Pese a que la primavera llegará en unas semanas más, aún quedan días fríos y de lluvia en el sur del país. En el caso de Valdivia, los días así parecieran invitar a la gente a pasar por una rica taza de café.

A continuación te contamos de tres destacadas cafeterías de la ciudad.

Un submarino de chocolate caliente en Entrelagos

Christine Reynolds

Christine Reynolds

Para comenzar el recorrido partimos con el mejor lugar -a mí parecer- para tomar un rico submarino de chocolate caliente, acompañado con un surtido de galletas o un rico pastel de trufa. Al pasar por la cafetería Entrelagos, ubicada en pleno centro de Valdivia, en la calle Pérez Rosales, el fuerte y delicioso olor a café invita a ingresar desde la vereda.

Mozos muy elegantes indican cordialmente la mesa que está disponible. Normalmente se debe esperar un rato para poder obtenerla ya que siempre está repleto de comensales disfrutando las delicias del lugar, especialmente durante la mañana y a la hora de almuerzo; pero a pesar de tener que hacer fila durante 5 o 10 minutos, esta vale la pena.

El mesero entrega dos cartas, la primera de cafetería, en la que se puede encontrar alrededor de 20 tipos de cafés, e incluso se puede elegir alguno con alcohol si es que el frío es muy extremo; vitaminas de frutas resultan también muy tentadoras y claramente el submarino de chocolate caliente, la gracia de éste último es la calidad del chocolate, que se derrite apenas toca la leche caliente y se incorpora de inmediato, no es necesario utilizar azúcar ya que el dulzor del chocolate lo hace perfecto.

En pastelería hay kuchenes de manzana, nuez y frambuesa, también tortas de mil hojas y trufa; todas estas delicias saltan a la vista en un dispensador giratorio en el centro del local, esperando ser elegidas por algún hambriento cliente.

En tanto, en la segunda carta ofrecen un surtido de tablas para picar y distintos antojos para compartir con amigos durante un after office. Un punto a favor es que todos los productos tienen fotos, lo que facilita el momento de tomar una decisión, pues muchas cosas entran por la vista.

Mini sándwiches acompañados de papas fritas, camarones apanados, surtidos de carnes fueron los platillos que tenían las fotografías con mejor cara. Pero, claramente no solo había comida, sino que también tienen pisco sours, tanto chilenos como peruanos. Estos vienen en diferentes tamaños y con distintos acompañamientos: frutos secos, aceitunas y queso; un platito de canapés o un ceviche si se opta por el del país vecino. A juicio personal, el pisco sour nacional es el mejor, no por ser patriota, sino que no es tan fuerte como el otro y da la posibilidad de seguir con un día normal, mientras el limeño te lleva directo a la siesta.

Otra de las opciones que brinda esta cafetería es el menú diario de almuerzos. Este resulta ser una buena opción para salir con amigos o para alguna ocasión especial, pero no creo que sea un precio apto para que trabajadores del sector pasen a diario, ya que cuesta alrededor de 6 mil pesos por menú.

El señor Oriol Vegas tiene alrededor de 60 años de edad y es un mozo con años de servicio en la cafetería. Él relata la historia de Entrelagos desde su inauguración en 1992. Cuenta que tienen clientes asiduos que vienen desde hace años, “hay grupos de señoras que se juntan aquí una o varias veces por semana” así como “jóvenes que estudiaban en la universidad que ahora han crecido y traen a sus hijos” para disfrutar del ambiente y la rica comida del lugar.

Además, Vegas me aclara que “quien viene a la ciudad y no pasa por el Entrelagos es como si no conociera Valdivia”, y en esto hace hincapié, como demostrando el orgullo que siente al trabajar en aquel lugar.

Terminada mi visita me dispongo a salir de la cafetería, justo al lado se encuentra la chocolatería de la misma marca, en la cual se pueden encontrar todo tipo de chocolates, galletas, mazapanes y pasteles, todos con bastante buena cara, y los precios son un poco más bajos que los de las conocidas chocolaterías santiaguinas, pero no por eso de menor calidad.

Cálido y como en casa: el Café Moliére

Christine Reynolds

Christine Reynolds

Siguiendo por la calle Pérez Rosales, dos cuadras en dirección contraria a la plaza, doblando por Lautaro se encuentra el Café Moliére, un pequeño local con estilo vintage.

Al entrar, más que el olor a café llama la atención la cantidad de detalles colgados en las murallas, afiches de décadas pasadas, una pesa antigua, una vitrina restaurada, todo recordando años anteriores. Además tienen floreros en las mesas hechos con frascos de mermeladas o cualquier envase de vidrio que cumpliera la función, dándole un toque especial.

En el primer piso hay un par de mesas pequeñas con sillas de diferentes colores, en su mayoría blancas, todas imitando ser antiguas. También en esta planta está todo lo que se puede pedir para comer en un mesón refrigerado, esto perfectamente ubicado para tentar al cliente desde que ingresa.

Una empinada escalera te lleva al segundo nivel del local, el que incluso es más vistoso que el primero, puesto que es amplio y tiene muchas más decoraciones, además da la opción de sentarse en un sillón, lo que hace mucho más cómoda la estadía.

El ambiente cálido del lugar pareciera invitar a una buena conversación mirando la lluvia por la ventana, o disfrutando de la decoración a la antigua. El dueño, Cristián Montero, comenta que “tratamos de instaurar un estilo acogedor, algo pequeño pero que entregue un ambiente cálido, no como esos cafés mega”, haciendo alusión a las grandes cadenas multinacionales de cafeterías que cada vez más llegan al país.

Moliére tiene un público muy variado, se puede ver a un grupo de jóvenes disfrutando de un café, así como en la mesa siguiente unos jubilados riendo mientras conversaban de sus vivencias. Cristián Montero aclara que lo que une a toda esta gente es el gusto por un buen café y un buen servicio, eso “es algo trascendental, da lo mismo la edad que uno tenga”, afirma.

La carta ofrece una variada selección de pastelería, sándwiches, el infaltable té Dilhma y también Sensorial, marca que es producida y creada por emprendedores valdivianos en la misma ciudad. Montero cuenta que han optado por este producto debido a su calidad y para apoyar el emprendimiento local.

También tienen distintos tipos de cafés, estos de la marca Lucaffé, los que pueden llevar esencias, crema, leche o diferentes modos de preparación, para así satisfacer a todo tipo de preferencias. Hay uno de caramelo que vale la pena probar, y lo mejor es que a la hora de servirlo te hacen un pequeño diseño en la espuma del café.

Todos los productos que se venden en Moliére son escogidos y catados por sus dueños, para así entregar la mejor calidad posible “con mi señora probamos todo, pensamos si volveríamos por este producto y ahí lo seleccionamos” cuenta Montero.

Un café con arte, el Café Moro

Christine Reynolds

Christine Reynolds

Siguiendo la ruta por la calle Lautaro y luego por calle Yungay, doblando a la derecha y avanzando cuatro cuadras, en la calle peatonal Libertad está el Café Moro, un lindo y amplio café-bar de dos pisos donde siempre hay gente que se reúne por temas de negocios, ya que está muy cerca de bancos y oficinas.

Al entrar llama la atención la luminosidad y amplitud del lugar, ya que desde afuera se ve bastante pequeño y oscuro, lo que no lo hace muy llamativo a la hora de pasar por la calle. El segundo piso tiene suelo alrededor del perímetro del local, lo que deja un gran espacio abierto en el centro, esto le da mucha amplitud al primer piso y permite que largas luces cuelguen desde el segundo nivel iluminando la planta baja.

La carta cuenta con una gran cantidad de tipos de cafés, además de un considerable surtido de pasteles, otra opción es la del menú de almuerzo.

Esta cafetería que nace por el emprendimiento familiar de tres mujeres -Isabel Herrera Basso, María Soledad Basso y Loreto Ramírez Basso- tiene algo que la diferencia del resto, y es que al llegar al segundo nivel se encuentran distintos cuadros de artistas independientes de Valdivia.

Una de las dueñas del café Moro, Isabel Herrera, recalca que “constantemente diferentes artistas exponen sus cuadros”. Esto ayuda a decorar la cafetería así como a la venta de arte. Los cuadros varían en precios y tamaños, habiendo para todos los gustos.

Isabel cuenta que ellos prestan el local para realizar diferentes tipos de reuniones, desde conferencias de prensa, reuniones estudiantiles hasta convenciones de algunos temas.

Por otra parte, al bajar el sol, el café se convierte en un bar, donde puedes encontrar tablas, tragos y sándwiches, siempre teniendo la opción de tomar un café a la hora que sea. Lo que parece ser un favorito de los clientes nocturnos son el navegado y la malta con huevo para acompañar el picoteo. Y por el día lo que los caracteriza es la torta de la casa: esta tiene chocolate, murta, manjar y crema mocca.

Con estas tres opciones no hay excusas para dejar el frío de lado y además de disfrutar de algo rico con quien más quieras. Y tú, ¿qué local de Valdivia recomiendas para pasar una buena tarde?