Agricultor encontró en el animal a su mejor amigo y juntos ofrecen sus productos en un pintoresco microbús instalado a orillas de la carretera, en el sector de El Rungue, en Puchuncaví.

Hay que ser muy despistado para transitar por la carretera F-30-E, en el sector de El Rungue, en la comuna de Puchuncaví, y no reparar en un singular microbús que ofrece calabazas y zapallos de todos los tamaños y colores, pero más aún para no ver a la singular pareja que ofrece su producción agrícola en ese boliche con ruedas: Uno es el agricultor Luis Gerardo Villalón Vergara (58) y el otro, el burro Roberto (15), entre quienes existe una larga amistad y una próspera sociedad comercial.

Fue hace diez años que, con apoyo de INDAP, el hombre de campo decidió dedicarse a la actividad agrícola en su local ambulante -un antecesor de los tan de moda food trucks- y en un rubro donde hoy no tienen competencia: frutos ornamentales que él mismo cosecha durante el año y que el público se los pelea en las fiestas costumbristas y otras celebraciones como Halloween. “El zapallo dura un año sin cambiar su estado y las calabazas tienen una duración indefinida, así que son productos que prácticamente no tienen fecha de vencimiento”, explica Luis Gerardo.

Cuando no se instala en la carretera, la pareja ofrece su producción en su chacra orgánica: “Durante el año vendemos alrededor de 4 mil unidades de doce variedades. Tenemos mates, calabazas y zapallos para adornar los hogares, que son nuestra especialidad, pero también ofrecemos semillas orgánicas, miel y algunas hortalizas como acelga y cilantro”, cuenta el vocero de la pyme. Esta diversificación de productos -agrega- es para hacerle frente a la sequía, que ya lleva ocho años consecutivos golpeando a la zona central del país.

El campesino es soltero, tiene al resto de su familia en Santiago y su única compañía, su incondicional en esa comuna de la provincia de Valparaíso, es el burro Roberto: “Es casi como un familiar. Con él hago el trabajo agrícola y vamos juntos a todas las paradas. Ahora se tomó vacaciones de invierno, pero en septiembre ya vamos a entrar de nuevo a mover la tierra, a cosechar y a nuestra rutina comercial, ya que él es el encargado de marketing”, afirma Luis Gerardo.

Los yuntas forman parte, hace 12 años, del Programa de Desarrollo Local (Prodesal) de INDAP Puchuncaví, donde han recibido apoyo para sacar adelante su empresa a través de asesorías técnicas, incentivos y, hace poco, la adjudicación de una bodega que les permitirá guardar sus productos. “El agricultor chico depende de su propio esfuerzo para producir cosas, así que con esta ayuda todo se hace más llevadero”, dice el campesino.

Para el director regional de INDAP, Helmuth Hinrichsen, Luis es un ejemplo de que con esfuerzo e ingenio es posible salir adelante y tener una mejor calidad de vida. “Como organismo del Ministerio de Agricultura estamos trabajando para darle cada más oportunidades de desarrollo a la Agricultura Familiar y más herramientas a agricultores como él, ése es nuestro mandato”, afirmó.

Ahora que tienen su negocio caminando, Luis Gerardo quiere emprender en otro rubro que le ha sido un poco esquivo: el amor. “A las emprendedoras que estén interesadas en un hombre bueno, serio y cariñoso que nadie ha sabido apreciar, les paso el dato que me estoy perdiendo en la carretera. Les ofrezco emprender en todo sentido”, remató el picarón productor agrícola, mientras el burro Roberto paraba las orejas y hacía una musaraña.