“Me interesa que el público vaya al Colón a escuchar una ópera y no al cantante que ve en TV”

Darío Lopérfido, Teatro Colón (c)
Darío Lopérfido, Teatro Colón (c)
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Darío Lopérfido, director del célebre Teatro Colón de Buenos Aires, está enfocado en atraer nuevos y amplios públicos para la ópera y la música sinfónica. Tiene certeza de que el arte musical hace mejores a los seres humanos, siente que parte de su responsabilidad el presentar las creaciones de los contemporáneos y quiere otorgar el mayor acceso al público a los espectáculos que suben al señero escenario del Colón.

Texto de René Naranjo, @renenaranjo

Con su mirada aguda y facilidad de palabra, Darío Lopérfido cautiva la atención cuando habla de su trabajo como director del Teatro Colón de Buenos Aires. A cargo del colosal recinto porteño, donde cantó la Callas y dirigió Toscanini, Lopérfido enfrenta con pasión los desafíos de crear nuevos públicos para la ópera y la música sinfónica, y de ofrecer nuevos repertorios que incorporen obras creadas en el siglo 21. Y de los cantantes populares arriba del escenario, no quiere saber nada.

¿Cómo visualiza hoy usted, desde la dirección del Teatro Colón, el proceso de apertura de un teatro de este tipo hacia la sociedad?

- “Hay que abrirlo porque es necesario crear nuevas audiencias y porque hay que incorporar públicos que, por prejuicios o por bajos recursos, no pueden asistir regularmente a un teatro de ópera. Nosotros tenemos programas especialmente destinados a ese objetivo. Todos los domingos en la mañana tenemos una programción que se llama Intérpretes Argentinos, que es gratuito, y los ensayos generales de la Orquesta Filarmónica (que toca generalmente los jueves) siempre son abiertos al público, con un énfasis pedagógico que realiza el director del concierto. También está la incoporación de nuevos repertorios. Lo que yo no quiero es igualar para abajo. No quiero abrir el Teatro Colón por la vía de programar un cantautor latinaomericano o un cantante de reguetón, que a la gente le gusta mucho, entonces yo lo pongo en el escenario y digo que eso es abrir el teatro. Eso es una estupidez.”

Cómo ve, en ese sentido, la función social de teatros como el Colón o, en Santiago, del Municipal?

-”Estos teatros tienen una función cultural, una función artística, una función de elevar el nivel cultural de la sociedad. Cuando tú me dices que hay que hacer un concierto popular en un teatro como el Colón, inmediatamente yo pienso en la Novena Sinfonía de Beethoven, en la Octava de Mahler, o traer a Lang Lang o a Yo Yo Ma, eso se me ocurre. Y quiero que la mayor cantidad posible de gente pueda ver eso. El pensamiento de que el teatro, como lo paga el Estado, tiene que ser abierto, genera confusión. El teatro tiene que ser abierto al público, pero no a cualquier tipo de expresión artística. A mí me interesa que el público que nunca ha ido al Colón escuche una ópera de Francis Poulenc pero no me interesa que escuche ahi al cantante que escucha en la televisión o en el acto de su partido político. En ese caso, ese cantante lo que hace es usar una locación, que por lo demás no es la apropiada.”

Su interés está entonces en generar amplio acceso al público, para que éste vea los espectáculos que son distintivos de un teatro como el Colón.

-”El Teatro Colón ha sido, históricamente, un teatro innovador, aperturista y contemporáneo; las óperas de Verdi se hacían a los dos años que se estrenaban en Italia, las óperas de Richard Strauss se montaban al año que se estrenaban en Europa, y en el Colón la orquesta la dirigía el mismo Strauss. El Colón siempre debe ser un teatro de la contemporaneidad. Tenemos justamente un ciclo que se llama Colón contemporáneo, y para cada temporada hemos incorporado un título contemporáneo en el abono de la Ópera.

Este año acabamos de dar ‘Quartett’, de Lucas Francesconi, en cinco funciones con puesta en escena de Alex Ollé, de la Fura dels Baus. El origen de esta ópera está en la novela ‘Las relaciones peligrosas’. De ahí se hizo la película (en 1989) y luego Heine Muller escribió la obra de teatro. Y Lucas Francesconi compuso la ópera a partir de esta obra teatral. Sólo tiene dos cantantes, y la mùsica es contemporánea. Y el título anterior del abono fue ‘El elixir de amor’, de Donizetti. Eso para mí es volver contemporáneo un teatro.

Cuando asumí este cargo, en las notas de prensa me decían me decían ‘es que usted emula a (Gérard) Mortier’ (innovador director de la Ópera de París y de Madrid). No es así, pero me quedo con una frase de Mortier: ‘Al teatro se viene a pensar’. A mí me interesa que los niños escuchen las nueves sinfonías de Beethoven, no me interesa que oigan algo que pueden escuchar en la televisión o en un festival de música. Se supone que es progresista poner en una locación como ésta, bonita, la misma cosa que escuchas en un estadio o en otro lado. Ahí como Estado, estoy siendo demagógico. Eso, para mí, es completamente reaccionario, esa forma de apertura corresponde a un concepto de derecha populista. Es como decir: no creo que esa persona esté capacitada para escuchar a Mozart, y por eso le pongo al cantante reguetonero en un teatro como éste.”

Y en lo concreto, cómo es el trabajo para formar nuevas audiencias? Nos puede dar un ejemplo?

- “Yo soy de los que creen que si tú escuchas un determinado tipo de música, tu vida es mejor. No tengo dudas de eso, y peleo por eso. Creo que si escuchas a Mozart, a Miles Davis, vives mejor. Y quiero que los niños de menos recursos tengan acceso a esa música. Lo que produce un teatro como el Municipal en Santiago o el Colón cuando llevas a un niño o a un joven… Yo fui el otro día al ensayo del concierto de la Filarmónica. No era un programa fácil. Tocaban ‘Las canciones del caminante’ y la Décima Sinfonía de Mahler, completa, que dura una hora y 20. Y sin embargo, el efecto que le produce a los jóvenes entrar al teatro y luego ver que suben 80 músicos al escenario… Antes del concierto, el director les cuenta una historia de cada obra, en forma cercana, y ese concierto produce algo bueno en el espíritu y la psique de un niño. Esa es mi visión de abrir un teatro.”

En Buenos Aires hay otros teatros que presentan ópera. Qué rol juega el Colón en el panorama artístico argentino del siglo 21?

-”En Buenos Aires hay dos temporadas más de ópera, la de Buenos Aires Lírica y la de Juventus Lírica, y también ahora está la Usina del Arte. El Teatro Colón es como un faro para América Latina. Es curioso, porque en un país donde casi todo salió mal, el Colón salió bien. Entonces hay una responsabilidad, y también nuestro trabajo crea tendencias que luego se replican en otros teatros. También hay tradiciones que respetar. El otro día estaba revisando los archivos y hay una temporada en que, según recuerdo, hubo 16 tìtulos de ópera y ¡11 de ellos los dirigió Arturo Toscanini! ¡Se quedaba a vivir Toscanini en Buenos Aires! Eso es algo que el Colón debe tener, porque tiene que ser el escenario de las grandes figuras. Ahora Daniel Barenboim dio 11 conciertos, junto a Martha Argerich. Y entonces se da esa mezcla con las creaciones contemporáneas, la audacia, esa parte más Mortier de decir ‘aquí se viene a pensar, a reflexionar; esto no es sólo un espectáculo, se viene a un desafío intelectual’.

Yo creo que un buen director de un teatro como el Colón es quien logra un equilibrio entre el teatro donde canta el tenor Marcelo Alvarez o en el que dirige Bareboim y el que recibe óperas como ‘Quartett’ o ‘La vendedora de fósforos’, de Helmut Lachenmann. Esto es muy bueno también para los cuerpos artísiticos del teatro. Una de las cosas que más me puso contento de programar ‘Quartett’ es que quienes tocan esa partitura, que es complicada, muy distinta a la música que se interpreta habitualmente, la tocó nuestra orquesta. Es una obra de la que no tienen ninguna referencia hasta el día que les llegan las partituras.”

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Darío Lopérfido, director del célebre Teatro Colón de Buenos Aires, está enfocado en atraer nuevos y amplios públicos para la ópera y la música sinfónica. Tiene certeza de que el arte musical hace mejores a los seres humanos, siente que parte de su responsabilidad el presentar las creaciones de los contemporáneos y quiere otorgar el mayor acceso al público a los espectáculos que suben al señero escenario del Colón.

Texto de René Naranjo, @renenaranjo

Con su mirada aguda y facilidad de palabra, Darío Lopérfido cautiva la atención cuando habla de su trabajo como director del Teatro Colón de Buenos Aires. A cargo del colosal recinto porteño, donde cantó la Callas y dirigió Toscanini, Lopérfido enfrenta con pasión los desafíos de crear nuevos públicos para la ópera y la música sinfónica, y de ofrecer nuevos repertorios que incorporen obras creadas en el siglo 21. Y de los cantantes populares arriba del escenario, no quiere saber nada.

¿Cómo visualiza hoy usted, desde la dirección del Teatro Colón, el proceso de apertura de un teatro de este tipo hacia la sociedad?

- “Hay que abrirlo porque es necesario crear nuevas audiencias y porque hay que incorporar públicos que, por prejuicios o por bajos recursos, no pueden asistir regularmente a un teatro de ópera. Nosotros tenemos programas especialmente destinados a ese objetivo. Todos los domingos en la mañana tenemos una programción que se llama Intérpretes Argentinos, que es gratuito, y los ensayos generales de la Orquesta Filarmónica (que toca generalmente los jueves) siempre son abiertos al público, con un énfasis pedagógico que realiza el director del concierto. También está la incoporación de nuevos repertorios. Lo que yo no quiero es igualar para abajo. No quiero abrir el Teatro Colón por la vía de programar un cantautor latinaomericano o un cantante de reguetón, que a la gente le gusta mucho, entonces yo lo pongo en el escenario y digo que eso es abrir el teatro. Eso es una estupidez.”

Cómo ve, en ese sentido, la función social de teatros como el Colón o, en Santiago, del Municipal?

-”Estos teatros tienen una función cultural, una función artística, una función de elevar el nivel cultural de la sociedad. Cuando tú me dices que hay que hacer un concierto popular en un teatro como el Colón, inmediatamente yo pienso en la Novena Sinfonía de Beethoven, en la Octava de Mahler, o traer a Lang Lang o a Yo Yo Ma, eso se me ocurre. Y quiero que la mayor cantidad posible de gente pueda ver eso. El pensamiento de que el teatro, como lo paga el Estado, tiene que ser abierto, genera confusión. El teatro tiene que ser abierto al público, pero no a cualquier tipo de expresión artística. A mí me interesa que el público que nunca ha ido al Colón escuche una ópera de Francis Poulenc pero no me interesa que escuche ahi al cantante que escucha en la televisión o en el acto de su partido político. En ese caso, ese cantante lo que hace es usar una locación, que por lo demás no es la apropiada.”

Su interés está entonces en generar amplio acceso al público, para que éste vea los espectáculos que son distintivos de un teatro como el Colón.

-”El Teatro Colón ha sido, históricamente, un teatro innovador, aperturista y contemporáneo; las óperas de Verdi se hacían a los dos años que se estrenaban en Italia, las óperas de Richard Strauss se montaban al año que se estrenaban en Europa, y en el Colón la orquesta la dirigía el mismo Strauss. El Colón siempre debe ser un teatro de la contemporaneidad. Tenemos justamente un ciclo que se llama Colón contemporáneo, y para cada temporada hemos incorporado un título contemporáneo en el abono de la Ópera.

Este año acabamos de dar ‘Quartett’, de Lucas Francesconi, en cinco funciones con puesta en escena de Alex Ollé, de la Fura dels Baus. El origen de esta ópera está en la novela ‘Las relaciones peligrosas’. De ahí se hizo la película (en 1989) y luego Heine Muller escribió la obra de teatro. Y Lucas Francesconi compuso la ópera a partir de esta obra teatral. Sólo tiene dos cantantes, y la mùsica es contemporánea. Y el título anterior del abono fue ‘El elixir de amor’, de Donizetti. Eso para mí es volver contemporáneo un teatro.

Cuando asumí este cargo, en las notas de prensa me decían me decían ‘es que usted emula a (Gérard) Mortier’ (innovador director de la Ópera de París y de Madrid). No es así, pero me quedo con una frase de Mortier: ‘Al teatro se viene a pensar’. A mí me interesa que los niños escuchen las nueves sinfonías de Beethoven, no me interesa que oigan algo que pueden escuchar en la televisión o en un festival de música. Se supone que es progresista poner en una locación como ésta, bonita, la misma cosa que escuchas en un estadio o en otro lado. Ahí como Estado, estoy siendo demagógico. Eso, para mí, es completamente reaccionario, esa forma de apertura corresponde a un concepto de derecha populista. Es como decir: no creo que esa persona esté capacitada para escuchar a Mozart, y por eso le pongo al cantante reguetonero en un teatro como éste.”

Y en lo concreto, cómo es el trabajo para formar nuevas audiencias? Nos puede dar un ejemplo?

- “Yo soy de los que creen que si tú escuchas un determinado tipo de música, tu vida es mejor. No tengo dudas de eso, y peleo por eso. Creo que si escuchas a Mozart, a Miles Davis, vives mejor. Y quiero que los niños de menos recursos tengan acceso a esa música. Lo que produce un teatro como el Municipal en Santiago o el Colón cuando llevas a un niño o a un joven… Yo fui el otro día al ensayo del concierto de la Filarmónica. No era un programa fácil. Tocaban ‘Las canciones del caminante’ y la Décima Sinfonía de Mahler, completa, que dura una hora y 20. Y sin embargo, el efecto que le produce a los jóvenes entrar al teatro y luego ver que suben 80 músicos al escenario… Antes del concierto, el director les cuenta una historia de cada obra, en forma cercana, y ese concierto produce algo bueno en el espíritu y la psique de un niño. Esa es mi visión de abrir un teatro.”

En Buenos Aires hay otros teatros que presentan ópera. Qué rol juega el Colón en el panorama artístico argentino del siglo 21?

-”En Buenos Aires hay dos temporadas más de ópera, la de Buenos Aires Lírica y la de Juventus Lírica, y también ahora está la Usina del Arte. El Teatro Colón es como un faro para América Latina. Es curioso, porque en un país donde casi todo salió mal, el Colón salió bien. Entonces hay una responsabilidad, y también nuestro trabajo crea tendencias que luego se replican en otros teatros. También hay tradiciones que respetar. El otro día estaba revisando los archivos y hay una temporada en que, según recuerdo, hubo 16 tìtulos de ópera y ¡11 de ellos los dirigió Arturo Toscanini! ¡Se quedaba a vivir Toscanini en Buenos Aires! Eso es algo que el Colón debe tener, porque tiene que ser el escenario de las grandes figuras. Ahora Daniel Barenboim dio 11 conciertos, junto a Martha Argerich. Y entonces se da esa mezcla con las creaciones contemporáneas, la audacia, esa parte más Mortier de decir ‘aquí se viene a pensar, a reflexionar; esto no es sólo un espectáculo, se viene a un desafío intelectual’.

Yo creo que un buen director de un teatro como el Colón es quien logra un equilibrio entre el teatro donde canta el tenor Marcelo Alvarez o en el que dirige Bareboim y el que recibe óperas como ‘Quartett’ o ‘La vendedora de fósforos’, de Helmut Lachenmann. Esto es muy bueno también para los cuerpos artísiticos del teatro. Una de las cosas que más me puso contento de programar ‘Quartett’ es que quienes tocan esa partitura, que es complicada, muy distinta a la música que se interpreta habitualmente, la tocó nuestra orquesta. Es una obra de la que no tienen ninguna referencia hasta el día que les llegan las partituras.”