La primera vez que supe de Óscar fue durante una reunión de pauta en 2005, cuando trabajaba para la ahora casi extinta revista Mouse del diario La Tercera.

- Oye, me contaron de un chileno que trabaja en Electronic Arts -exclamó entusiasmado mi editor- y nada menos que en Los Sims.

No se trataba de cualquier trabajo. Electronics Arts (EA), era y sigue siendo la fabricante de videojuegos más grande del mundo. Y Los Sims son una de sus franquicias más lucrativas, absorbida luego de la adquisición de Maxis.

- ¿Un chileno en Los Sims? Seguro trabajará empaquetando las cajas -le dije a mi editor con incredulidad.

- No, hombre, es diseñador 3D. Y tiene una historia súper chora porque se fue a estudiar a San Francisco cuando acá nadie conocía la carrera. ¿Por qué no lo entrevistas?

Aunque seguía escéptico, comencé a averiguar. No estuve convencido hasta no ver pasar los créditos de una de las últimas versiones de Los Sims y comprobar que su nombre estaba en él. No como empaquetador, claro.

La historia de Óscar Contreras es la de un sujeto atípico para nuestro país. Uno que abandonó la seguridad de su familia para perseguir un sueño que para la época parecía tan realista como convertirse en astronauta. Que trabajó como soporte técnico, barista de Starbucks e incluso cajero en una tienda de retail de forma ilegal para pagarse sus estudios en Estados Unidos, con el miedo constante a ser deportado.

Uno que con tesón logró graduarse con honores en una presentación a la cual asistió el mismísimo George Lucas. Que logró abrirse camino en Maxis y posteriormente en EA para pasar de un simple practicante hasta director de un equipo creativo. Que tras vencer a la burocracia logró la residencia estadounidense, formó una familia con su novia chilena e incluso tuvo la oportunidad de dialogar brevemente con Steve Jobs.

Tan atípico, que tras una década de esfuerzos por consagrarse y hacerse un nombre en la industria de los videojuegos estadounidense, decidió dejarlo todo nuevamente y volver a Chile, formar su propia empresa y fallar estrepitosamente, sólo para levantarse una vez más.

Como un adolescente que no se deja vencer por un videojuego, Óscar ha insertado una y otra vez fichas en su vida para pulsar Restart, nombre del libro con el que a sus recién cumplidos 40 años, comparte su experiencia de reinventarse constantemente, ya sea como diseñador de juegos, director de proyectos o actualmente como asesor de empresas.

Sobre su libro, sus triunfos, sus derrotas, las lecciones que ha aprendido en el proceso y -sobre todo- por qué vuelve a Chile alguien que lo había conseguido todo en Estados Unidos, volví a conversar con él, coincidentemente 10 años después de la primera vez que nos encontramos.

START

Debo confesar que no soy imparcial respecto de Óscar. Fuera de mantenernos en contacto durante todo este tiempo, es imposible no admirar a una persona que logró llegar tan lejos, y más aún cuando, en una industria nacional de medios tecnológicos donde muchas personas hablan más de lo que realmente saben o han hecho, este viñamarino prefiere mantener un perfil relativamente bajo, tratando su experiencia en instancias académicas o de asesoría.

Pero eso no significa que vaya a ser condescendiente con él.

Nos encontramos en un café de Providencia, cuando lo imprevisible de mi agenda casi me había hecho desechar poder reunirme con él. Alto, atlético y lo suficientemente bien parecido como para haber trabajado como modelo en su juventud, saluda con sonrisa amplia y se une a mis otros comensales con una naturalidad que parece haberle tenido ahí desde el comienzo. Sin embargo ocupa más de su tiempo en escuchar que en intervenir.

A medida que nos quedamos solos saco lápiz y papel y comienzo a dispararle.

- ¿Qué te llevó a publicar un libro de tus experiencias cuando estás recién en la mitad de tu vida?

Restart

Restart

“Mucha gente que sabía de mi historia me escribía para preguntarme por ella, a veces porque la conocían durante una charla o en universidades. Llegue a la conclusión de que era valiosa de contar, pero como no se me da eso de hacer copy/paste a uno y otro correo electrónico, preferí darle forma de libro. Siempre me he considerado un libro abierto y creo que mi historia puede ayudar a muchos a tomar decisiones”.

- ¿Cómo fue el proceso de escribir el libro?

“Recuerdo que desde hace muchos años quería escribir algo de mi historia. No me considero un gran escritor así que mi idea no era competir con ellos. Simplemente me senté un día frente al procesador de texto en blanco y traté de ser lo más auténtico posible. Se dio por sí mismo, tanto que lo más difícil fue el proceso posterior de ir quitando lo que careciera de relevancia para reducir el texto”.

Su esposa Viviana, ya me lo había advertido. Óscar se quedaba noches enteras redactando en el computador. Pasó así un año exacto hasta que tuvo un borrador lo suficientemente coherente como para ser revisado. Luego de quedar defraudado por el proceso burocrático de las editoriales chilenas, decidió optar por el sistema editorial más flexible y abierto que le proporcionaba Kindle de Amazon, donde podía poner a la venta el tomo en forma digital, y en impreso bajo demanda de los interesados.

Tomo un sorbo más del café colombiano que nos sirvió una también auténtica colombiana. Afable, Óscar reconoce el acento y le pregunta de dónde es. “De Cali”, responde ella sonriendo. “Hermosa ciudad”, replica, nombrándole a continuación algunos puntos que tuvo oportunidad de visitar. “Por favor no siga que me va a dar la nostalgia”, dice la mesera con un dejo de tristeza.

Óscar asiente. Sabe lo que es estar lejos de la patria y, peor aún, regresar a la patria y no reconocerla.

HOW HIGH CAN YOU GET?

Nintendo

Nintendo

- Dime algo honestamente -le pregunto- ¿Alguna vez sentiste ganas de mandar todo al carajo y volverte a Estados Unidos?

“Sí, desde luego. Muchas veces. Pero son etapas que se viven de acostumbrarse al ritmo de un país y de las cosas tanto cuando funcionan como cuando no funcionan.

- ¿Pero recuerdas alguna vez en que REALMENTE hubieras querido marcharte?

Su semblante sonriente se evapora y guarda silencio por un momento. Luego, inhala profundamente y responde: “Cuando participé en la primera generación de Start-Up Chile y quedé calificado para recibir fondos de emprendimiento de Corfo. Participé tanto en sesiones presenciales como por Skype y, finalmente, me descalifican sólo por no ser ciudadano norteamericano. Me sentí discriminado en mi propio país. Esa vez me dieron ganas de hacer mi maleta e irme. Pero siempre hay un nuevo día. Uno se sobrepone”.

- El otro día leí en tu Facebook que anunciabas alegremente que con tu empresa de asesoría estabas tratando de cambiar la mentalidad del empresariado chileno ‘un cliente a la vez’. ¿No te parece, por decir lo menos, quijotesco?

“Sí, aunque suene soberbio: es quijotesco. Mis metas suelen ser quijotescas. No sé si voy a triunfar, no sé si voy a fallar, es el camino lo que importa, lo que hace intensa tu vida. Las personas con las que interactúas. ¿Sabes? Yo fui una persona con muchos prejuicios y aprendí tempranamente que el dinero no hace la felicidad. Son las personas las que te la van a devolver logrando que ese niño inquieto que todos llevamos dentro no se nos vaya”.

- Hay otra cosa que me llama la atención. En este país hay muchos vendedores de “humo” en nuestro rubro de la tecnología. Gente que se promociona por todos los medios sin tener la menor idea de lo que está hablando o sin siquiera haber trabajado en la industria. Por el contrario, tú trabajaste durante años en Silicon Valley. Llegaste a un cargo directivo en una de las empresas tecnológicas más grandes del mundo. Vamos, ¡conociste a George Lucas y a Steve Jobs! ¿Por qué insistes en mantener un perfil tan bajo?

“Creo que mantuve un perfil bajo hasta ahora. Hice mi propio emprendimiento de videojuegos aquí en Chile y ahora estoy dedicado al desarrollo de personas y sus actitudes. La verdad, no me interesan quienes se van 2 semanas de vacaciones al extranjero y vuelven llenándose la boca. Yo trabajé en Estados Unidos, pagué mis impuestos allá y contraté a más de 200 profesionales para nuestros proyectos. Hay gente que lo sabe y por eso tengo admiradores y detractores. Pero hace tiempo aprendí a no preocuparme de ellos. Ellos no me dan de comer”.

Encuentre a Óscar...

Encuentre a Óscar...

1UP

- De aquellos tiempos y considerando que ahora tu área está totalmente alejada del diseño, ¿no echas de menos hacer animaciones en 3D?

“Si tuviera que hacerlas podría hacerlo a pulso en casa. Lo haría feliz. Pero mi esencia es divergente. Agradezco haber descubierto otras habilidades en un tiempo en que mi país no me entendió. La idea es probar siempre cosas nuevas. Claro, a los 26 años modelaba en 3D, luego trabajé junto a gente con mayor dominio tecnológico que yo y mi labor se transformó en ayudarlos a sacar lo mejor de ellos mismos”.

- En tu libro hablas sobre el momento en que EA cambió radicalmente su modelo de trabajo y dejó de fabricar sus propios juegos para comprar productos a estudios externos y distribuirlos. Me recuerda el proceso que vivió Intel y que su recordado CEO, Andy Groove, describió como un ‘punto de inflexión tecnológica’, que es cuando una compañía debe decidir entre enfrentarse a una fuerza abrumadora y declinar, o cambiar su estrategia. ¿Cómo viviste ese punto de inflexión estratégica al interior de EA?

“Es como si se te viniera un tsunami encima. Te das cuenta de que tienes un ciclo de vida. Eres un producto con características vendibles. En aquel momento, el outsourcing era más barato y nos hizo despedir a 400 tremendos profesionales más o menos. ¿Valía eso la pena?”

Óscar hace una pausa para reflexionar y, como si regresara de un mal recuerdo del pasado, aplica el molde a la realidad actual de Chile. Luego me pregunta a mí.

“Dime algo, ¿cuántas universidades privadas existen en Chile? ¿Han dado la respuesta a nuestros problemas de educación? Puedes tener un gerente general de 24 años si tiene la disposición para proyectarse y reinventarse. Se trata de no negarse a intentar algo nuevo, porque cualquier persona puede llegar lejos. No quiero que suene a cuento de hadas, pero yo me siento exitoso gracias a mis triunfos, que han sido mis aprendizajes”.

- Tú que puedes hacer la comparación mejor que nadie, ¿qué es lo que más admiras de los gringos y lo que menos te gusta? ¿Y de los chilenos?

“De los gringos admiro su ingenuidad. Pero no en el sentido peyorativo que le damos nosotros, sino en su actitud de plantearse nuevos desafíos y preguntarse, ‘bueno, ¿y por qué no?’. Esa ingenuidad es lo que llevó a fundar Silicon Valley. Acá en Chile es poco probable que algo similar se produzca si no vencemos el chaqueteo y la envidia que corroe a las personas. El dejar de ser conformistas”.

“Lo que no admiro tanto es la falta de capacidad de improvisar de los gringos. El chileno es más pillo; el gringo es más estructurado. Pero no te engañes. Es un mito eso de que los chilenos, por ser latinos, somos más cálidos. Como pueblo, nosotros somos mucho más fríos de lo que pensamos. Aquí veo gente aproblemada, con una apatía tremenda. Gente que sigue siendo elitista. Tenemos una clase media desamparada. Me encantaría que este país funcionara sin asistencialismos, sin estar esperando permanentemente que nos lleguen regalos del Viejo Pascuero”.

PLAY AGAIN?

- Cayendo precisamente en el chaqueteo, después de leer tu historia yo podría decir que tú tuviste la oportunidad de salir al exterior y surgir gracias a que vienes de una familia acomodada. Que así es fácil…

“A ver, yo prácticamente escapé de mi país porque estaba enfrentado a una muralla que no me permitía avanzar. Aquí nadie sabía qué responderme. En Estados Unidos conocí a otros chilenos con pocos recursos, tanto o más aventajados que yo. Si mi familia tenía o no dinero no es tema. Cuando me fui al exterior me propuse madurar viviendo mi vida desde cero. Nadie me podría juzgar. El estatus social del que provienes es irrelevante cuando te sumerges en una realidad donde no eres nadie”.

- Tuviste una empresa de videojuegos llamada Syrenaica que finalmente fracasó. Ahora tampoco tienes grandes oficinas pero asesoras a grandes empresas. ¿Por qué alguien debería confiar en ti como consejero?

“Porque soy experto en hacer preguntas huevonas, pero que son las más importantes. No necesito grandes oficinas. Piensa en los modelos de Facebook o de Uber. Una es una empresa de medios y la otra de taxis, pero ninguna de las dos tiene contenidos ni vehículos. Sigo una forma de negocios que nació hace décadas en Silicon Valley con tipos encerrados en el garaje de su casa fumando marihuana. Mi empresa actualmente es boutique. ¿Sabes por qué cierro contratos? Por algo muy simple: porque contesto cuando me llaman y respondo mi correo antes de 24 horas, cosa que muchos otros chilenos no hacen”.

- Y en ese sentido, recordando tu propia experiencia, ¿qué le aconsejarías a los que se sienten perdidos actualmente?

“Mira, cuando dejé EA, mi padre me aconsejó hacer un perfil profesional. No un currículum, sino una hoja donde anotara lo que más me gusta hacer. Me dijo ‘míralo cuando te sientas mal’. Eso te da la seguridad para enfrentar las cosas. Al final todo en la vida es un videojuego donde en algún momento debes apretar ‘Start’. Y siempre puedes volver a reintentar”.

El libro “Restart” de Óscar Contreras fue lanzado el 1 de septiembre y se encuentra actualmente a la venta a través de Amazon tanto en versiones digital como impresa.

Su inesperado encuentro con Steve Jobs

En 2007, Óscar asiste junto a otros miembros de Electronic Arts a la Macworld WWDC, la conferencia para desarrolladores y seguidores de los productos de Apple más grande del mundo. Con cerca de 5.000 personas atiborrando el auditorio principal, decide salir a tomar algo de aire a los pasillos exteriores, casualidad que lo llevará a uno de los encuentros más inesperados de su vida…

Quería tomar aire puro, aunque fuese por algunos minutos. A poco andar (y a mi propia tozudez al no haberle preguntado a un guardia), me di cuenta de que estaba perdido en el enorme edificio. Quedaban pocos minutos para que comenzara la primera charla, por lo que decidí tratar de volver sobre mis pasos.

A poco andar y a mi mano derecha, diviso a un personaje que caminaba con paso casual y un poco agachado, seguido por un pequeño grupo de hombres vistiendo traje, los que parecían no dejarlo en paz en ningún momento. Era cómico ver como estos suits (en la jerga, ejecutivos de chaqueta y corbata), iban detrás de este señor con una actitud completamente sumisa y casi caminando de puntillas.

La persona en cuestión era bastante alta, de casi un metro noventa de estatura, con una avanzada calvicie de la que sólo sobrevivían pronunciadas canas en los costados de su cabeza. Exhibía una improvisada barba emblanquecida de pocos días. Vestía unos viejos y zaparrastrosos pantalones de mezclilla sin cinturón, y un chaleco negro con cuello de tortuga. Era inconfundible: se trataba de Steve Jobs, el CEO de Apple.

Por supuesto, yo sabía que él estaría presente en el evento, con la misión de exponer las características del nuevo sistema operativo de su firma, el Mac OS X Leopard. Lo que jamás me esperé era el hecho de tenerlo a sólo unos metros de distancia.

Yo iba vestido con unos clásicos jeans y un polerón con un gran “plum-bob” (el diamante verde de Los Sims) estampado en el pecho. Colgada en mi cuello llevaba la típica tarjeta de identificación para el evento: “Developer: Electronic Arts”.

No estaba seguro si la ocasión era la adecuada, pero sin más decidí acercármele, caminando a paso gerencial y pasando a través de todos los ejecutivos que me miraban como bicho raro. Algunos de ellos me miraron con completo desprecio, posiblemente por haber cometido la alevosa impertinencia de acercarme a su “rey”, sin ninguna cita o introducción previa. “¿Qué puedo perder con tratar de conocerlo?”, pensé.

Me paro justo al frente de Steve esbozando una grata sonrisa y automáticamente le extiendo mi mano.

- ¿Qué tal, Steve? Soy Óscar, de Electronic Arts.

El CEO de Apple también me da la mano para estrechársela, quizá destruyendo el protocolo del momento, si es que lo había. Él me queda mirando con el ceño fruncido, probablemente por la confusión de no conocerme o tratando de adivinar de quién se trataba.

- Sí, ¿qué pasa? -me contesta con tono seco e inquisitivo.

Yo ya me había acostumbrado al trato informal y directo de Silicon Valley, por lo que estaba desenvuelto en un ambiente donde las corbatas y los discursos elegantes no cuentan para nada. Por lo demás, sabía que Steve Jobs era una persona brillante, pero con muy poca paciencia como para soportar la falta de claridad de quien se pusiera en su camino. Así también, tenía claro que el CEO de Apple no eran ningún amante de mi empresa.

Los medios habían evidenciado su rivalidad con Trip Hawkins, nuestro fundador, quien trabajando en el Apple de los 80 como director estratégico, decidió renunciarle a Steve en su propia cara. El gran jefe de Apple nunca se lo perdonó, hasta el punto de considerarlo una traición. Pero, ¿qué tenía que ver eso conmigo? Nada.

- Pasa que quería conocerte, Steve -le respondí en forma directa y sin importarme un pito las interrupciones de aquel puñado de ratas serviles que le rodeaban.

- Qué bueno, ya me conoces. ¿Qué quieres? -dice él de manera bastante descortés y mirando hacia el lado, definitivamente tratando de cortar la conversación conmigo.

- ¿Qué quiero? Una sonrisa. Deberías estar contento -le contesto relajadamente, haciéndole guiños a los suits.

El rey de Apple me devuelve la mirada al instante, como si alguien le hubiera abofeteado la cara. Sus ojos se abrieron un poco más, cambiando su semblante como por arte de magia y mostrando una leve y confusa sonrisa.

- Es que estoy muy ansioso. ¿Se me nota?

Al decir eso, Steve se pasó la mano por la cabeza y sonrió mucho más, quebrando el hielo. Dicha respuesta era la mejor prueba de que al igual que yo, él era un ser humano como cualquier otro, y en esa arena estábamos los dos al mismo nivel.

No importaba si era el emblemático CEO de Apple o el presidente de los Estados Unidos. El tan sólo preguntarme mi opinión (a un completo desconocido) sobre algo tan simple y personal, bastaba para que él denotara cierta inseguridad. El factor humano sentimental finalmente salía a flote.

- No, despreocúpate. Debe ser la presión del minuto -contesté palpándole levemente el hombro- No puedo esperar para escuchar tu exposición. En lo que a mi respecta, vengo a apoyar nuestros esfuerzos con Los Sims y las demás franquicias.

Dos de sus personeros comienzan a ponerse nerviosos con mi amistoso avance. “Steve, tenemos que irnos”, le decían una y otra vez.

Pero a él no le importaba. Yo ya había captado su interés.

“Ese juego de mierda, sencillamente me molesta -contesta Jobs rascándose la barbilla. Piensa un momento y luego me dice- Pero hay que reconocer que ha sido muy lucrativo… hasta ahora”.

- ¿Qué te molesta del juego? -le pregunto con curiosidad.

- Que es un juego que encapsulan una y otra vez para sacar una nueva versión y tratar de “peinar” el mercado. Además siempre lanzan una versión independiente, pero jamás una versión en línea que puedan monetizar. Por último, están pegados en una interfaz que considero una reliquia.

Su respuesta me impresionó. Sentí que me había dejado fuera de combate. Estaba frente a un visionario que estaba profetizando el futuro de nuestros proyectos. Me hablaba de cambios y características que se habían intentado en el pasado. De innovaciones en las que nosotros habíamos fracasado miserablemente. Saliendo del paso, le respondo:

- Entonces no vendría mal la posibilidad de distribuir nuevas versiones para los Mac, ¿no crees?

Jobs, lanzando una risotada, mira al techo y me contesta: “Lo que vengo a mostrar hoy cambiará todo aquello que conoces. Veremos si hay espacio para sus reliquias poco optimizadas en el mercado una vez que Apple diga la última palabra”.

Jobs me sonríe afectivamente y me da la mano para despedirse, informal y sin ningún intercambio de tarjetas.

- Debo partir, pero ha sido un gusto cruzar unas pocas palabras contigo. Cúidate, Óscar.

Steve partió con su seguidilla de ejecutivos, a perderse en alguna parte del Moscone Center.

Una hora más tarde, lo veo salir al escenario para hacer su histórica aparición en Macworld. Me quedé helado al observar su capacidad de exponer con gracia, conocimiento y suma confianza, frente a un tremendo público vociferante.

Finalmente, Steve Jobs no había pecado de arrogante. En esa misma presentación, él habría de cambiar todo aquello que habíamos conocido, al pronunciar una nueva e imborrable palabra en el mundo tecnológico: iPhone.

Steve Jobs | Apple Macworld 2007

Steve Jobs | Apple Macworld 2007