Se cumplieron 70 años del lanzamiento por Estados Unidos de dos bombas atómicas sobre Japón. Una de uranio, bautizada como el “niñito” sobre la ciudad de Hiroshima, con 350 mil habitantes, y la otra de plutonio bautizada como “el barrigón”, sobre la ciudad de Nagasaki con algo de 240 mil habitantes.

El saldo de muertos por ambas bombas, se estiman en alrededor de 300 mil, de los cuales 140 mil perecieron instantáneamente.

Por supuesto que los servicios de inteligencias de los Estados Unidos, sabían que en las dos ciudades casi la totalidad de los habitantes eran civiles, sin capacidad militar, por ser demasiados viejos o demasiado jóvenes.

¿Por qué entonces, para qué, ordenar la aniquilación nuclear de ese modestísimo rincón del ya derrotado imperio japonés?

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