El presidente francés, François Hollande, recibe este viernes en París a su homólogo ruso, Vladimir Putin, para discutir del conflicto sirio sobre fondo de polémica sobre los objetivos de la aviación rusa, que la víspera llevó a cabo nuevos bombardeos en Siria.

Mientras militares rusos y estadounidenses intentaban coordinarse para evitar incidentes en el espacio aéreo de ese país en guerra, Moscú afirma que ataca al grupo yihadista Estados Islámico (EI). Washington y sus aliados sospechan en cambio que Rusia acude en ayuda de su aliado Bashar al Asad con la excusa de combatir el “terrorismo”.

Desencadenado en marzo de 2011, el conflicto sirio, de por sí muy complejo, ha dado un giro con la implicación de Rusia, que este jueves bombardeó por segundo día a opositores al régimen de Bashar al Asad.

Una coalición de unos 50 países liderada por Estados Unidos, en la que no participa Rusia, ha efectuado desde hace un año miles de bombardeos aéreos contra EI en Siria e Irak. Pero sin acabar con la organización yihadista. 

El cielo sirio está saturado por las misiones de la coalición, las incursiones de la aviación siria y ahora los operativos de los rusos, que han desplegado más de 50 aviones y helicópteros.

Con el fin precisamente de coordinarse y evitar incidentes entre sus aviaciones, Washington y Moscú mantuvieron el jueves por videoconferencia una primera reunión entre militares, indicó el Pentágono. No filtró nada por la noche y no se fijó “ninguna cita nueva”, según el Ministerio de Defensa estadounidense.

 

Polémica sobre los objetivos

Occidentales y rusos siguieron enfrentándose el jueves sobre los objetivos elegidos por Moscú.

Según el Ministerio de Defensa ruso, EI fue atacado con tres series de bombardeos en la zona de Idleb (noroeste), Hama y Homs (centro). Los objetivos fueron depósitos de armas, un campo de entrenamiento y puestos de mando.

Según estadounidenses, europeos y rebeldes sirios, la acción rusa se concentró en grupos de opositores armados que amenazan al régimen de Damasco, y no exclusivamente en Daech (EI según el acrónimo árabe).

“El objetivo ha de ser Daech, ningún otro”, reclamó el presidente Hollande.

Rechazando las críticas, el titular de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, reafirmó en la ONU que los ataques apuntaban contra “EI, Al Nosra y otros grupos terroristas”, igual, según él, que los ataques de la coalición internacional.

El secretario norteamericano de Estado, John Kerry, anunció en Nueva York otras discusiones militares con los rusos “los próximos días”.

Sorprendida por la acción rusa, la administración estadounidense demócrata se gana las críticas de los republicanos. El senador John McCain acusó incluso a los rusos de haber bombardeado a rebeldes sirios formados por la CIA.

De hecho, un grupo apoyado por Washington, Suqour al Jabal, afirmó que fue atacado por misiles rusos.

Según una fuente siria de seguridad, los aviones de Moscú atacaron en Idleb y Hama al “Ejército de la conquista”, coalición que reúne al Frente Al Nosra (rama siria de Al Qaida) y grupos islamistas para combatir a la vez contra Damasco y EI.

El grupo yihadista está ausente de Idleb, tiene una presencia marginal en Hama, y en Homs sólo se encuentra en las región desértica y en Palmira. 

Según analistas, Moscú intenta reducir la presión rebelde en los territorios controlados por el régimen sirio en el oeste y centro del país.

 

‘Increíblemente complicado’

En paralelo con su acción militar, Rusia ha repartido en el Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de resolución antiterrorista que asociaría a Damasco a una coalición internacional ampliada contra los yihadistas.

Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña excluyen cooperar con Asad, tratado de “tirano” por el presidente Barack Obama, que el lunes se reunió con Putin en la ONU.

Pero Washington carece de estrategia para solventar un conflicto que ha causado más de 240.000 muertos, destruido Siria y provocado una crisis migratoria sin precedentes en más de medio siglo. 

Para los expertos, la intervención militar rusa aleja más la posibilidad de una salida de la crisis en Siria, campo de batalla de múltiples beligerantes.

“En el pasado ya hemos asistido a conflictos increíblemente complicados”, señala Shashank Joshi, investigador del Royal United Services Institute. “Pero los países implicados esta vez son mucho más potentes y lo que está en juego es mucho más importante”.