí mismos y han desarrollado una concepción negativa de sí mismos y de sus cuerpos, extienden esta vergüenza y negatividad”, comenta Firestone.

“En general, la gente que realmente no se gusta a sí misma es incapaz de amar genuinamente a otras personas, especialmente a sus hijos. De hecho, son más propensas a proyectar sus sentimientos negativos hacia los demás. No hay un vertedero mejor para nuestras percepciones negativas de nosotros mismos que nuestros hijos”, asegura el profesional.

2. Los padres no se han desarrollado o son inmaduros

Este tipo de adultos hacen que sus hijos experimenten una carga indeseada y amenazante de dependencia.

A estos padres les resulta amenazante asumir la responsabilidad y el cuidado extenso que el bebé y niño en desarrollo requieren, comenta Robert. Por esto, muchos niños crecen con carencias afectivas.

3. A muchos padres les resulta difícil o intolerable aceptar el amor y, en particular, las expresiones amorosas simples de los niños.

Los padres que tuvieron problemas en sus años de infancia, pueden tener problemas para aceptar el amor y las muestras de afecto de sus niños. “Ante el dolor emocional que les causa esta situación, los padres inconscientemente se distancian de sus hijos”, dice el profesional, lo que conduce a una cadena de desapego, porque puede que ese niño repita lo mismo en el futuro.

4. Si los padres tienen un trauma no resuelto en su propia vida tienden a no estar en sintonía con sus hijos, sobre todo cuando éstos se enfocan en los períodos que fueron traumáticos.

Pueden reaccionar con rechazo o compensar en exceso. Esa reacción no es apropiada ni constructiva para el niño.

Por ejemplo, un padre que no puede soportar que se le recuerde su propia infancia dolorosa puede ser vengativo o castigar a sus hijos cuando lloran. Otro padre puede suprimir el dolor de sus hijos en la manera opuesta sobre-reconfortándolo y sobre-protegiéndolos, no dando espacio para los sentimientos del niño.

5. Padres que tienden a usar a sus hijos como proyectos de inmortalidad

Los niños pueden replicar actitudes de sus padres y sus elecciones. Pero cuando difieren, sus acciones independientes pueden ser mal interpretadas como desafiantes o rebeldes por algunos padres.

“Por ejemplo, si eres religioso y tu hijo es un no creyente, (puedes sentir que) tu hijo ya no cumple la función necesaria”, dice el doctor, explicando que esto es altamente perjudicial para los pequeños. Cada niño es diferente, único y tiene un destino personal, señala el especialista.

6. Padres a los que le faltó amor en su infancia y tratan de compensarlo siendo muy agobiantes con sus hijos

Los padres hambrientos de amor pueden centrarse fuertemente en su hijos, llegando a ser demasiado agobiantes, posesivos y controladores.

Este tipo de padres creen entregar mucho amor a sus hijos, pero en realidad drenan su energía y no los dejan ser ellos mismos, dando la sensación a los niños de que están atrapados o asfixiados.

“Casi todos los padres sienten que aman a sus hijos. Pero lo que los padres sienten internamente debe tener un componente externo en acciones cariñosas con el fin de tener un efecto positivo en los hijos. Las buenas intenciones de los padres no sustituyen el nutrir ese amor, que sólo puede ser proporcionado por un adulto psicológicamente saludable e independiente. Tanto la intención y la capacidad de amor son necesarios para sostener al pequeño niño en su crecimiento hacia la madurez”, comenta.

El especialista además indica que “los sentimientos de culpa de los padres contaminan aún más la situación para aquellos individuos que pueden ser incapaces, por su propia educación, de proporcionar a sus hijos el amor y el cuidado necesario que necesitan”, añade.

“Los niños necesitan y merecen amor y debemos proporcionarlo o sufrirán dolor emocional. Investigaciones recientes en las neurociencias han demostrado que la manera en que los padres interactúan (o no interactúan) con los niños forman cableados en el cerebro de los hijos. A medida que crecen, los niños encuentran muchas maneras de defenderse a sí mismos con el fin de aliviar o adormecer su dolor”, enfatiza.

Por lo mismo, el propone una crianza basada en el respeto, sensibilidad, empatía y afecto.